Portada » Lengua y literatura » Grandes Movimientos Literarios Españoles: Del Modernismo a la Novela de Posguerra (1880-1975)
Este documento ofrece un recorrido esencial por los movimientos literarios más influyentes en España desde finales del siglo XIX hasta 1975, destacando sus características, autores clave y obras representativas. Exploraremos la renovación estética del Modernismo, la profunda reflexión de la Generación del 98, la síntesis poética de la Generación del 27 y la evolución de la novela española durante la posguerra.
A finales del siglo XIX, la literatura española experimentó una profunda renovación con la aparición simultánea del Modernismo y la Generación del 98. Ambos movimientos surgieron como una reacción al desencanto con la literatura de la época y al rechazo del materialismo burgués, pero se diferenciaron en sus preocupaciones y enfoques. Mientras que el Modernismo tuvo una dimensión cosmopolita y buscó la belleza absoluta a través de la experimentación formal y la evasión, la Generación del 98 centró su mirada en España, reflexionando sobre su crisis y su identidad cultural.
El Modernismo, iniciado en Hispanoamérica en torno a 1880, se caracterizó por su afán de perfección estética y su rechazo de la realidad cotidiana. Sus autores adoptaron dos tendencias principales:
Su lenguaje era elaborado y musical, con el uso de imágenes sensoriales, símbolos refinados y un ritmo poético marcado por la sonoridad y el uso de versos como el alejandrino. En España, el Modernismo fue menos exuberante que en Hispanoamérica y tuvo un tono más introspectivo. Destacaron poetas como Antonio Machado en su primera etapa, Juan Ramón Jiménez y Salvador Rueda, así como narradores como Valle-Inclán, cuya prosa modernista se refleja en obras como Sonatas. Sin embargo, el máximo exponente del Modernismo fue el nicaragüense Rubén Darío, cuya obra Azul… introdujo el movimiento en el mundo hispánico, seguido por Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza, donde evolucionó hacia temas más profundos y políticos.
Por otro lado, la Generación del 98 nació como una reacción al Desastre del 98, que marcó la pérdida de las últimas colonias españolas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Los escritores de este grupo compartían una profunda preocupación por el atraso de España y un deseo de renovación intelectual y moral. Rechazaban la superficialidad del Realismo y se inspiraban en el pensamiento existencialista europeo (Schopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard), lo que los llevó a explorar temas como la angustia vital, la religión, el paso del tiempo y el destino del hombre.
También mostraron un fuerte interés por el paisaje castellano, que veían como símbolo del alma española, y por la historia y las tradiciones populares del país. Su estilo literario se caracterizaba por la sencillez, la sobriedad y el uso de un lenguaje directo, con preferencia por palabras tradicionales y expresiones cercanas al habla popular.
Un caso especial fue Valle-Inclán, quien, aunque comenzó dentro del Modernismo con obras como Sonatas y Flor de santidad, evolucionó hacia una estética más crítica y grotesca: el esperpento. En sus novelas y obras teatrales, como Tirano Banderas y la trilogía El ruedo ibérico, caricaturizó la realidad española con un tono deformado y satírico, anticipando las vanguardias del siglo XX.
Tanto el Modernismo como la Generación del 98 transformaron la literatura española anterior a 1936, marcando un cambio en la sensibilidad artística y en la manera de abordar los problemas sociales, históricos y existenciales de su tiempo.
Durante estos años destaca la Generación del 27, un sólido e influyente grupo poético que conforma una síntesis entre la poesía popular y las vanguardias. Los creadores más reconocibles de la Generación del 27 son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Rafael Alberti y Luis Cernuda. La fecha de 1927 hace referencia a la celebración del tercer centenario de la muerte de Góngora.
Estos poetas conciben la poesía como un arte capaz de interpretar y renovar la realidad; en consecuencia, buscan la perfección formal y conceptual, por eso Góngora es el modelo común. Puede decirse que, aunque estos autores siguieron trayectorias diferentes, todos ellos compartieron la voluntad de integrar vanguardia y tradición.
En cuanto a la evolución de los poetas del grupo, podemos decir que evolucionan desde una poesía pura, vital e idealista, a una poesía social y comprometida, sobre todo a partir del advenimiento de la República. Durante la Guerra Civil, y tras la misma, el grupo se dispersa. Lorca fue fusilado en 1936. La mayoría (Guillén, Salinas, Alberti, Cernuda) marchó al exilio por motivos políticos; en España permanecieron Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre.
A esta generación de poetas pertenecieron también importantísimas figuras femeninas, como Concha Méndez, Carmen Conde o Ernestina de Champourcín.
La temática profunda del teatro de Lorca es la frustración, el conflicto entre la realidad y el deseo, de ahí los destinos trágicos de sus protagonistas. Dividiremos la evolución del teatro lorquiano en tres momentos:
La casa de Bernarda Alba (1936), en prosa, muestra el espacio opresivo de la casa de Bernarda. Podemos decir que el teatro lorquiano rompió con los esquemas teatrales preestablecidos y sentó las bases de la contemporaneidad en la escena española.
El ambiente de desorientación de la inmediata posguerra es acusado en la novela, cuya pobreza queda condicionada por la ruptura con la creación inmediatamente anterior, de asombrosa riqueza y novedad.
En esta época, las notas comunes de las tendencias novelísticas dominantes son el cultivo del realismo y la ausencia de innovaciones formales. Entre estas tendencias, la más valorada es la de la novela existencial. El arranque de este tipo de novelas se produce en 1942 con La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela. Tras Cela, vendrán Carmen Laforet con Nada y Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada. Otras tendencias de la época son la novela de evasión y la novela de guerra.
En 1951 se publica La colmena de Camilo José Cela. A mediados de la década eclosiona la llamada Generación del 50, y se publican novelas como Juegos de manos de Juan Goytisolo o Los bravos de Jesús Fernández Santos. Estas obras sientan las bases de la novela social, a la que precederán o se sumarán autores de la generación anterior, como Miguel Delibes, autor de El camino. A estas obras se suman otras representativas de una línea más objetiva, como Entre visillos de Carmen Martín Gaite.
En los años 60 se empieza a acusar el cansancio del realismo imperante. En esta década no se descuida la crítica social heredada de los años anteriores, pero el novelista desea desarrollar temas sociales a través de la experimentación formal, centrando su atención en el lenguaje y no tanto en la realidad. Por ello, hablamos de la aparición en esta época de la novela experimental, que se alargará hasta entrada la década siguiente. Suele citarse Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos como origen del cambio.
Por el camino abierto por Tiempo de silencio transitan autores que se dieron a conocer con novelas sociales, como Juan Goytisolo (Señas de identidad) o Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), ambos autores de la Generación del 50.
El furor experimental de la década de los sesenta estaba condenado a la extinción por no haber gozado de acogida por parte del público, debido a su rareza y virulencia. La vuelta a la normalidad llegó en torno a 1975 con uno de los escritores de más prestigio hoy en día, Eduardo Mendoza, con su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta. Por tanto, a partir de los setenta, los autores poseen a su disposición una gran libertad de recursos narrativos que enriquecen sus obras de corte tradicional. Ejemplos incluyen a Luis Goytisolo con Las mismas palabras, y a Francisco Umbral con la magnífica novela Mortal y rosa.