Portada » Historia » La Construcción de la España Contemporánea: Absolutismo y Liberalismo (1808-1843)
En 1808, la monarquía trasatlántica española se encontraba en una profunda crisis que abarcaba varios frentes:
Esta situación se complicó con la presencia de ejércitos franceses en España, autorizada por el Tratado de Fontainebleau con el pretexto de repartirse Portugal. Aprovechando la inestabilidad, Napoleón Bonaparte obligó a los reyes a abdicar en Bayona y nombró a su hermano, José I, como nuevo rey de España. José I impulsó reformas ilustradas y promulgó una carta otorgada, conocida como el Estatuto de Bayona.
Estos acontecimientos provocaron el estallido de la Guerra de la Independencia. Se formaron juntas locales y provinciales para organizar la resistencia, coordinadas por una Junta Suprema Central que actuaba contra los franceses. En el bando patriota existían diferencias internas entre absolutistas y liberales.
La guerra se caracterizó por ser:
Durante el conflicto, se gestó una revolución política que culminaría en las Cortes de Cádiz.
La guerra tuvo tres fases principales:
Las consecuencias de la guerra fueron devastadoras: una gran mortandad, la destrucción de infraestructuras y una profunda crisis económica y política para el Estado español.
En el contexto de la Guerra de la Independencia, con el poder político derrumbado y gran parte de España ocupada por los franceses, Cádiz se convirtió en el epicentro de la resistencia y el debate político. Mientras se rechazaba la invasión francesa, la monarquía tradicional desaparecía, dando lugar a tres corrientes ideológicas:
Las elecciones de representantes a las cortes fueron irregulares debido a la ocupación militar, pero los liberales obtuvieron la mayoría, en parte porque Cádiz era una ciudad de fuerte tradición liberal. Las cortes resultantes redactaron la Constitución de 1812, popularmente conocida como “La Pepa”. Este texto sentó las bases de los derechos humanos en España, introdujo el concepto de ciudadanía y estableció la soberanía nacional como fundamento de la legitimidad y la representación política, sirviendo de inspiración para los movimientos de emancipación en América.
Además de la Constitución, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes que buscaban desmantelar la sociedad del Antiguo Régimen y crear una sociedad de clases. Entre las medidas más importantes destacan:
Aunque la Constitución de Cádiz no estuvo vigente durante largos periodos, su importancia fue inmensa. Fue adoptada como modelo por otros países y se convirtió en el ideal de los liberales españoles durante las décadas siguientes.
El reinado de Fernando VII se define por la pugna constante entre el absolutismo y el liberalismo. Fue una época marcada por la crisis del Estado, agravada por la Guerra de la Independencia y la pérdida de la mayor parte del imperio en América.
En 1814, Fernando VII, “el Deseado”, regresó a España. A su llegada a Valencia, conspiró contra las Cortes de Cádiz. Un grupo de diputados absolutistas le presentó el Manifiesto de los Persas, un documento que solicitaba al rey la restauración del Antiguo Régimen. Con el apoyo de los sectores privilegiados y de parte del pueblo, el rey derogó la Constitución de 1812 y restauró el absolutismo, la Inquisición y las antiguas instituciones. Se inició una dura represión contra afrancesados y liberales, muchos de los cuales se exiliaron. Como respuesta, surgieron los pronunciamientos militares liberales.
La crisis económica y la inestabilidad política culminaron con el triunfo del pronunciamiento liberal del comandante Rafael del Riego en 1820. El rey se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, dando comienzo al Trienio Liberal. Durante este periodo, se recuperó la legislación de Cádiz y se aprobaron nuevas leyes, como la desvinculación de los mayorazgos y el primer Código Penal. Sin embargo, el Trienio se enfrentó a una doble oposición:
El Trienio Liberal finalizó con una intervención militar extranjera. Un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, entró en España y restauró el poder absoluto de Fernando VII.
El último periodo del reinado, conocido como la Década Ominosa, se caracterizó por una nueva y brutal represión contra los liberales. Sin embargo, desde la propia monarquía absoluta se impulsaron algunas reformas administrativas y fiscales, influenciadas por potencias exteriores y por antiguos afrancesados, para racionalizar los gastos y mejorar la administración. Estas tímidas reformas provocaron la aparición de una oposición ultrarrealista dentro del absolutismo, que se agrupó en torno a la figura del hermano del rey, el infante Don Carlos.
El reinado de Isabel II comienza con la regencia de su madre, María Cristina de Borbón (1833-1840), y el estallido de la primera guerra carlista. Para hacer frente a los carlistas, la regente buscó el apoyo de los liberales, a quienes concedió una serie de reformas moderadas.
Consideradas insuficientes por el sector más progresista de los liberales, las reformas iniciales provocaron una revolución. Se formaron juntas en distintos puntos del país, produciéndose episodios de violencia anticlerical, como las matanzas de frailes, al identificarlos con los carlistas. Finalmente, el Motín de la Granja de San Ildefonso (1836) forzó a la reina regente a restablecer la Constitución de Cádiz y a nombrar un gobierno progresista.
Este gobierno aprobó una nueva constitución, la Constitución de 1837, que intentaba ser un texto de consenso entre las dos grandes familias liberales. Establecía una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, y reconocía derechos como la libertad de expresión sin censura previa y la Milicia Nacional. En este contexto, se llevó a cabo la Desamortización de Mendizábal, que expropió y vendió bienes de la Iglesia, en parte para financiar la guerra y reducir la deuda pública.
En este periodo se consolidaron los dos grandes partidos liberales:
En 1840, los progresistas lideraron una revolución contra la regente, a la que acusaban de favorecer a los moderados. María Cristina se exilió y el general progresista Baldomero Espartero asumió la regencia. Su gobierno fue marcadamente autoritario y militarista, lo que le granjeó el rechazo de gran parte de las élites políticas y sociales. Los moderados promovieron sucesivos pronunciamientos en su contra, que fueron duramente reprimidos. Su regencia finalizó en 1843, tras el Bombardeo de Barcelona, una medida represiva contra una protesta popular motivada por la crisis industrial y una legislación librecambista que perjudicaba a la industria textil catalana.
