Portada » Lengua y literatura » Panorama del Teatro Español: Siglo XX y Dramaturgia Contemporánea
Un grupo de escritores trae aire nuevo a la escena, con comedias preferentemente humorísticas que atraen a los espectadores. En esta corriente destacan:
En paralelo con lo que ocurre, por entonces, en la novela, varios escritores, en permanente conflicto con la censura política y religiosa, escriben presentando problemas de tipo moral y social.
Se desarrolla a finales de los 60 con dos tendencias: una simbólica (Romero Esteo, Martínez Mediero) y otra experimental (Buero Vallejo, Francisco Nieva y Fernando Arrabal).
En esta etapa confluyen todas las tendencias y surgen nuevos autores como Fernán Gómez. Se recupera a los exiliados (Alberti, Arrabal).
Entre los autores que triunfan en el teatro comercial destaca Antonio Gala. Cultiva un teatro con toques poéticos, de humor o de fantasía; pero afronta también la temática social en obras como Anillos para una dama, Petra regalada, etc.
También tiene éxito la comedia burguesa con autores como Alfonso Paso, Ana Diosdado y otros.
El teatro se revaloriza y conoce una gran actividad en busca de formas renovadoras en los escenarios. En esta empresa participan activamente grupos teatrales independientes como Els Comediants, La Fura dels Baus o El Tricicle.
Los grandes éxitos actuales suelen ser comedias musicales al modo norteamericano o británico, o dramas o comedias de autores extranjeros. No obstante, surgen escritores con vocación dramática, que estrenan esporádicamente.
A principios del siglo XX seguían triunfando las tendencias teatrales de finales del XIX. El teatro neorromántico de Echegaray y el teatro realista de Galdós tenían un gran apoyo popular y triunfaban por encima de las tendencias renovadoras de otros autores. El denominado teatro comercial contaba con la burguesía como público fiel y su finalidad era distraer sin más. Además, en esta época se desarrolla un teatro poético cuyo argumento estaba completamente alejado de los problemas contemporáneos.
Frente a las tendencias mayoritarias surgió un tipo de teatro renovador. Su objetivo era evitar la vulgaridad del teatro comercial. Autores como Azorín, Unamuno o Valle-Inclán se esforzaron por cambiar el panorama teatral español.
Frente al teatro realista, se desarrolla un tipo de teatro con tendencias evasivas que huye de la realidad. Las características de los autores que forman este grupo no son homogéneas, aunque en todos hallamos la misma finalidad: el intento de renovación del teatro, así como su dignificación y elevación intelectual.
Entre los autores encuadrados en la Generación del 98 destaca especialmente el teatro de uno de los mejores dramaturgos de la literatura española del siglo XX: Valle-Inclán. La originalidad del teatro de Valle no tiene igual en nuestra literatura y sus intentos de renovación dan como fruto el esperpento, representado por algunas de sus mejores obras. No es fácil la clasificación del teatro de Valle a causa de su variedad y complejidad, pero podríamos destacar tres grupos fundamentales en su producción:
Mezcla aspectos del Romanticismo y del Modernismo, ideológicamente muy conservador, con constantes alusiones a la gloria perdida del Imperio Español. Es un teatro histórico en el que destacan Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.
Representado por los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches y Pedro Muñoz Seca.
Junto a las tendencias teatrales anteriores, en la primera mitad del siglo XX se desarrolla un tipo de teatro que atrae al público en masa a las salas de representación. Este tipo de teatro está dirigido principalmente a las clases sociales acomodadas, es decir, la alta burguesía, y se convierte en la principal actividad de ocio de este período.
El autor que mejor representa esta tendencia es Jacinto Benavente. Entre sus obras destacan Los intereses creados o La Malquerida. Obtuvo el Premio Nobel en 1922.
Lorca es el mejor representante de la tendencia teatral de esta Generación, además de uno de los principales autores teatrales de la historia de nuestra literatura. En sus obras, Lorca presta una especial atención al mundo femenino, así como a la frustración amorosa o el amor imposible.
Comienza su obra teatral con El maleficio de la mariposa. Lorca escribe varias farsas: El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín y La zapatera prodigiosa.
Por otra parte, Lorca escribió dos obras denominadas difíciles, a causa de la técnica surrealista que el autor utiliza: Así que pasen cinco años y El público.
