Portada » Filosofía » La Filosofía de Kant: Problemas Clave del Conocimiento, la Política y Dios
Immanuel Kant fue uno de los principales defensores de la Ilustración, a la que definió como la “salida de la culpable minoría de edad del hombre”. Según él, tenemos el deber de usar nuestra razón de forma autónoma, una vez que somos capaces de pensar y conocer por nosotros mismos. Esta razón puede usarse de manera teórica (para conocer) o práctica (para decidir cómo actuar). Aquí nos centraremos en su uso teórico, es decir, en su teoría del conocimiento.
Kant observó que los humanos intentan conocer cosas que están más allá de la experiencia sensible, como el alma, Dios o el mundo como totalidad. Esto es lo que hacía la metafísica. En su obra Crítica de la razón pura, analiza los límites de lo que se puede conocer solo con la razón, respondiendo a la pregunta: «¿Qué puedo conocer?». Frente a los dogmáticos racionalistas, que pensaban que sí, y los escépticos empiristas, que lo negaban, Kant propone una posición intermedia: aceptar las críticas del empirismo, pero sin renunciar a la importancia de la metafísica.
Para precisar el sentido de ese supuesto saber metafísico, Kant clasificó los juicios que emitimos al intentar conocer algo según dos criterios:
Kant se interesó por los juicios sintéticos a priori, ya que son universales y necesarios (como los a priori), pero también nos dan nueva información (como los sintéticos). Para saber si son posibles estos juicios, Kant propone un giro copernicano: en vez de buscar las condiciones del conocimiento en los objetos, las busca en el sujeto que conoce. Así nace su idealismo trascendental, que estudia las condiciones a priori que hacen posible el conocimiento, es decir, en lugar de pensar que las cosas son como son por sí mismas, Kant dice que lo que conocemos depende de cómo nuestra mente organiza lo que percibimos.
Según Kant, conocer implica combinar:
Sin ambas facultades no hay conocimiento, solo caos sensible o pura especulación. Estas estructuras están en nosotros y se aplican siempre. Por eso, las matemáticas y las categorías permiten hacer juicios sintéticos a priori: nos dan conocimientos nuevos que no dependen de la experiencia.
Kant concluye que sí podemos conocer cosas a priori, pero solo si se trata de las estructuras mentales que usamos para organizar lo que percibimos, los fenómenos. Lo que no podemos conocer es cómo son las cosas en sí mismas, lo que él llama «noúmenos«, como el alma, el universo entero o Dios. De esas cosas solo podemos imaginar o suponer cosas. Esto se explica en una sección titulada Dialéctica Trascendental.
Aun así, estas ideas no son inútiles: aunque no podamos saber si son verdaderas, podemos hacer un uso regulativo de ellas, sirviéndonos como guías que orientan nuestras investigaciones y nos ayuden a avanzar en el conocimiento.
Kant, filósofo del siglo XVIII, defendió la Ilustración y propuso una filosofía crítica que reorganiza las reflexiones de empiristas y racionalistas.
En ética, Kant sostiene que lo que determina si una acción es moral son las intenciones, las cuales deben seguir el imperativo categórico. Sin embargo, como las intenciones no son perceptibles, el Estado no puede juzgarlas, solo puede juzgar los actos externos. Así, el derecho debe centrarse en lo que se puede observar empíricamente.
Para Kant, la libertad solo puede limitarse si es para que todos tengan las mismas posibilidades de acción. El principio universal del derecho de Kant establece así que una acción es conforme a derecho si es compatible con la libertad de arbitrio de todos los demás según una ley universal, es decir, que una acción es justa si permite que los demás también puedan hacerla en las mismas condiciones. El derecho crea así un sistema de relaciones recíprocas entre personas libres e iguales.
Sin embargo, este sistema no se da espontáneamente. Kant habla de una “insociable sociabilidad”: un impulso de vivir en sociedad, pero también de imponerse sobre otros. Esta tensión puede promover enfrentamientos entre individuos y grupos, pero, a su vez, este conflicto impulsa el progreso, al obligar a establecer normas que regulen la convivencia.
Kant introduce el concepto de un principio universal del derecho como un criterio negativo para evaluar si una ley es justa. No define leyes concretas, pero sostiene que para que el derecho se cumpla y sirva como medio para salir del estado de naturaleza, debe existir un Estado que surja de un contrato originario, estableciendo un Estado civil con una constitución republicana y separación de poderes. Este Estado debe permitir que todos los ciudadanos den su consentimiento a las leyes y estas se decidirán según el buen juicio de la ciudadanía que, basándose en las circunstancias de cada momento, decidirá qué normas permiten la mayor libertad para todos.
Kant afirma que no es necesario que los ciudadanos sean moralmente buenos para que el sistema funcione. Incluso un pueblo de demonios podría regirse por leyes justas si tienen entendimiento. Lo importante es que el sistema republicano debe estructurarse con normas y contrapesos, de forma que los intereses de los individuos se frenen entre sí. Por tanto, la política y el derecho no se basan en el supuesto de que todo el mundo actuará de acuerdo con el imperativo categórico (la moralidad de las personas), sino en mecanismos que garanticen la justicia y convivencia, aunque cada uno busque su propio interés.
Kant no considera la política como la búsqueda del bien común, sino de lo justo, ya que no hay una única idea válida de lo que es el bien o la felicidad. El derecho debe asegurar que cada persona pueda buscar su bienestar sin interferir en la libertad de los demás, creando un marco jurídico. Si el Estado tratara de imponer una concepción de la felicidad y el bien, sería un gobierno paternalista, lo que iría en contra de la autonomía (ya que los ciudadanos serían tratados como menores de edad) y los principios de la Ilustración.
Por último, Kant aborda la relación entre los distintos Estados, ya que en su época no existía un Estado único mundial, sino estados independientes que vivían entre sí en estado de naturaleza sin una autoridad que les obligase a respetar ciertas normas, lo que históricamente ha llevado a guerras.
En su obra La paz perpetua, Kant propone una confederación de naciones que garantice que las relaciones entre Estados sean jurídicas, donde cada uno pueda actuar solo si su acción es compatible con que los demás hagan lo mismo. Esta confederación mantendrá una libertad en el interior de cada país para evitar convertirse en un Estado universal único, que no derive en una tiranía despótica universal, y permitir que los ciudadanos puedan cambiar de país si lo desean.
Kant, filósofo del siglo XVIII, defendió la Ilustración y propuso una filosofía crítica que reorganiza las reflexiones de empiristas y racionalistas.
El problema de Dios en su pensamiento debe entenderse dentro de su distinción entre uso teórico y práctico de la razón. Mientras que la metafísica tradicional buscó probar racionalmente la existencia de Dios, Kant critica esas pruebas en la Crítica de la razón pura y concluye que no podemos conocer a Dios con la razón teórica, ya que no tenemos intuiciones sensibles que lo fundamenten. La idea de Dios, junto con la del alma y la del mundo como totalidad, sobrepasa los límites de la experiencia posible. Por ello, no se puede demostrar ni negar su existencia.
Aun así, Kant considera que la idea de Dios tiene una función regulativa dentro de la razón: guía la razón en su búsqueda de lo incondicionado, aunque no sea un conocimiento empírico.
En la Crítica de la razón práctica, sin embargo, Kant postula a Dios como necesidad moral. Su ética, basada en el imperativo categórico, exige actuar como si nuestras acciones fueran leyes universales. Pero como somos seres finitos, no solo racionales sino también corpóreos y con inclinaciones, no siempre encontramos motivación suficiente en la ley moral. Por eso Kant postula tres ideas necesarias, para garantizar que la virtud se corresponda con la felicidad y que la moralidad sea plenamente efectiva: libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios. La libertad hace que la moralidad tenga sentido; la inmortalidad, el progreso moral más allá de la vida humana; y Dios, como garante del sumo bien, es decir, que las personas racionales sean felices en la misma medida en que han sido buenas, según lo mucho que hayan respetado la ley moral.
En La religión dentro de los límites de la mera razón, Kant desarrolla su concepto de la religión racional y afirma que la religión debe basarse en la moral, no en dogmas o revelaciones. Dios no es un ser cuya existencia se pueda probar, pero es útil como apoyo a la moralidad del ser humano. Por eso, la religión tiene una función práctica: apoya la moralidad porque presenta a Dios como el garante del orden moral y del sentido profundo de la vida ética. Sin embargo, Kant dice que lo más importante de la moral es que promueva la autonomía, es decir, que cada persona actúe libremente guiada por la razón. Todo lo que en la religión no favorezca esa autonomía puede rechazarse. Por eso Kant critica pasajes bíblicos que promueven obediencia ciega, como el mandato a Abraham de sacrificar a su hijo, ya que fomentan la heteronomía.
En resumen, Kant niega la posibilidad de conocer a Dios racionalmente, pero lo considera una necesidad práctica para sostener la moral y el ideal del sumo bien, subordinando la religión a la razón y la ética y defendiendo que su función es reforzar la autonomía moral, no sustituirla.