Portada » Filosofía » Exploración Filosófica de la Trascendencia: Posturas Históricas sobre Dios y el Ser Humano
Llamamos “ventanas del alma” a aquellas experiencias más profundas que todo ser humano experimenta. Estas experiencias son:
Sirven para atisbar algo del misterio de la condición humana que se resiste a ser considerada pura materia y nos indican una naturaleza espiritual que nos abre a otra dimensión: Dios.
La visión materialista es reductiva porque la pretensión de que las actividades más elevadas del hombre se expliquen desde la simple organización compleja de la materia es reduccionista, negando así cualquier dimensión no física o trascendente.
Cuando decimos “Dios” nos referimos a un Ser absoluto y trascendente, Ser viviente y personal, Autor de la Ley moral.
Hoy en día, es más difícil encontrar a Dios debido principalmente a varios factores que dificultan la apertura a la trascendencia:
El racionalismo es una corriente que establece la razón como la medida de todas las cosas: las cosas existen en tanto se entienden. Rechaza todo lo sobrenatural o superior a la razón, incluyendo cualquier concepto de Dios que no sea asequible a la inteligencia (como el deísmo).
Esta postura parte del prejuicio de que la realidad es unidimensional, considerando cierto solo aquello que acontece y es verificable lógica y científicamente. El Siglo de las Luces es su mejor exponente histórico.
El fideísmo es una corriente (a menudo asociada al irracionalismo) que sostiene que la fe no necesita de ningún presupuesto racional o lógico. No requiere atender a motivos de credibilidad ni buscar fundamentos racionales para creer. Bastaría con el testimonio interno de Dios en el creyente, lo que implica la negación de la racionalidad de la fe.
La analogía entis es el fundamento de la posibilidad de entendimiento mutuo, basado en que los seres humanos somos parecidos, hablamos un lenguaje común y tenemos conceptos análogos de las cosas, lo que permite la relación y la comprensión.
Negación por Lutero: Martín Lutero niega la analogía entis porque la considera inútil para la solución, aunque no negaba la posibilidad de un conocimiento natural de Dios.
El modernismo es una corriente conectada a otras tendencias protestantes del siglo XIX. En algunos pensadores católicos, supuso una cierta “protestantización” o afinidad con las ideas luteranas.
Para el modernismo, la fe es, en última instancia, un ciego sentimiento religioso que brota de lo inconsciente. Los contenidos objetivos de la fe pierden relevancia en orden a la salvación. La fe se reduce a un grito inarticulado, lo que implica el rechazo a cualquier pretensión dogmática y a la sobrenaturalidad de la fe.
Esta postura sostiene que la razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, no posee facultad ni derecho para franquear los límites de estos.
El materialismo es la corriente de pensamiento que afirma que fuera del mundo físico, el único conocido, nada existe. Niega cualquier dimensión espiritual en el ser humano que no sea reductible a sus elementos orgánicos o inorgánicos.
Sostiene que incluso las actividades más elevadas del hombre se explican desde la simple organización compleja de la materia. Esto implica la negación absoluta de toda trascendencia, siendo una postura de importancia decisiva en la filosofía de la modernidad.
El agnosticismo es la suspensión de todo juicio en torno a la existencia de Dios.
Esta suspensión puede deberse a:
El agnosticismo hunde sus raíces en corrientes que cuestionan la capacidad del conocimiento humano para acceder a la verdad íntima de la realidad:
Todas estas posturas sugieren que la realidad es opaca y no se nos muestra en su íntima verdad.