Portada » Historia » Grandes Hitos del Siglo XX: España y el Conflicto Global
El fracaso de la Primera República abrió el camino al regreso de los Borbones. Alfonso XII ocupó el trono, siendo sucedido posteriormente por Alfonso XIII. Antonio Cánovas del Castillo, un destacado político y diputado, trabajó incansablemente para establecer un nuevo régimen liberal.
La crítica situación del país fue aprovechada por Miguel Primo de Rivera, un general que dio un golpe de Estado, suspendiendo la Constitución y gobernando por decreto. Su idea era establecer una dictadura temporal para solucionar los problemas del país y luego retirarse. Los primeros años de la dictadura parecieron prometedores: se puso fin a la rebelión de Marruecos con la ayuda de Francia y se llevó a cabo una ambiciosa política de obras públicas. Sin embargo, para financiar estas obras, tuvo que recurrir a préstamos, lo que aumentó la deuda pública. Sus intentos de reformar los impuestos y hacer que las clases altas contribuyeran más encontraron una fuerte oposición. También implementó una política represiva contra los grupos anarquistas y comunistas. Convocó una Asamblea Consultiva con la idea de que redactara una Constitución, pero la propuesta no fue de su agrado y no la aprobó. Este fracaso, unido a la falta general de apoyos, provocó la dimisión de Primo de Rivera, lo que a su vez generó una grave crisis, ya que Alfonso XIII se encontró sin respaldo. Finalmente, se convocaron elecciones municipales donde la unión de socialistas y republicanos obtuvo la victoria.
La victoria de las fuerzas republicanas y socialistas en las elecciones municipales provocó la renuncia de Alfonso XIII y la proclamación de la República el 14 de abril de 1931.
El Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes, en las que las fuerzas republicanas y socialistas obtuvieron una nueva victoria, lo que permitió la aprobación de una nueva Constitución. Esta ley fundamental reconocía el sufragio universal (incluido el femenino), la aconfesionalidad del Estado, una amplia declaración de derechos y la posibilidad de conceder autonomía a ciertas regiones. Las Cortes eran unicamerales y el poder ejecutivo quedó en manos del Presidente del Gobierno y sus ministros. Una vez aprobada la Constitución, se eligió Presidente de la República a Niceto Alcalá-Zamora y se formó un gobierno ordinario presidido por Manuel Azaña. El Presidente de la República actuaba como árbitro y mediador entre los poderes.
Este gobierno puso en marcha una serie de intensas reformas:
A estas reformas se sumó la concesión de autonomía a Cataluña, que encontró una fuerte oposición de la derecha, y el desarrollo de una avanzada legislación laboral. Estas reformas desgastaron considerablemente al gobierno, ya que irritaron a la derecha y a las clases altas, y no lograron satisfacer plenamente a las clases bajas y a la izquierda obrera. Esta tensión provocó disturbios y ocupaciones de tierras, a los que el gobierno respondió con represión policial. Esta situación culminó cuando el presidente Alcalá-Zamora convocó elecciones para noviembre de 1933.
En las elecciones de noviembre de 1933, la derecha se presentó organizada gracias a la creación de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), una coalición de partidos de derecha que aceptaban el juego democrático, dirigida por J.M. Gil Robles. Los partidos del gobierno, republicanos y socialistas, terminaron muy desgastados y divididos. Con esta situación, las elecciones fueron ganadas por la CEDA, pero sin mayoría absoluta, lo que la obligó a buscar un socio de gobierno: el Partido Republicano Radical, liderado por Alejandro Lerroux. La izquierda sufrió un revés significativo. Alcalá-Zamora nombró Presidente del Gobierno a Lerroux, mientras que la CEDA lo apoyaba en las Cortes. La acción del gobierno radical-cedista se centró en paralizar las reformas del bienio anterior. Esto provocó protestas de sindicatos y partidos de izquierda, lo que llevó a la convocatoria de una huelga general en octubre de 1934.
Las protestas (la llamada Revolución de Octubre de 1934) no triunfaron, pero lograron desgastar considerablemente al gobierno de Lerroux. En 1935 estallaron dos escándalos de corrupción:
Estos escándalos provocaron la dimisión de Lerroux. Gil Robles pretendió entonces que Alcalá-Zamora lo nombrara Presidente del Gobierno, pero este se negó y convocó elecciones para febrero de 1936.
Para estas elecciones, Izquierda Republicana y el PSOE formaron el Frente Popular, una coalición a la que se unió el Partido Comunista. La derecha intentó una coalición similar, pero no tuvo éxito. Finalmente, las elecciones fueron ganadas por el Frente Popular. Una de sus primeras decisiones fue cesar a Alcalá-Zamora y nombrar Presidente de la República a Manuel Azaña, retomando con más fuerza todas las reformas del primer bienio que habían sido abandonadas.
La victoria del Frente Popular provocó que las clases altas y la derecha renunciaran a la vía democrática y comenzaran a plantear la posibilidad de dar un golpe de Estado para recuperar el poder. En 1936 se intensificaron los enfrentamientos entre partidos de izquierda y de derecha. El 17 de julio se sublevó el ejército en Marruecos y el 18 en la península. Aunque la izquierda logró evitar su triunfo total, la situación derivó en una guerra civil.
Contaba con el apoyo de la oligarquía industrial, financiera y agrícola, y con la mayor parte del ejército. Controlaban Marruecos, la Meseta Norte, Galicia, Navarra y parte de Aragón. Inicialmente, tenían una gran desventaja táctica.
