Portada » Lengua y literatura » Realismo y Naturalismo en España: Movimientos Literarios Clave del Siglo XIX
La aparición en Europa de gobiernos autoritarios, la consolidación de la burguesía de inclinación conservadora y la organización de las clases obreras para defender sus derechos proporcionan el contexto propicio para la aparición de este tipo de literatura.
En España, tras la revolución «La Gloriosa», que destronó en 1868 a Isabel II, asistimos a un breve período de monarquía constitucional (Amadeo de Saboya), a la Primera República y a la Restauración de la monarquía (Alfonso XII). En el poder se alternan entonces gobiernos conservadores y liberales (turnismo). Se inicia la expansión industrial y aparecen las primeras organizaciones obreras, mientras en el campo subsiste el caciquismo.
Las principales corrientes ideológicas y científicas de la época influyen decisivamente en las nuevas tendencias artísticas:
Reacciona contra el idealismo y propone la investigación de los hechos observables y medibles, considerando la experiencia como el punto de partida del saber.
Propone la transformación de la realidad mediante la lucha de clases y la abolición de la sociedad burguesa hasta conseguir implantar el socialismo. La filosofía no debe limitarse a interpretar el mundo, sino que debe transformarlo.
Destaca la adaptación del individuo al medio, la lucha por la vida y la selección natural. Al mismo tiempo, Mendel da a conocer sus «leyes de la herencia», que demostrarán la influencia genética en el individuo.
La novela realista pretende la reproducción fiel de la vida del individuo, al que no se presenta aislado, sino inmerso en el ambiente y en la sociedad que le rodean. Para ello toma a menudo como modelo los métodos de observación de las ciencias experimentales. Se trazan amplios frescos de la sociedad contemporánea y la pintura de los caracteres da origen a la novela psicológica.
El conflicto entre individuo y sociedad, denunciando los males de esta, es un tema recurrente. Se trata de asuntos siempre contemporáneos. La clase media, sus problemas y aspiraciones están en el punto de mira del escritor.
Se describen detalladamente, convirtiendo estas novelas en un documento sociológico muy importante. Los escenarios son generalmente urbanos, aunque no faltan escritores que eligen el medio rural como escenario.
Se estudian con minuciosidad en inolvidables retratos psicológicos, destacando tanto sus características sociales como sus propios conflictos personales.
Predomina la sencillez para reproducir con exactitud la realidad. El lenguaje se adapta a la condición social y características del personaje (decoro). La narración se produce generalmente en tercera persona y es frecuente el narrador omnisciente.
Se trata de un movimiento literario iniciado en Francia por el novelista Émile Zola. Este imprime a sus novelas un carácter científico, aplicando las teorías evolucionistas y positivistas de la época y el método experimental para resaltar la carencia de libertad del individuo desde una ideología marxista: el naturalista describe y analiza al ser humano, que está determinado por el medio, por el momento histórico y por la herencia biológica.
Expone la miseria humana (corrupción, alcoholismo, enfermedades mentales…) para denunciar la sociedad burguesa.
Se describen escenarios sórdidos de manera aún más detallada que en la novela realista, intentando demostrar el determinismo ambiental.
Marginales, determinados por las leyes de la herencia.
La observación pertinaz de la realidad conduce a descripciones aún más detallistas.
Aparecen obras que se consideran de transición entre el romanticismo y el realismo: La gaviota de Fernán Caballero (donde aparece idealizado el ambiente popular andaluz) y El escándalo o El niño de la bola de Pedro Antonio de Alarcón (apologías de la moral católica).
Los escritores utilizan las obras para defender sus ideas en detrimento de la calidad. Escritores tradicionalistas, que defienden los principios católicos a través de personajes maniqueos, son José María de Pereda (Sotileza, Peñas arriba, El sabor de la tierruca…) y Armando Palacio Valdés (La hermana San Sulpicio, La aldea perdida…). Desde una postura liberal, Benito Pérez Galdós en su primera etapa también manifestó actitudes tendenciosas, atacando la intransigencia religiosa (Doña Perfecta, La familia de León Roch…).
En estos años los escritores publican sus mejores obras: Benito Pérez Galdós destaca por la creación de personajes y por su capacidad para integrar la historia del país en ellos (Fortunata y Jacinta, Miau, La de Bringas, La desheredada, Episodios nacionales…). Clarín (Leopoldo Alas), de espíritu liberal y crítico, es el autor de la mejor novela realista, La Regenta (un alegato contra la Iglesia y la hipocresía de la sociedad burguesa). Juan Valera se puede considerar una «anomalía literaria» puesto que está más preocupado por las cuestiones estéticas (Pepita Jiménez, Juanita la larga…). Las novelas de Emilia Pardo Bazán incorporan elementos naturalistas, aunque solo en los aspectos formales (descripciones minuciosas y documentadas, influencia del medio y situaciones escabrosas) en Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza. Por último, Vicente Blasco Ibáñez, considerado como el escritor español más claramente naturalista, representa la vida miserable de la huerta valenciana en obras como La barraca, Cañas y barro, Arroz y tartana…
La novela tiende al psicologismo, a la investigación de las actividades del espíritu. Galdós escribe entonces novelas en las que predominan el amor y la caridad cristiana: Nazarín, Misericordia, El abuelo…
Marcada por la mentalidad burguesa, poco idealista. Ramón de Campoamor escribe Humoradas, Doloras y Pequeños poemas, caracterizadas por un evidente prosaísmo. Núñez de Arce muestra un tono declamatorio y grandilocuente en Gritos del combate.
La comedia realista manifiesta su preferencia por los temas contemporáneos y el enfoque didáctico. Destacan: Adelardo López de Ayala (Consuelo, El tanto por ciento), Manuel Tamayo y Baus (Locura de amor, Lo positivo) y José de Echegaray (El loco Dios, Mancha que limpia).