Portada » Historia » El Siglo XIX en España: De las Cortes de Cádiz a Isabel II
El documento se refiere a la composición de los miembros de las Cortes de Cádiz, reunidas en 1810 en el contexto de la Guerra de Independencia Española (1808-1814). Su propósito era la redacción de una nueva constitución para España, la Constitución de 1812, conocida como «La Pepa», que sentaría las bases del liberalismo en el país. Las Cortes fueron un hito en la historia política española, ya que marcaron un intento de transformación hacia un sistema constitucional en medio de la ocupación francesa y la lucha por la soberanía nacional.
El documento destaca la composición social de los diputados de las Cortes de Cádiz, evidenciando la influencia de ciertos sectores privilegiados. Un tercio de los diputados pertenecía al clero, lo que reflejaba el poder de la Iglesia en la política de la época, aunque muchos de estos clérigos apoyaban las reformas liberales. Otro tercio estaba compuesto por profesionales liberales como abogados, médicos y comerciantes, representando a la burguesía emergente. La nobleza tenía una presencia muy reducida, con solo un 5% del total de diputados, y la clase popular no tenía representación significativa, ya que la mayoría del pueblo se encontraba combatiendo en la guerra.
El documento resalta que la representación en las Cortes estuvo dominada por aquellos que tenían los recursos para trasladarse a Cádiz durante la ocupación francesa, lo que resultó en una falta de conexión entre las decisiones políticas y las necesidades del pueblo llano. De este modo, las reformas liberales impulsadas en Cádiz estuvieron dirigidas por una élite económica e intelectual, sin una representación equitativa de todas las clases sociales.
Las Cortes de Cádiz marcaron un punto de inflexión en la historia política de España, estableciendo las bases del liberalismo mediante la promulgación de la Constitución de 1812. Sin embargo, la composición de las Cortes reflejaba que el proceso estuvo en manos de sectores privilegiados, como el clero y la burguesía, que promovieron reformas que beneficiaron principalmente a sus propios intereses.
La desamortización de bienes eclesiásticos y comunales favoreció a la burguesía, mientras que las clases populares quedaron en gran medida excluidas de los beneficios de la revolución liberal.
A pesar de sus ideales de igualdad y libertad, la nueva estructura política consolidó el poder de una nueva élite económica, reemplazando el antiguo régimen estamental por un sistema basado en la riqueza. Esto provocó tensiones sociales que desembocaron en conflictos posteriores, dificultando la consolidación de un Estado liberal estable en España.
Las medidas reformistas del reinado de Carlos III pueden clasificarse en cuatro ámbitos, según afecten a la iglesia, el trabajo, la educación o la economía. Por lo que respecta a la iglesia, se reivindicó la autoridad de la corona sobre la iglesia española y se expulsó a los jesuitas. En cuanto al trabajo, se declararon honestas todas las profesiones, al reconocer la utilidad pública de las actividades profesionales. La educación recibió un gran impulso gracias a la obligatoriedad de la educación primaria. En el terreno económico se limitaron los privilegios de la Mesta y se colonizaron nuevas tierras, se apoyó también a la actividad industrial. En cuanto al comercio se establecieron aranceles para proteger el comercio nacional. Se crearon también las Sociedades Económicas de Amigos del País.
El Honrado Concejo de la Mesta, creado en 1273, era una asociación de ganaderos trashumantes que consiguió grandes privilegios del rey Alfonso X en lugar de los intereses agrarios, como leyes y tribunales propios. Se organizaban en cuadrillas con centros en Cuenca, Segovia, Soria y León. Se centró en la cría de ganado ovino, cuya lana era exportada desde los puertos del Cantábrico al norte de Europa. Este comercio fue muy lucrativo.
El reinado de Fernando VII (1784-1833) es una etapa crucial en la historia de España, marcada por el conflicto entre absolutismo y liberalismo, la pérdida del imperio colonial y las tensiones internas que definirían la transición hacia la modernidad. Su mandato puede dividirse en tres fases principales:
Cada una de estas etapas refleja las tensiones sociales y políticas de su tiempo.
El reinado de Carlos IV (1788-1808) supuso el inicio de la crisis del Antiguo Régimen. Su valido fue Manuel Godoy y en su reinado se dio una importante crisis económica. A su vez, en 1789 se produjo la Revolución Francesa. Después de la ejecución de Luis XVI, Carlos IV declaró la guerra a la Francia revolucionaria. Tras una serie de derrotas españolas se firmó la Paz de Basilea (1795), que supuso la amistad con Francia, y se dieron acuerdos entre Francia y España como los Tratados de San Ildefonso. España y Francia se aliaron contra Gran Bretaña, sufriendo derrotas como la de la Batalla de Trafalgar (1805). Después, Francia decretó el bloqueo continental contra Gran Bretaña. Napoleón y Godoy acordaron el paso de las tropas francesas por España para invadir Portugal (aliado de Gran Bretaña) en el Tratado de Fontainebleau (1807), pero Napoleón terminó invadiendo España también. Ante esta situación, Godoy fue detenido en el Motín de Aranjuez y Carlos IV abdicó en Fernando VII. En las Abdicaciones de Bayona, Fernando VII devuelve la corona a su padre, y este se la entrega a Napoleón, que nombra nuevo rey de España a su hermano José I (el cual fue respaldado por los ilustrados o afrancesados). Sin embargo, el pueblo se sublevó y el 2 de mayo de 1808 se produjo el alzamiento popular en Madrid, que se extendió al resto de España. Al existir un vacío de poder se crearon Juntas Provinciales de Defensa, y finalmente se desencadenó la Guerra de la Independencia, la cual se divide en 3 fases:
Consecuencias de la Guerra: Se estiman unos 500.000 muertos. La natalidad descendió, y muchas infraestructuras fueron destruidas. La guerra española fue decisiva para la derrota napoleónica, y tras terminar comenzó el proceso de emancipación de las colonias americanas.
El reinado de Fernando VII comienza en 1814 y termina en 1833, y está caracterizado por las tensiones entre los liberales y los absolutistas. Esto va a suponer un retraso en el liberalismo, restaurando un régimen absolutista.
Fernando VII había abandonado el país como monarca absoluto y regresó (tras el Tratado de Valençay) como un monarca constitucional, con la Constitución de 1812 ya implementada. Su reinado (1814-1833) se divide en 3 etapas, marcadas por los cambios políticos que se produjeron y por los cambios de ideología política que tenía:
La mayoría de edad de Isabel II se desarrolla entre 1843 y 1868, periodo en el que se va a consolidar la implantación definitiva del liberalismo.
Después de que el general Narváez pusiera fin al pronunciamiento militar de Espartero, Isabel II asumió el trono (1843) y encargó la formación del Gobierno al Partido Moderado.
Espartero fue nombrado nuevo jefe de Gobierno, y se llevaron a cabo la Desamortización de Madoz (1855), la Ley de Ferrocarriles y la Ley Bancaria. Sin embargo, se produjeron levantamientos obreros, lo cual se tradujo en una crisis de gobierno: Espartero dimitió e Isabel II confió el gobierno a O’Donnell, que reprimió las protestas.