Portada » Filosofía » Fundamentos y Evolución del Pensamiento Filosófico: De los Presocráticos a Aristóteles
El trabajo filosófico parte de la necesidad de formular preguntas y buscar respuestas racionales, alejadas de la opinión o la creencia infundada. Para ello, el filósofo emplea diversos métodos y herramientas que le permiten desarrollar un pensamiento crítico y coherente. La creación filosófica suele expresarse en el ensayo, donde se presentan y defienden argumentos sustentados en la evidencia.
Por esta razón, las fuentes de información —como documentos, conferencias o registros digitales— deben ser siempre contrastadas, verificadas y citadas correctamente mediante citas textuales, paráfrasis y bibliografía. Comprender e interpretar los textos filosóficos es fundamental para conocer la historia de las ideas y dominar la terminología propia de cada pensador.
Además, la filosofía mantiene un diálogo constante con otras áreas del saber, como las artes y las ciencias, en las que aparecen problemas de tipo antropológico, epistemológico, metafísico, ético o político. Esta capacidad interdisciplinar permite reconocer el pensamiento filosófico en distintas manifestaciones culturales.
Entre las herramientas más valiosas de la filosofía se encuentra el diálogo argumentativo. Según Jürgen Habermas, este diálogo es un “juego de lenguaje” en el que los interlocutores respetan reglas comunes con el fin de alcanzar un consenso racional. Sócrates ya había practicado este método al cuestionar las ideas para buscar la verdad mediante la reflexión compartida.
Finalmente, la investigación filosófica comparte con la científica su propósito de generar conocimiento. Su proceso implica:
La combinación de todos estos métodos permite al filósofo profundizar en la comprensión del mundo y ofrecer herramientas para analizar críticamente la cultura y la sociedad.
La historia de la filosofía demuestra que las preguntas y concepciones filosóficas están determinadas por el contexto histórico, social y cultural en el que surgen, pero también que algunas cuestiones parecen ser universales y constantes en el pensamiento humano. Como señaló Hegel, “la filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos”, lo que significa que cada sistema filosófico refleja el espíritu de su época, aunque a la vez aborda inquietudes que trascienden los límites del tiempo y la cultura.
En cada periodo histórico, las preocupaciones filosóficas adoptaron formas distintas:
Estos ejemplos muestran la historicidad de la filosofía: las preguntas y respuestas se adaptan a las necesidades y mentalidades de cada época.
Sin embargo, existen interrogantes que se repiten a lo largo del tiempo y en todas las culturas:
Estas preguntas universales surgen de la propia condición humana y acompañan al hombre en su búsqueda de sentido y conocimiento. Por ello, puede afirmarse que la filosofía posee una doble naturaleza: es histórica, porque responde a contextos específicos, y universal, porque sus grandes problemas reaparecen una y otra vez. Esta tensión entre lo temporal y lo permanente otorga a la filosofía su valor duradero y su papel como tradición crítica y reflexiva que se renueva constantemente a través de las generaciones.
La filosofía occidental nació en la Antigua Grecia, concretamente en Jonia, hacia el siglo VI a.C., cuando el pensamiento humano comenzó a pasar del mito al logos, es decir, de las explicaciones imaginarias a las racionales. Desde siempre, el ser humano ha intentado comprender el origen y la esencia de las cosas, buscando responder por qué existen, cómo son y cuál es su propósito. En un principio, estas preguntas se satisfacían mediante los mitos, relatos simbólicos que ofrecían respuestas sobrenaturales. El pensamiento filosófico representó un cambio decisivo: la búsqueda de explicaciones basadas en la razón y la observación.
Este paso no fue repentino ni absoluto, sino el resultado de un largo proceso cultural, social y político. Entre los factores que propiciaron el florecimiento del pensamiento racional destacan:
En conjunto, estos factores convirtieron a Grecia en el lugar donde nació la reflexión filosófica. El paso del mito al logos no fue solo un cambio intelectual, sino una nueva forma de mirar el mundo, basada en la razón, la crítica y la búsqueda del conocimiento verdadero.