Dos obras teatrales han sido calificadas como piezas granadinas, ya que se desarrollan en la tierra natal del autor: Mariana Pineda y Doña Rosita la soltera.
Las grandes obras de Lorca son sus tres tragedias rurales, centradas en el mundo femenino. La frustración es el hilo conductor de cada una de ellas. Bodas de sangre narra el amor imposible por causas sociales. Yerma se centra en la frustración por la maternidad insatisfecha de la protagonista. En 1936, muy poco antes de morir asesinado, Lorca publica su gran obra maestra: La casa de Bernarda Alba. Inspirada en un suceso real, retoma el conflicto entre la autoridad (representada por la madre: Bernarda Alba) y el ansia de libertad (representada por sus cinco hijas).
Carmen Martín Gaite nació en Salamanca el 8 de noviembre de 1925. Estudió Filosofía y Letras. Hasta 1948 no se traslada a Madrid, donde a través de Ignacio Aldecoa, se introduce en el círculo literario de algunos de los componentes de la llamada Generación del 50: Alfonso Sastre, Rafael Sánchez Ferlosio (con el que después contrajo matrimonio)… Estos escritores junto con otros como: Camilo José Cela, Miguel Delibes, Juan Goytisolo, Ana María Matute, Fernández Santos y la propia Carmen Martín Gaite conformarán el movimiento denominado “realismo social”.
Posteriormente, con la aparición en 1962 de Las ratas de Miguel Delibes y sobre todo de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, se inicia un cambio importante en la novela española hacia una literatura más experimental que tiene en cuenta las aportaciones narrativas de los grandes novelistas extranjeros. El cuarto de atrás pertenece a esta nueva forma de construir las novelas; cuya característica principal, desde el punto de vista formal, es la continua interferencia de los diálogos de la protagonista con un personaje ficticio, con largos monólogos interiores de esta, que a su vez es la propia autora.
Una mujer que padece insomnio una noche (supuestamente, la narradora convertida en personaje de su propia novela) se ve sorprendida por la visita inesperada de un desconocido que la fascina y que entabla conversación con ella, como si la conociera desde siempre, haciéndole preguntas sobre su vida y sobre su modo de hacer literatura, enmarcado todo en un ambiente misterioso.
En la novela la autora lleva a cabo un viaje introspectivo, se trata de un viaje al interior de ella misma en busca del pasado, para poder de este modo explicarse y comprenderse a sí misma. La presencia del hombre de negro es un mero instrumento, una presencia que es pretexto para la narración y, a la vez, para despertar la memoria de la autora-personaje; para que esta haga mayor énfasis en determinados recuerdos o actitudes vitales; como el sentimiento de rebeldía frente a las normas impuestas, lo que en el libro denomina “fugarse”, es decir, comportarse de modo distinto a como se espera; con especial énfasis en el rol que durante la época franquista se había designado (por ley no escrita) a la mujer (afanada y resignada ama de casa, siempre supeditada a los deseos y voluntad de sus padres y maridos).
La forma es dialogada, pero solo aparentemente: en realidad, reconocemos que son monólogos de la propia narradora.
Se produce un desdoblamiento de la autora en narradora como voz en off o narradora observadora (que desde una supuesta realidad, la del momento de la escritura, transcribe esa ficción, ese diálogo ficticio como realidad que ha ocurrido verdaderamente) y narradora-personaje, dialogante, que toma parte en la conversación.
Las intervenciones de la voz de la narración son mínimas y se refieren solo a lo circunstancial, a lo que sucede en el espacio que los rodea. También se utiliza para introducir alguna valoración sobre el pasado o alguna opinión sobre el acto de la narración.
La “búsqueda de un interlocutor soñado” es un tema constante en toda su narrativa. La necesidad de comunicación, de abandonar la soledad, le hace inventar un interlocutor a su medida para recuperar el pasado a través del diálogo con él, su entrevistador. La autora-narradora-protagonista del libro necesita a su interlocutor para comunicar y ser escuchada.
El interlocutor en El cuarto de atrás es un misterioso personaje que va a escuchar lo que la protagonista quiere contar, todos sus recuerdos desordenados que están en la memoria de la escritora.
El interlocutor ideal, el hombre de negro, aparece para avivar su memoria y recuperar un pasado que durante muchos años ha estado dormido, esperando que alguien como él llegase para despertarlo del letargo.
