Portada » Filosofía » Platón y la República: Estructura Social y Justicia
En un diálogo con Platón, Protagoras justifica la importancia de las leyes a través de una historia. En los albores del tiempo, los animales poseían características únicas otorgadas por Zeus. Prometeo, encargado de distribuir estas cualidades, delega la tarea a su hermano Epimeteo. Al quedar una especie, los humanos, sin atributos especiales, Prometeo roba el fuego a Zeus para que puedan protegerse y sobrevivir en su hábitat natural, siendo castigado por ello. Además del fuego, les otorga la capacidad de aplicar leyes.
La muerte de Sócrates impulsó a su discípulo Platón a abandonar la política y dedicarse por completo a la filosofía. En su obra, diseña una nueva polis, la República de Platón, donde Sócrates se erige como el hombre ejemplar y modelo a seguir. En la Carta VII, Platón narra su decisión de abandonar la política para abrazar la filosofía, detallando su concepción de la polis ideal, la cual debe ser gobernada por el filósofo rey.
La República de Platón es un conjunto de libros que abordan temas fundamentales de política y filosofía.
En el Libro II, sofistas como Glaucón, Adimanto y Trasímaco dialogan con Sócrates. La conversación se inicia con la pregunta: ¿han vivido los hombres siempre en sociedad? La respuesta afirmativa se fundamenta en la necesidad de supervivencia, dado que los humanos no son autosuficientes. La vida en sociedad facilita la supervivencia. Platón denomina a esta sociedad ideal un estado sano, contrastándolo con el estado de cerdos, la sociedad actual donde las necesidades artificiales generan desorden y la proliferación de normas. Una sociedad sana, según Platón, no debería superar las 5000 personas. Para lograr una convivencia más justa, propone un estado con distribución del trabajo y clases sociales, reconociendo las diferencias naturales en las capacidades humanas.
Ante la pregunta de cómo presentar este modelo social, Platón recurre al Mito de los Metales, inspirado en Hesíodo. Este mito postula que Zeus, al crear a los humanos, los dotó de metales distintos: oro, plata, y bronce o cobre. Cada individuo desciende de una persona con un metal específico, determinando su rol social: los descendientes del oro serían los filósofos reyes (gobernantes), los de plata los guerreros (defensores del pueblo), y los de bronce y cobre los artesanos y ganaderos (productores). La excelencia se hereda de los mejores.
Los sofistas cuestionan la justicia de este modelo, argumentando que la ley no es de obligado cumplimiento. Trasímaco afirma que quienes alaban la justicia es por incapacidad de incumplirla. Adimanto añade que lo crucial no es ser justo, sino parecerlo, ya que la injusticia también puede ser beneficiosa. Glaucón, coincidiendo con ellos, sostiene que la injusticia es inherente a la naturaleza humana, ejemplificado en el Mito del Pastor Gigés. Glaucón plantea si alguien, poseyendo el anillo de Gigés, actuaría de forma justa, concluyendo que la mayoría actuaría injustamente por naturaleza.
Sócrates propone un estado justo donde cada clase social cumpla su función: los gobernantes, gobernar; los guerreros, proteger; y los artesanos, producir. En este estado, la justicia se manifestaría en el cumplimiento de las leyes y la función asignada a cada individuo. Platón introduce la tripartición del alma para explicar la organización social:
Un hombre justo es aquel cuya alma está dominada por la parte racional y cumple su función correspondiente. La educación es fundamental para garantizar que cada individuo realice su labor y contribuya al bien público. Aquellos con las mejores aptitudes estudiarían matemáticas y astronomía hasta los 35 años, seguidas de filosofía hasta los 40. El más capacitado se convertiría en filósofo rey, sin importar su género. Este gobernante carecería de posesiones y familia para evitar la corrupción.
Sin embargo, Sócrates admite la dificultad de encontrar a alguien con las cualidades necesarias para ser filósofo rey, sugiriendo que la sociedad debe organizarse mediante leyes para prevenir la tiranía. El Libro VII concluye con un análisis de los sistemas políticos:
La degradación de la República se atribuye a la corrupción del hombre.