Portada » Filosofía » La Epistemología en la Medicina: Reflexiones Filosóficas sobre su Naturaleza Científica
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La palabra epistemología proviene del griego epistḗmē, que significa «conocimiento«, y de lógos, «estudio«. Es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento.
La epistemología, como teoría del conocimiento, se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, y los criterios por los cuales se le justifica o invalida. También aborda la definición clara y precisa de los conceptos epistémicos más usuales, tales como verdad, objetividad, realidad o justificación. La epistemología encuentra ya sus primeras formas en la Grecia Antigua, inicialmente en filósofos como Parménides o Platón.
La visión generalizada de finales del pasado siglo XX es que los progresos técnicos están dominando toda la patología humana, fortificando utopías de una salud absoluta y permanente y la vida eterna del hombre. Sin embargo, es crucial plantearse cuáles son los fines racionales y lógicos de la medicina, puesto que su objeto no puede ser prolongar la vida a toda costa.
La primera pregunta que en este sentido debemos hacernos es si la medicina es una ciencia. La respuesta parecería obvia, pero si nos detenemos un instante, encontramos que, en un comienzo, el fundamento de la ciencia moderna era la experiencia, y solo podía tener este valor aquello que se podía someter a control y demostración. Así, el ideal de la certeza se convirtió en la medida de todo conocimiento.
Este modelo caracterizó a la física newtoniana y está cimentado en el paradigma cartesiano y cientificista, analítico y lineal, bajo la ley de causa y efecto. El advenimiento del principio de incertidumbre de Heisenberg en la física cuántica desplaza las leyes formuladas por Newton y el esquema cartesiano. Ahora la ciencia no lo puede todo, no tiene la verdad absoluta. Con este resultado, el fundamento científico de la medicina queda en entredicho, al igual que para el resto de las disciplinas científicas, y la pregunta sobre su objeto continúa vigente.
Según Aristóteles, la sabiduría (sophía) es un saber pleno que solo corresponde a Dios. Los principios del nous (intelecto) se «muestran», no se demuestran; son evidencias primarias e indubitables. En esto se diferencia de la episteme (conocimiento), cuyos principios se demuestran. Sophía, nous y episteme tienen un carácter especulativo; son estrictamente teóricos, no prácticos, y constituyen saberes universales que definen conjuntos, no individuos. La actividad médica, en contraste, no busca verdades universales, aunque tenga principios filosóficos y morales.
Ortega y Gasset afirma: “La medicina no es ciencia. Es precisamente una profesión, una actividad práctica. Como tal, significa un punto de vista diferente de la ciencia. Se propone curar o mantener la salud en la especie humana. A este fin echa mano de cuanto parezca a propósito: entra en la ciencia y toma de sus resultados cuanto considera eficaz, pero deja el resto; está ahí para aprontar soluciones, si son científicas, mejor”.
En efecto, no existe una ciencia médica como tal, sino un discurso científico utilizado por la medicina. Solo hay ciencia de lo general, jamás de lo particular.
Las leyes de la ciencia no se pueden aplicar a la medicina. El sujeto está por fuera de ella, ya que sus síntomas son significantes que hacen que cada cual se pueda distinguir de los demás. La medicina se apoya en la biología, la fisiología, la anatomía y la bioquímica y aplica lo que de ellas se deduce.
Pero la medicina no es una suma de saberes. Sus estudios siempre se han emprendido bajo la presión de la patología. De modo que, mientras en el orden didáctico lo patológico se deduce de lo normal, en el orden heurístico, por el contrario, lo normal se establece a partir de lo patológico. Esto último tiene efectos en el concepto mismo de salud y reafirma la creencia en un mundo sin enfermedades, aunque filosóficamente, este no pueda existir como concepto universal.
La propuesta de la antropología médica para cubrir las deficiencias es ir más allá de la enfermedad, de su patología, para tener en cuenta a las «ciencias humanas». De ser puramente biológica, la medicina se convierte en lo que se denomina ciencia única de la persona, cuya aplicación es la medicina antropológica. Aquí se parte del supuesto de que la separación entre ciencia y conocimientos humanísticos es artificial y constituye un desarrollo tardío en nuestra evolución cultural como resultado de la especialización. La medicina, pues, es un híbrido entre saber y hacer; es un saber hacer.
El modelo antropológico aboga por una concepción de la clínica que posea mayor selectividad e idoneidad en el tratamiento de la singularidad del paciente. Una condición epistemológica implícita de esta teoría médica es la de desarrollar la disciplina médica como «ciencia de acciones» y buscar en la práctica concreta los rasgos que la distinguen de la pura especulación o la pura técnica que aplica principios.
Considerada metateóricamente, la medicina, por su mismo carácter de saber hacer, no es conocimiento puro, sino que está incluida en el contexto en que se desarrolla la cultura que la nutre y la sociedad a la que sirve.
El límite de esta propuesta radica en que, si bien es cierto que puede haber diferentes opiniones (doxa) encontradas, la certeza no es posible, sino la probabilidad. Por lo tanto, la técnica (téchne) y la prudencia (phrónesis) tienen por objeto tomar decisiones concretas no con certeza, sino con recta razón. Esto desemboca en el problema de los intereses, puesto que, según Habermas, no hay conocimiento sin interés, lo cual no garantiza que el saber y el hacer terminen coincidiendo en sus fundamentos y, menos aún, en sus consecuencias.
Otra propuesta la constituye la Medicina Basada en la Evidencia (MBE). En ella se integra la evidencia científica con la experiencia y la habilidad clínica, el conocimiento de la fisiopatología y las preferencias de los pacientes, para la toma de decisiones fundamentada en datos e información cuya veracidad y exactitud estén rigurosamente comprobados.
Para ello se desarrollan guías de práctica clínica, cuyo objetivo es la estandarización de conductas a fin de minimizar variaciones en los patrones de la práctica médica, reducir la mala calidad de la atención, controlar diferencias geográficas en patrones del ejercicio profesional y racionalizar costos.