Hay una relación muy íntima entre los elementos realistas y los fantásticos. La autora utiliza los elementos fantásticos en su obra para olvidarse de la realidad de la vida política, social y cultural de la España franquista. Lo fantástico está presente en el libro desde el comienzo, a lo largo de toda la novela, hasta el final.
Algunos elementos de carácter fantástico son la cucaracha (terror, miedo, claustrofobia), el hombre de negro (relación diabólica), el espejo. En el espejo confluyen varias identidades: la de Carmen, el hombre de negro y la de Carola. Otro elemento será Cúnigan, la isla de Bergai para refugiarse y evadirse de la realidad.
La conversación telefónica que mantiene con Carola parece a ratos un sueño, a ratos una pesadilla.
La protagonista se desdobla en tres personajes que, en realidad, son uno solo: Carmen, el hombre de negro y Carola (su subconsciente).
Su infancia coincidió con la Guerra Civil, y su adolescencia y juventud con una dura posguerra. A través de sus recuerdos, de sus comentarios, nos traslada a una parte de su infancia fantasiosa y feliz, a su adolescencia y juventud, a aquellos tiempos de guerra y de posguerra.
Carmen es más bien mona, viste con ropa informal, usa gafas de cerca y es sorda, lo que la aísla del mundo y de los demás. Es fumadora y adicta a las pastillas.
Carmen es la autora, narradora y protagonista que habla y se habla a sí misma mediante la presencia ensoñada de otro personaje, el hombre de negro, figura que sirve de pretexto y de hilo conductor para que ella se sitúe en un espacio donde reencontrarse con el pasado y, a la vez, donde dar rienda suelta a sus fantasías. La personalidad de la protagonista la vamos descubriendo a través de sus recuerdos y de su memoria.
Para definirse y dar un sentido a su propia identidad, Carmen cuenta su propia historia a su interlocutor, el cual le sirve de estímulo a su memoria, es el detonante para el recuerdo y la reflexión.
Es un pretexto para que la autora-narradora-protagonista deje libre su fantasía y al mismo tiempo se convierta en parte activa de la narración, interrogándola y obligándola a aclarar ideas. Como un psicoanalista cuya función es la de desordenar la memoria de la protagonista para que los recuerdos vayan apareciendo de forma caótica y así trasladarla a ese “cuarto de atrás” que todos llevamos dentro y que queremos ordenar.
La nueva personalidad del hombre de negro, un poco negativa que nos aporta Carola, nos manifiesta una agresividad antes no descubierta.
El hombre de negro es una figura simbólica ambigua, podría ser el diablo, el interlocutor deseado, el héroe de la novela rosa, el otro yo de la narradora-protagonista. Personaje que entra en escena para que exista el diálogo.
Personaje de folletín que sirve para atraer a los otros dos personajes a un escenario folletinesco. Permite a la narradora conocer otra imagen de su interlocutor bien distinta. Además, le sirve para buscar su propia identidad en Carola (le hace recordar bastantes cosas). Carola sería entonces un desdoblamiento de la protagonista.
Era una habitación donde se guardaban algunas cosas poco utilizadas por los mayores y estaba absolutamente desorganizado, existía espacio para el estudio de ella y de su hermana, pero también había espacio suficiente para el juego, representaba “un reino donde nada estaba prohibido”. La desaparición de este cuarto, con esas características, pues hubo que utilizarlo para cuestiones más prácticas y materiales (el almacenamiento de víveres durante la posguerra), coincide también con el paso de la infancia a la adolescencia de la escritora-protagonista. También utiliza alegóricamente esta expresión “el cuarto de atrás” para representar aquellos recuerdos que tenemos escondidos en el lugar más recóndito de nuestro cerebro y a los que solo podemos acceder en algunas ocasiones, no cuando queremos evocarlos voluntariamente.
El espejo apoya la noción de desdoblamiento asociado a la imagen de la protagonista que se refleja en él. La protagonista, al verse en el espejo, se aleja del momento presente y se traslada al pasado. Puesta delante de su espejo, levanta los ojos y ve delante a la niña y a la adolescente que fue y que ahora miran a la narradora. La protagonista se siente observada. El espejo sirve de “puente” o “túnel del tiempo”. A través de él se traslada a su pasado, a su primera infancia y juventud.