La filosofía como búsqueda racional del conocimiento del mundo surge en Grecia durante el siglo VI a.C., cuando los pensadores comienzan a sustituir las explicaciones míticas por interpretaciones basadas en la observación y el razonamiento. Estos primeros filósofos, llamados presocráticos, se interesaron principalmente por descubrir el principio originario de todas las cosas, al que denominaron arjé.
En conjunto, los presocráticos sentaron las bases del pensamiento racional y científico, sustituyendo el mito por una búsqueda lógica del orden natural del cosmos.
En la Atenas del siglo V a.C., los sofistas fueron maestros de retórica que enseñaban el arte de convencer en la asamblea. Defendían el relativismo moral y epistemológico, afirmando que no existen verdades absolutas, pues todo depende del punto de vista humano. Protágoras expresó esta idea con su famosa frase “el hombre es la medida de todas las cosas”, mientras Gorgias sostuvo que nada existe ni puede conocerse verdaderamente. Para ellos, las leyes eran convencionales (nomos) y no naturales (physis), cambiantes según cada sociedad.
Frente a ellos, Sócrates defendió el universalismo moral, convencido de que existen verdades y bienes válidos para todos. Su método, el diálogo socrático, constaba de dos fases:
Para Sócrates, conocer el bien implicaba obrar bien; el mal procedía de la ignorancia.
En la democracia ateniense, solo los hombres libres y nacidos en la polis eran ciudadanos con derechos políticos. Participaban activamente en las asambleas y ocupaban cargos públicos, ejerciendo la isonomía (igualdad ante la ley), la isegoría (libertad de palabra) y la koinonía (búsqueda del bien común). Sin embargo, mujeres, esclavos y extranjeros estaban excluidos de la vida política.
Las mujeres permanecían relegadas al ámbito doméstico (oikos), consideradas inferiores por naturaleza y sin acceso a la educación filosófica ni al uso público de la palabra (logos). Solo algunas excepciones rompieron ese silencio, como Aspasia de Mileto, destacada oradora y maestra de retórica en la época de Pericles. Admirada por su inteligencia, enseñó a Sócrates y Pericles las técnicas del discurso persuasivo, convirtiéndose en un símbolo de la presencia femenina en la cultura intelectual de la Grecia clásica.
Platón (427–347 a.C.) y Aristóteles (384–322 a.C.) son dos de los filósofos más influyentes de la historia. Platón, discípulo de Sócrates, unió el interés de los presocráticos por la naturaleza con las preocupaciones éticas y políticas del pensamiento posterior.
En La República, Platón expuso su Teoría de las Ideas, basada en un dualismo ontológico y epistemológico. Según él, existen dos mundos:
Las cosas del mundo físico son copias imperfectas de las Ideas. El alma humana, al nacer, olvida estas Ideas, pero puede recordarlas por medio de la anamnesis, a través del diálogo y la reflexión filosófica. En el Timeo, Platón introduce al Demiurgo, un artesano divino que ordena el caos basándose en las Ideas, creando así un cosmos racional y armónico.
Aristóteles, su discípulo, se apartó del idealismo platónico para desarrollar una visión realista y empirista. Rechazó la separación entre los dos mundos, afirmando que la realidad está compuesta por sustancias concretas formadas por materia (hyle) y forma (morphé), inseparables en la naturaleza (hilemorfismo). Para él, el conocimiento surge de la experiencia sensorial y se eleva a lo universal mediante la inducción.
Explicó el cambio mediante la teoría de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final), entendiendo todo proceso como el paso de la potencia al acto, una tendencia hacia la entelequia, es decir, la realización del propio fin. Este dinamismo natural culmina en el Primer Motor Inmóvil, causa eterna del movimiento y del orden del universo.
En síntesis, Platón busca la verdad en un mundo ideal y trascendente, mientras Aristóteles la halla en la realidad concreta y en la observación de la naturaleza.