El bando leal a la República contaba con el apoyo de la pequeña burguesía urbana, los obreros y los campesinos. Controlaba la fachada mediterránea, Andalucía, la cornisa cantábrica y la meseta sur, incluyendo Madrid. Fueron frecuentes las crisis internas y las luchas entre distintas facciones. Además, contaba con pocas unidades militares fieles, por lo que ganaron importancia los milicianos, civiles armados por partidos y sindicatos.
Ante esta situación, Francia y Gran Bretaña propusieron la creación de un Pacto de No Intervención. Sin embargo, Alemania e Italia, aunque firmaron el pacto, no lo cumplieron y enviaron material bélico y voluntarios para ayudar a los sublevados. Gracias a este apoyo, los sublevados lograron cruzar el Estrecho de Gibraltar mediante un puente aéreo proporcionado por las fuerzas nazis y fascistas.
A partir de este momento, los sublevados, con un ejército mejor organizado y la ayuda nazi-fascista, tomaron la iniciativa en la guerra y fueron conquistando progresivamente la península. En las retaguardias, la guerra desencadenó episodios de violencia y represión.
En el bando republicano, se produjeron ataques contra sospechosos de apoyar a los sublevados. El gobierno intentó controlar esta situación prohibiendo las matanzas y encarcelando a los violentos. El caos provocado por la guerra fue aprovechado también por algunos partidos obreros.
En el bando sublevado, la represión fue sistemática y controlada desde el mando militar. Se buscaba eliminar físicamente a aquellos sospechosos de apoyar a la República, persiguiendo a sindicalistas, políticos del Frente Popular y militares que no secundaron el golpe de Estado. La autoridad quedó pronto en manos del general Franco, quien estableció un régimen dictatorial con elementos copiados del fascismo italiano y el nazismo alemán.
Durante los primeros meses de la guerra, Alemania invadió Polonia sin demasiado esfuerzo, gracias a la estrategia de la Guerra Relámpago (Blitzkrieg). Ante la inacción de Francia y Gran Bretaña, Alemania invadió en 1940 Dinamarca y Noruega para eliminar posibles cabezas de puente, y atacó y ocupó Bélgica y Países Bajos, comenzando la invasión de Francia. Alemania atacó por las Ardenas y llegó a París, arrollando al ejército franco-británico. En junio de 1940, Francia se rindió y fue ocupada por Alemania. Italia entró en la guerra al lado de Alemania. Los británicos evacuaron a sus hombres como pudieron de Francia en la Batalla de Dunkerque.
Una vez ocupada Francia, el siguiente paso era Gran Bretaña. Para invadir las islas, se inició una intensa campaña de bombardeos y combates aéreos conocida como la Batalla de Inglaterra. La situación para Gran Bretaña era desesperada, pero una serie de errores tácticos alemanes, la falta de combustible y la dura defensa británica hicieron fracasar los planes alemanes. Esta fue la primera gran derrota alemana en la guerra. Gran Bretaña estaba lejos de poder respirar, pues Alemania cambió de táctica y decidió asfixiarla hundiendo todo barco gracias a una potente flota de submarinos, en lo que se conoció como la Batalla del Atlántico. Solo la invención del sonar permitió a Gran Bretaña descubrir y hundir los submarinos alemanes. Pero estos contratiempos no evitaron que Hitler siguiera con sus planes. En los primeros meses de 1941, ocupó Yugoslavia y Grecia, y obligó a Hungría, Rumanía y Bulgaria a entrar en la guerra a favor de Alemania. Alemania controlaba así gran parte de Europa y pudo dedicarse a su próximo objetivo: la URSS.
Hacia 1943, aunque no estaba claro cuándo terminaría la guerra, sí lo estaba que las potencias del Eje no podían ganarla. El cambio de perspectiva era evidente, pero eso no significaba que el conflicto hubiera terminado. Tras Stalingrado, el objetivo aliado era abrir un segundo frente en Europa, lo cual no era nada fácil. El primer gran desembarco aliado no se realizó en la costa atlántica, sino en el Mediterráneo, en Sicilia. Esta operación provocó el desmoronamiento de la Italia fascista: un golpe de Estado depuso a Mussolini y el país se rindió a los Aliados, aunque la defensa alemana en Montecassino detuvo temporalmente el avance aliado. Estancado el frente italiano, se planteó la imperiosa necesidad de abrir un segundo frente en Europa. El problema de los submarinos alemanes, que podían detectarse bajo el agua, fue neutralizado.
El lugar elegido fue la costa de Normandía en junio de 1944. Casi un millón y medio de soldados desembarcaron en Francia y establecieron una cabeza de puente en la que es considerada la mayor operación bélica de la historia. La operación fue un éxito y en pocos días se abrió el ansiado segundo frente en Europa occidental. Ahora Alemania tuvo que dividir sus fuerzas, y el fin de la guerra se vislumbraba más cerca. En el Este, Alemania se batía en retirada, mientras Gran Bretaña y EE.UU. sometían a las ciudades alemanas a durísimos bombardeos indiscriminados, considerados por algunos como acciones criminales. En marzo de 1945, los norteamericanos llegaron al Rin y en abril los soviéticos cercaron Berlín. En mayo, Hitler se suicidó y Alemania se rindió incondicionalmente. La guerra había terminado, al menos en Europa.