Portada » Lengua y literatura » Recorrido por el Teatro y la Novela en la España del Siglo XX
Nos situamos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Jacinto Benavente opta por crear obras que plantean problemas poco conflictivos, adaptándose a los gustos del público. Su obra incluye comedias burguesas y dramas rurales, destacando La malquerida y Los intereses creados.
Paralelamente, nos encontramos con la comedia costumbrista, marcada por los sainetes, composiciones de tema humorístico y popular. Destaca Carlos Arniches con obras como El Santo de la Isidra. El propio Arniches también creó la tragedia grotesca, sobresaliendo La señorita de Trévelez.
También el teatro poético, escrito en verso e influido por el Modernismo, donde destacaron los hermanos Machado, con La Lola se va a los puertos, o Eduardo Marquina, con En Flandes se ha puesto el sol.
La Generación del 98 llevó a cabo una serie de intentos renovadores, como Unamuno con Fedra o Azorín con Lo invisible. Sin embargo, será Valle-Inclán quien destaque en este periodo. Al inicio de su obra teatral, Valle-Inclán se inscribe en la corriente modernista decadente. Alrededor de 1920, Valle-Inclán desarrolla el esperpento, un género propio basado en la deformación de personajes y valores, con el que denuncia diversos aspectos de la sociedad. Usa frecuentemente los contrastes (lo cómico contrapuesto a lo trágico) y una gran riqueza del lenguaje, que se aprecia en los distintos registros. Las obras esperpénticas son la trilogía Martes de Carnaval y Luces de Bohemia.
El teatro de la Generación del 27 se caracteriza por un acercamiento al pueblo y la creación de compañías teatrales como «La Barraca», que pretendían educar al público. Autores importantes son Alejandro Casona, con su obra La dama del Alba, donde se mezcla realidad y fantasía; y Max Aub, con una valiosa producción teatral como San Juan. El autor más destacado es Federico García Lorca, cuyo teatro poético suele abordar el enfrentamiento entre el individuo y la autoridad, predominando las protagonistas femeninas. El teatro de Lorca puede clasificarse en diferentes estilos: farsas (sobre matrimonios de interés), teatro lírico, teatro surrealista y, el más importante, los dramas rurales. Dentro de estos últimos, destaca la trilogía rural: Bodas de Sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Las tres presentan rasgos comunes como la ambientación en el campo andaluz, el desenlace trágico y la mujer como protagonista.
El teatro de este periodo, formalmente anticuado, representaba una realidad falsificada. En la creación dramática encontramos dos líneas:
La década de los cincuenta se inicia con obras clave como Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Sus temas abordan los problemas de obreros y gente humilde, mostrando las desigualdades sociales. Destaca el realismo, donde la escena imita espacios cotidianos con rasgos costumbristas. Sobresale en este periodo Buero Vallejo, entre cuyas obras destacan El concierto de San Ovidio y Un soñador para un pueblo.
En esta época, el teatro continuará con la línea de protesta y denuncia de la injusticia social. José María Recuerda estrena Las salvajes en Puente San Gil para criticar el conservadurismo burgués de la época. También surgen los grupos de teatro independiente.
Tras una etapa inicial en la que, con la desaparición de la censura, se intenta llevar a escena todo aquello que había sido prohibido en décadas anteriores, se asentará un teatro caracterizado principalmente por autores consagrados. En esta época se consolida un teatro en libertad. Destacan autores como Antonio Gala, con Anillos para una dama, y el también muy realista José Luis Sanchis Sinisterra, con ¡Ay, Carmela!, obra en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.
Las etapas históricas se correlacionan con diferentes modos de creación novelesca.
Durante los años cuarenta, España se caracteriza por la represión política. Se publican novelas triunfalistas y de evasión, aunque en esta época destacan las de corte existencialista, que describen una realidad crítica y dolorida de España. Dos novelas clave son La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, que inicia el tremendismo, y Nada, novela existencialista escrita por Carmen Laforet.
A principios de los años cincuenta, surge en España la Generación del Medio Siglo, cuyos miembros pretenden denunciar la situación social. Esta novela social opta por el objetivismo. La obra característica de esta época es La Colmena, de Camilo José Cela. También podemos destacar obras como Los Santos Inocentes. Sobresalen otros autores como Juan Goytisolo, con Juegos de manos, o Ignacio Aldecoa, con El fulgor y la sangre.
Por otro lado, en los años sesenta, la sociedad española experimenta una importante transformación, surgiendo así la novela estructural, cuyo objetivo es indagar en la personalidad del individuo a través de su conciencia y su contexto social. La novela también se moderniza, incorporando las grandes aportaciones de novelistas extranjeros. La obra más característica de estos años fue Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos, con un contenido social, pero a su vez, con carácter innovador mediante la revisión intelectual de la realidad y la renovación de las técnicas narrativas. Otros autores significativos continuadores de esta línea renovadora son Camilo José Cela con su obra San Camilo, y Miguel Delibes con obras como Cinco horas con Mario.