Debajo del mismo se produce la creación de la obra. Es el primer elemento con doble sentido que constituye uno de los símbolos más importantes de la novela. El hombre deja el sombrero sobre los folios mientras hace referencia a la literatura de misterio. Debajo del sombrero van aumentando los folios que al final conforman la novela en sí.
La función del sombrero es la de mediador entre la voz y la memoria de la protagonista. Al final de la novela, aparecen debajo del sombrero negro 182 folios que son el resultado de la interlocución.
La cucaracha sería el símbolo del cambio y también el del miedo a ese cambio. La narradora expresa su miedo a estos insectos que simbolizan el temor a la destrucción de sus propias memorias y de su pasado.
El hombre de negro se convierte en un signo de protección que rescata el pasado de la protagonista de una posible pérdida.
La primera alusión a este elemento que hay en la novela es cuando el hombre de negro le ofrece a la protagonista unas píldoras de colores que hay dentro de la cajita dorada. Las pastillas de colores le hacen recordar, avivan su memoria y a la vez la desordenan.
La simbología de la cajita se relaciona con otros objetos: los vasos de té y los folios.
La cesta de costura simboliza el taller literario en el que la autora trabaja a través de los hilos que representan el continuo fluir de historias, recuerdos y sueños que se enhebran y desenhebran continuamente a lo largo de toda la novela.
Aparecen diferentes objetos que comienzan por la letra C, de igual modo que la inicial del nombre de la autora-protagonista y el título de la novela.
La protagonista sueña que está en una playa y pinta una C en la arena y dibuja una casa, un cuarto, y luego una cama. Tres objetos que comienzan por C. La casa representa el centro del mundo y del universo.
Carola, cucaracha, cuaderno, Carmencita Franco, el cuadro de El mundo al revés, la cajita dorada, la cesta de la costura.
Cúnigan es el lugar imaginario que simboliza las ansias de libertad de la protagonista. Es un lugar para escapar de la realidad y para soñar y sentirse libre. La protagonista siente un gran interés por lo desconocido, por la libertad, esa libertad que se asocia a Cúnigan.
La escritora se ha sentido durante parte de su vida como si estuviera jugando, sin saberlo, al «escondite inglés», como si todo cambiara o desapareciera sin que ella siquiera se diera cuenta de nada, como mirando a la pared mientras todo transcurre a sus espaldas.
Antonio Buero Vallejo nace en 1916 en Guadalajara. Sus obras más reconocidas son El concierto de San Ovidio, La Fundación e Historia de una escalera. Buero Vallejo participó en la Guerra Civil como militante del bando republicano. Fue apresado y condenado a muerte. Su pena fue conmutada por 30 años de prisión, aunque finalmente cumplió siete años en la cárcel. Muere en Madrid en el año 2000 siendo reconocido como uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX.
En 1939 termina la Guerra Civil Española y se implanta la dictadura del general Francisco Franco. Ese mismo año comienza la Segunda Guerra Mundial que terminará con la derrota del resto de regímenes totalitarios en Europa. Esto deja a España aislada en el plano diplomático, económico y cultural. Muchos intelectuales contrarios al régimen franquista decidieron exiliarse para evitar represalias. Los que deciden quedarse tienen que sortear la censura impuesta por la dictadura.
Si interpretamos el significado de forma literal, entendemos que hace referencia a un conjunto de hechos que tienen lugar en torno a la escalera de ese edificio de vecinos.
Por otro lado, interpretando el título de forma simbólica, entendemos que Buero pretende mostrar la escalera como un espacio cerrado del que los personajes no pueden salir debido a sus condiciones.
Además, según las críticas realizadas a esta obra, se pueden dar diversas interpretaciones de la escalera:
Los tres actos se desarrollan en una escalera de un pequeño edificio, la misma que es testigo y símbolo de las diferentes categorías sociales de acuerdo al piso, símbolo de una jaula de la que no se puede escapar. Esta escalera va a dar una inmovilidad al futuro de los personajes que lo único con lo que sueñan es poder salir de esa vecindad para poder cambiar de vida.
