Portada » Formación y Orientación Laboral » Panorama de las Relaciones Laborales y Negociación Colectiva en América Latina: Argentina, Brasil, Chile, México y Perú
Las últimas décadas han estado marcadas por fuertes vaivenes económicos en diversos países de América Latina, impactando significativamente las relaciones laborales y la negociación colectiva. A continuación, se presenta un resumen de la situación en Argentina, Brasil, Chile, México y Perú.
Durante los años 90, el neoliberalismo promovió la desregulación del mercado y la privatización, lo que afectó duramente al empleo. A partir de 2002, se inició una etapa de recuperación económica con un fuerte crecimiento del PIB y una reducción notable del desempleo. Sin embargo, la informalidad laboral, el subempleo y el empleo precario siguen siendo problemas estructurales. El Estado ha tenido que intervenir con subsidios y programas sociales para evitar despidos masivos.
A pesar de la recuperación del empleo registrado, no se ha consolidado un nuevo régimen laboral estructurado, y persisten altos niveles de desigualdad. El sindicalismo ha mantenido su capacidad de movilización, pero no ha logrado incluir de forma efectiva en su agenda los temas del empleo no registrado o la tercerización.
La negociación colectiva en Argentina está legalmente regulada desde 1953. Se caracteriza por una fuerte centralización en grandes sindicatos y cámaras empresariales, con intervención del Estado tanto en la homologación de convenios como en la definición de unidades negociadoras. Los convenios se aplican incluso a trabajadores no afiliados, y se mantienen vigentes hasta su renovación.
Brasil ha vivido importantes transformaciones en sus relaciones laborales, especialmente a raíz del llamado “Novo Sindicalismo” de los años 80, que impulsó una mayor movilización obrera en oposición al modelo corporativista del régimen militar. Aunque la Constitución de 1988 amplió derechos laborales, el sistema sindical corporativo heredado de Getúlio Vargas sigue vigente.
Durante el gobierno de Lula (2003–2010), se redujeron el desempleo y la informalidad, pero sin modificar de fondo la estructura sindical. El modelo institucional impone la unicidad sindical por zona y profesión, la financiación obligatoria, y una negociación colectiva centrada principalmente en el nivel supraempresarial, aunque con tendencias descentralizadoras.
La negociación colectiva puede ser de tres tipos:
A pesar de algunas mejoras económicas y laborales, no se ha logrado democratizar plenamente las relaciones laborales ni aumentar la representatividad sindical.
En Chile, el sistema laboral se ha mantenido débil desde el regreso a la democracia. Aunque ha habido crecimiento económico, no se ha traducido en mejoras significativas en la calidad del empleo ni en fortalecimiento del sindicalismo. Las instituciones laborales son poco eficaces, y predomina una relación muy asimétrica entre empleadores y trabajadores.
Los sindicatos han perdido influencia, y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) se ha fragmentado con la aparición de nuevas centrales. La escasa cobertura de la negociación colectiva —limitada a empresas individuales y sin carácter obligatorio— ha contribuido a esta debilidad. Existen múltiples sindicatos y “grupos negociadores” dentro de una misma empresa, lo que fomenta la competencia interna y da ventaja a los empleadores, que pueden extender beneficios sin negociar con sindicatos.
México cuenta con una larga tradición normativa en el ámbito laboral desde 1917. Sin embargo, la práctica ha distado mucho del ideal legal. Desde los años 80, las reformas neoliberales han generado una flexibilidad laboral no oficial, con una altísima tasa de empleo informal. Esto ha afectado profundamente al sindicalismo tradicional, que ha perdido representatividad y capacidad de negociación.
Además, el contexto económico global y la apertura a tratados internacionales han transformado las relaciones laborales. Hoy en día, el sindicalismo debe enfrentarse a fenómenos como el outsourcing, el trabajo precario, la discriminación laboral y la subrepresentación de nuevas formas de empleo, todo lo cual exige una modernización urgente de las formas de negociación colectiva.
A pesar del “milagro económico” vivido entre 2002 y 2013, con una fuerte reducción del desempleo y del subempleo, casi la mitad de la población ocupada carece de derechos laborales básicos. Esto se debe a factores estructurales como la alta informalidad, la baja productividad y una institucionalidad laboral débil.
El sindicalismo es muy frágil, y la legislación laboral favorece claramente a los empleadores. Predomina una cultura laboral marcada por la asimetría de poder y la baja capacidad estatal de fiscalizar el cumplimiento de los derechos. A pesar de los avances macroeconómicos, la equidad laboral y la inclusión siguen siendo grandes asignaturas pendientes.