Portada » Geografía » Transformaciones Económicas y Urbanísticas en España (Siglos XIX y XX)
El Plan Cerdá consistía en una red cuadrangular de calles que definían manzanas edificadas en forma cuadrangular y achaflanadas por las cuatro esquinas. Esta red uniforme de calles, que se extendía por una superficie de 8 x 4 km, estaba atravesada por dos grandes vías trazadas en diagonal sobre la cuadrícula (la Meridiana y la Avenida Diagonal), más anchas que las demás calles y que convergían en la Plaza de las Glorias Catalanas.
Desde el punto de vista morfológico, el objetivo general propuesto por el Plan Cerdá era el de ruralizar lo urbano y, al mismo tiempo, urbanizar lo rural para superar la oposición campo-ciudad. Esto se lograría mediante:
El proyecto de «La Ciudad Lineal», para el ensanche de Madrid, fue realizado por Arturo Soria a partir de 1892. Con este plan urbanístico, Soria pretendía:
El crecimiento urbano trajo consigo problemas graves, como la falta de viviendas y el hacinamiento en suburbios sin infraestructuras ni servicios. Sin embargo, a principios del siglo XX, la mayoría de la población española continuaba siendo rural; los españoles que residían en núcleos de menos de 20.000 habitantes representaban un 70 %, y más de la mitad de estos vivían en núcleos de menos de 5.000 habitantes.
El resultado fue un dualismo muy acentuado entre el campo y la ciudad, origen de muchas tensiones sociales.
En la España de fines del siglo XIX, época de grandes contrastes, se pueden identificar tres grandes áreas económicas:
La economía española se encontraba ante el gran dilema del proteccionismo o el librecambismo. Durante todo el siglo XIX, la economía estuvo fuertemente protegida por altos aranceles aduaneros que encarecían las importaciones y aseguraban una reserva del mercado nacional.
Tras la Revolución de 1868, el ministro Laureano Figuerola estableció un nuevo arancel (1869) que buscaba abrir la economía española al exterior para promover el desarrollo económico, aunque no se implantó totalmente. Sin embargo, debido a la crisis mundial del comercio agrario en la década de los ochenta (causada por la gran oferta mundial y la bajada de precios por el comercio ultramarino), el gobierno de Cánovas suprimió el arancel anterior y estableció uno nuevo, de carácter proteccionista, en 1891.
La finalización del sistema ferroviario estimuló la expansión económica y el crecimiento de las ciudades. Las líneas principales, construidas antes de 1868, jugaron un papel crucial:
La articulación del mercado interior potenció el pequeño comercio y facilitó la aparición de nuevas figuras comerciales, como el viajante o representante. Sin embargo, estas nuevas formas de comercio interior supusieron un grave peligro para la artesanía, especialmente la rural, que no pudo competir con las grandes industrias.
A pesar de estos avances, el escaso desarrollo industrial de muchas regiones y el predominio de una economía agrícola con pocos intercambios limitaron el volumen de mercancías transportado, afectando los beneficios de los promotores ferroviarios.
No obstante, a finales del siglo XIX, el ferrocarril comenzó a ejercer un efecto de arrastre sobre la industria siderúrgica y metalúrgica nacional, reduciendo la dependencia exclusiva del exterior que había existido hasta entonces.
La principal zona de producción de hierro era Vizcaya. La gran demanda internacional de este mineral español se debió a dos factores clave:
Los yacimientos más importantes de carbón se encuentran en Asturias, donde la minería del carbón alcanzó su mayor desarrollo. Esto se explica por varias razones, además de la riqueza de los recursos del subsuelo:
La economía española durante el primer tercio del siglo XX se caracterizó por los siguientes elementos:
