Portada » Filosofía » Nietzsche: Devenir, Voluntad de Poder y Eterno Retorno
sentimos realizados, siempre desearemos más, cada vez más y en ese constante deseo moriremos, sin ser nunca felices.
Nietzsche desecha el dualismo griego y cristiano y cree que existe una sola vida que debemos vivir con optimismo. Nietzsche negará todos los valores trasmundanos cristianos y platónicos; él dará nuevos valores y dice que no hay que renunciar a la vida como decían los valores cristianos y platónicos, sino que debe haber un amor por la vida. Dar un sí a la vida, amarla tal y como es.
Por lo tanto, la vida es puro devenir; no hay nada inmutable, fijo. Para volver a amar a la vida, la debemos aceptar tal como ella es. Así que la vida es:
Por eso Nietzsche no definirá la vida como voluntad de vivir, sino como voluntad de poder.
Él nos propone la metafísica del devenir y nos hace aceptar lo dionisíaco. En la metafísica del Ser, la esencia es lo apolíneo y lo dionisíaco es apariencia: las Ideas platónicas y Dios son la verdadera realidad, pero el mundo material es apariencia ilusoria y no tiene ningún sentido ni finalidad; así que debemos abandonarlo.
Sin embargo, en la metafísica del devenir, la realidad es mutable, irracional, azarosa; en la del ser, la auténtica realidad es final, inmutable y racional.
Así que la metafísica de la apariencia es sustituida por la metafísica de la esencia.
Nietzsche rechaza este dualismo platónico y cristiano, y solo acepta la vida.
Nietzsche utiliza una metáfora que es el eterno retorno de lo mismo. Para rechazar la concepción lineal del tiempo en la que la vida se sucede en diferentes etapas desde un inicio hasta un final y llega la muerte y con ella una trascendencia a otra vida, al mundo que ellos consideraban el verdadero.
Esta concepción lineal del tiempo, en el cristianismo se ve más claramente, ya que Dios forma el primer capítulo con su creación ex nihilo y la creación del mundo, y esta vida cada capítulo supone una superación del anterior, un proceso hasta que llega la muerte. En el cristianismo, el Juicio Final, en donde ese Dios nos juzgará de nuevo y se producirá una trascendencia, en este caso al paraíso.
Nietzsche propone una concepción del tiempo circular, la cual se dio en la historia hasta la decadencia de la sabiduría trágica. En la concepción circular del tiempo de los trágicos, se interpretó el tiempo bajo la idea de un eterno retorno, de una vida sin principio y sin fin, que renace siempre de sus cenizas, que vuelve a repetir los mismos procesos por toda la eternidad.
Es la concepción circular del tiempo, bajo la que ya no puede hablarse de avance ni retroceso, ni de fin ni progreso.
Esta metáfora circular nos remite a un constante transformarse de la naturaleza, del hombre, en el que ningún hecho, bien físico o cultural, pueda interpretarse desde un punto de vista progresivo, teleológico. Más bien, es el azar, como ausencia de orden, finalidad, racionalidad, sentido, el que preside los incesantes vaivenes, idas y venidas, de la vida.
Nietzsche señala que en la concepción cíclica no hay progreso, no hay una etapa mejor que otra, ya que esos calificativos valorativos que le damos a la vida son invenciones del hombre, ya que la vida simplemente “es”; no hay progreso, el instante es lo único que existe.
Esa fuerza interna a cada instante es la que lo iguala con todos los demás instantes, de ahí la idea de que el instante retorna, en su mismidad, una y otra vez. Debemos instalarnos en ese instante y vivirlo.
Hasta ahora la valoración que se le ha dado a la vida ha sido negativa y se han dado valoraciones a ese mundo trascendente que en realidad es ficción. Sin embargo, Nietzsche reclama darle un sí a la vida y sus instantes y aceptarla con alegría, no así como los estoicos que la aceptaban pasivamente.
Un superhombre puede dar un sí incondicional a la vida.