El escenario representa una escalera interior de un humilde edificio de vecinos. Hay cuatro portales. Se inicia el acto con el cobrador de la luz, que portal por portal pide la cuenta del recibo. De este modo, conocemos a los inquilinos (personajes principales). Casi todas son familias humildes, con dificultades económicas, solo don Manuel es el que tiene una situación económica más desahogada. En este primer acto vemos cómo se enfrentan dos actitudes contrarias: las que representan Fernando y Urbano. El primero es un soñador individualista que se cree seguro de poder cambiar de vida, triunfar y ascender socialmente para dejar esa gris escalera. Por el contrario, Urbano es un escéptico que no cree que sea posible tal cambio y que, de ser posible, solo se puede conseguir con esfuerzo, solidaridad y trabajo en equipo (él mismo pertenece a un sindicato). Fernando retará a Urbano para ver quién tenía razón comprobando la situación de cada uno dentro de 10 años. A su vez, se plantea también un entramado de relaciones personales entre los personajes principales. Fernando y Carmina se aman. Por su parte, Elvira se siente atraída por Fernando, pero este la ignora. Al final del acto, Carmina y Fernando se prometen amor.
Han transcurrido diez años que no se notan en nada: la escalera sigue sucia y pobre, las puertas sin timbre, los cristales de la ventana sin lavar (acotación del autor). El motivo central de la acción en este acto es que ha muerto el padre de Carmina y los vecinos acuden a su casa para darle el pésame y para el velatorio. Han pasado 10 años y vemos con sorpresa que al finalizar el acto anterior, Fernando y Carmina se prometían amor eterno, sin embargo, en este acto conocemos que ¡Fernando se ha casado con Elvira! No son un matrimonio feliz, tanto Fernando como Carmina siguen enamorados el uno del otro. Fernando se casó con Elvira solo por interés, por su dinero. Elvira al principio estaba enamorada de Fernando, pero también ya está desengañada, quizá solo sigue con él porque tienen un hijo en común. Por otro lado, Urbano entra en relaciones con Carmina. Urbano quiere a Carmina pero ella sigue amando a Fernando; acepta comprometerse con Urbano porque no quiere quedarse sola (él es buena persona y la quiere) y, también, porque al morir su padre, su madre y ella necesitan que alguien las mantenga.
(20 años después, 1949) se observan cambios en la escalera: las ventanas son de colores, está todo más limpio y en la puerta donde vivían doña Asunción y Fernando viven dos personajes nuevos que parecen gente de bien.
Paca es la única de la primera generación que sigue viva porque Generosa y el señor Juan han fallecido.
Aparece Manolín, hijo pequeño de Fernando y Elvira. Es su cumpleaños pero sus padres no están bien económicamente para comprarle unos pasteles.
Rosa y Trini regañan a Manolín al verlo fumar con solo doce años y él les pide un paquete de tabaco por ser su cumpleaños y, además, le confiesa a Trini que está enamorado de ella. Rosa recibía malos tratos de Pepe y, además, él le abandona. En este acto Pepe vuelve en busca de Rosa para pedirle volver a estar juntos pero ella le dice que no.
Aparecen Fernando y Carmina hijos y, cuando Carmina va a entrar a casa, Fernando le dice que tiene que hablar con ella. Ambos se quieren pero Carmina dice que sus padres no quieren que se relacione con Fernando.
Manolín vio a su hermano y Carmina hablando, por lo que va a hablar con su padre Fernando y le cuenta que están juntos. Fernando y Elvira le regañan a Fernando hijo porque dicen que eso es un amor prohibido. Urbano escucha la discusión, sale de casa y empieza a defender a su hija diciendo que todo es culpa de Fernando hijo por ser igual que su padre. Fernando, Elvira, Carmina y Urbano comienzan a discutir por todo lo ocurrido durante esos años y a decirse todo lo que tenían guardado.
Cuando todos regresan a sus casas, Carmina hija sale para hablar con Fernando y le confiesa que sigue amándole y que quieren estar juntos. Fernando le promete que va a trabajar y van a salir de allí porque están hartos de que sus padres les griten y los traten de esa manera. Los padres lo escuchan pero no dicen nada, dejando que sus hijos se ilusionen, recordando lo mismo que les pasó cuando ellos eran jóvenes.
