Portada » Filosofía » Fundamentos de la Ética y la Moral: Corrientes Filosóficas Esenciales
La filosofía práctica busca explicar cómo debería ser el mundo en el que vivimos. Dentro de ella se encuentra la ética, que intenta dar razones para discernir qué está bien y qué está mal, y para comprender el sentido de nuestras acciones y de la vida.
Aunque a menudo se confunden, la ética es una rama de la filosofía que busca ser universal y razonada, mientras que la moral se refiere a las normas y costumbres que rigen a cada persona o grupo, y puede depender de la cultura o la religión.
Aristóteles defendió una ética centrada en la persona, con normas claras, basada en la razón y válida para todos. Para él, el objetivo principal de la vida es alcanzar la felicidad (eudaimonia), y todas nuestras acciones se orientan hacia este fin. Sin embargo, la felicidad no se reduce a la posesión de dinero, placer o fama, aunque estos puedan contribuir.
La verdadera felicidad reside en el uso de la razón, considerada la facultad más elevada del ser humano. Así, para Aristóteles, ser feliz implica vivir pensando, reflexionando y actuando con inteligencia.
La prudencia es una virtud cardinal. Es la capacidad de aplicar la inteligencia para tomar decisiones correctas en situaciones complejas. Esta prudencia nos ayuda a forjar un carácter virtuoso, desarrollando otras virtudes como la valentía, la generosidad o la serenidad.
Para Aristóteles, las virtudes se adquieren mediante la práctica y el hábito; no nacemos con ellas. Cada virtud se sitúa en un punto medio entre dos extremos viciosos. Por ejemplo:
Este punto medio, o equilibrio, no es universal; depende de la persona y de la situación específica. Por ello, la persona prudente es aquella que sabe elegir el justo medio en cada momento.
El utilitarismo es una teoría ética centrada en las consecuencias de las acciones, fundamentada en la búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número de personas. Fue desarrollada por pensadores como Jeremy Bentham, John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill. En la actualidad, mantiene una gran relevancia, especialmente en los países anglosajones.
Según esta teoría, una acción es moralmente correcta si produce la mayor felicidad o bienestar para el mayor número de individuos. Se evalúan las consecuencias de nuestras acciones, considerando si generan bienestar o malestar, incluso en los animales, dado que también experimentan placer y dolor.
Aunque el utilitarismo relaciona la felicidad con el placer, distingue entre diferentes tipos de placeres. Los placeres intelectuales, como los derivados del pensamiento, la empatía o el arte, son considerados superiores a los placeres meramente corporales o egoístas.
El utilitarismo también aboga por una sociedad justa y democrática, donde la participación ciudadana y el respeto a los derechos sean fundamentales. Para lograrlo, considera esencial una educación de calidad que fomente el pensamiento crítico, la solidaridad y el respeto hacia los demás.
La justicia es una virtud cardinal, fundamental tanto para los individuos como para la sociedad. Una persona justa trata a los demás con respeto, igualdad e imparcialidad. En el ámbito social, la justicia facilita una convivencia pacífica, estableciendo reglas que organizan la distribución de bienes, la sanción de delitos y los intercambios.
El filósofo John Rawls propuso un influyente experimento mental para determinar si las reglas de una sociedad son justas, al que denominó «posición original». En este escenario hipotético, un grupo de personas debe diseñar las leyes fundamentales de una sociedad sin conocer su propia posición futura en ella (si serán ricos o pobres, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, etc.). A esta condición de desconocimiento la llamó «velo de ignorancia».
Dado que nadie conoce su posición futura, todos tenderán a crear leyes justas e imparciales para todos, previendo la posibilidad de encontrarse en una situación desfavorecida.
Esta teoría fue enormemente influyente, aunque también recibió críticas; algunos argumentaron que podría restringir ciertas libertades, mientras que otros señalaron que podría justificar ciertas desigualdades.
Una teoría ética es un marco conceptual que busca definir qué es lo bueno o lo malo, y sirve para evaluar acciones, decisiones o el carácter de las personas.
Existen diversos tipos de teorías éticas, clasificadas según distintos criterios:
Immanuel Kant sostuvo que la ética no se centra en la búsqueda de la felicidad, sino en el cumplimiento del deber. Para él, ser moralmente bueno no implica necesariamente ser feliz, y muchas cualidades o bienes que parecen deseables (como el placer o la prudencia) pueden ser utilizados para fines inmorales.
Lo único que es bueno sin restricción es la buena voluntad, pero solo si es libre y actúa por deber.
Cuando actuamos por interés, por miedo, por costumbre o por imposición externa, nuestra voluntad no es libre; a esto se le denomina voluntad heterónoma (controlada desde fuera). En contraste, cuando decidimos por nosotros mismos hacer lo correcto, sin buscar ningún beneficio o fin ulterior, nuestra voluntad es autónoma.
Kant afirma que actuar moralmente bien es cumplir con el deber por el deber mismo, es decir, porque es lo correcto, sin importar las consecuencias ni el beneficio personal que pueda derivarse.
Esto implica que nuestras acciones deben ser universalizables y deben respetar la dignidad intrínseca de todas las personas.