Esta obra nos muestra un reflejo del estatismo social español de la primera mitad del siglo (1919-1949) y hace una crítica mediante la sucesión de generaciones con sueños que se ven incumplidos con el paso de los años, a pesar de muchos esfuerzos y buenas intenciones para ello. Este fracaso genera un gran sufrimiento, impotencia y frustración individual y colectiva entre los personajes, creando un ambiente de rencores y enfrentamientos, sobre todo en la disputa final.
De las cuatro familias que conviven en el quinto piso de la escalera, tres son de clase media-baja, sin llegar a un estado de necesidad pero sí de pobreza. Solo Don Manuel y su hija pertenecen a la clase media-alta y poseen un mayor poder adquisitivo.
Impotencia por no poder salir de su estado socio-económico y resignación ante esta realidad.
La falta de sinceridad es el principal motivo de la frustración amorosa, provocada de diversas formas según cada pareja:
La pareja de Fernando y Carmina hijos es la única que parece ser feliz aunque posiblemente, con el tiempo, les ocurra lo mismo que a sus padres cuando eran jóvenes.
Urbano representa la clase obrera, reflejando la explotación de los trabajadores en las fábricas cobrando salarios bajos. Apenas se diferencia de Fernando, quien es dependiente de su madre y su suegro, pero Elvira muestra un sentimiento de molestia al haber descendido de clase social por casarse con él, recriminándole que se dirigiera a los demás vecinos, especialmente a Urbano y Carmina.
El autor transmite a la vez el paso del tiempo con lentitud, mediante la repetición de actos cotidianos, y con rapidez, a través de la gran diferencia de tiempo entre un acto y otro (diez y veinte años respectivamente). Con ello logra que los problemas y el destino parezcan inmutables y solo cambien los vecinos. Se observa de forma clara en Urbano y en Fernando con sus ilusiones juveniles, finalmente fracasadas.
A pesar de encontrar tantos factores que provocan la frustración en los personajes, ellos no hacen valer la libertad del ser humano como medio para cambiar su destino fatal y como consecuencia son ellos mismos (además de las condiciones concretas que se les presentan) los responsables, en parte, de sus actos y su destino.
Buero reduce cualquier problema dramático a la lucha del hombre por la libertad, inmerso en sus limitaciones.
La incomunicación entre padres e hijos y el autoritarismo de los padres sobre los hijos está presente en toda la obra, además de las quejas de los hijos (futuros padres autoritarios) por la falta de comprensión de sus padres. Este problema se transmite de generación en generación.
Desde aquí se muestra un carácter circular de la obra.
El espectador tiene la impresión de presenciar unos hechos que han sido efectivamente extraídos de la realidad. Se apoya en el uso de un lenguaje adecuado a los personajes y a las situaciones.
El enfoque desde el que percibimos la obra cambia según nos acerquemos a ella como lectores o como espectadores. Cuestiones fundamentales que conocemos a través de las acotaciones del texto pueden pasarnos inadvertidas en la representación.
Acotación es aquella parte del texto que no forma parte del diálogo y a través de la cual el autor facilita indicaciones para la comprensión o el modo de representación de la obra. Van siempre entre paréntesis y se escriben en cursiva.
Existen dos tipos de acotaciones:
Un monólogo es aquella intervención de un personaje que no está dirigido directamente a un interlocutor. En la obra solo encontramos el monólogo de Paca, que habla sola mientras sube las escaleras (comienzo del tercer acto). Se trata de un monólogo de reflexión, en el que Buero pone al espectador en antecedentes de lo ocurrido entre este acto que comienza y el anterior.
El espectador de Historia de una escalera tiende a identificarse con los personajes gracias a la impresión de espontaneidad que transmite el diálogo.
Su característica principal es la recurrencia. Tenemos la sensación de que los personajes podrían seguir hablando de los mismos asuntos acto tras acto y, lo que es más, a menudo nos parece que se continúan diálogos comenzados en un acto anterior.
A Buero Vallejo le interesa que su mensaje sea captado fácilmente por el espectador. De ahí que no utilice ideas rebuscadas o conceptos oscuros, ni las frases muestren complicaciones sintácticas.
El lenguaje coloquial de Historia de una escalera posee las siguientes peculiaridades:
Buero pretende reflejar la imagen real de una época a través del lenguaje de los personajes, a cuya situación sociocultural se adecua su forma más o menos vulgar de expresarse. No hay marcadas diferencias en el habla de unos y otros, ya que todos pertenecen prácticamente a la misma clase social.