Portada » Lengua y literatura » Panorama de la Literatura Española Contemporánea: Poesía y Teatro (1939-1990)
La década de 1940 fue la más dura de la posguerra, coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial (España se mantuvo neutral). Fue un periodo de intensa censura, prohibición del derecho de reunión y asociación, y restricción del empleo de otras lenguas en la educación y la administración.
Encontramos poetas coetáneos a Miguel Hernández (nacido en 1910) bajo la influencia de la Generación del 36, incluyendo a: Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Gabriel Celaya, Luis Felipe Vivanco, Juan Gil-Albert y Leopoldo Panero.
Dámaso Alonso redujo las tendencias poéticas a dos caminos principales:
Destacan José Hierro y José María Valverde. También surge el movimiento Postismo en 1945, impulsado por Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y otros. Este movimiento reivindica la libertad expresiva y la imaginación, buscando un surrealismo ibérico y rechazando la angustia existencialista.
El Grupo Cántico, con figuras principales como Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente y Pablo García Baena, también se desarrolla en este periodo.
Esta etapa se caracteriza por una apertura exterior: el pluralismo externo permite la entrada de España en la ONU (1955) y un cambio en la política económica, lo que provoca un crecimiento de la renta nacional. Se consolida el realismo social, marcado por dos libros fundamentales: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya. Vicente Aleixandre, con Historia del corazón, centra su idea en la solidaridad, y publica la Antología consultada (1952).
Los autores se dividen en dos grupos: poetas que publicaron obras en los años 40 (Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Hierro) y poetas de la Generación de Medio Siglo.
Se produce un crecimiento económico que modifica la sociedad. El turismo y la inversión extranjera son los principales motores. En la segunda mitad de la década, surge una nueva fuerza de oposición al régimen. Autores como José Hierro o José María Valverde no se encuadran en esta nueva tendencia.
Poetas nuevos, recogidos en antologías como el “Grupo poético de los años 50”, incluyen:
Hay una preocupación por el hombre, muestras de inconformismo y realismo crítico. Se comienza a hablar de la poesía de la experiencia.
En esta década empiezan a publicar poetas jóvenes (nacidos entre 1939 y 1948). La antología Nueve “Novísimos” poetas españoles de José María Castellet da a conocer a estos jóvenes:
Pere Gimferrer, con Arde el mar y Dibujo de la muerte, representa a la Generación del 68.
Destaca la postura esteticista de Luis Antonio de Villena (Huir del invierno), que critica la ingenuidad de la literatura realista. Frente a los Novísimos, se alza el Equipo Claraboya, cuya antología Teoría y poemas supuso un ataque contra ellos.
José Luis García Martín, en 30 años de poesía, sintetiza las tendencias posteriores:
Autores de estas tendencias incluyen a Ana Rosetti, Álvaro Valverde, Blanca Andreu, Miguel D’Ors, Luis García Montero y César Antonio Molina.
Tras la Guerra Civil, se vivieron años duros en los que los escritores tenían dos opciones: el exilio o la adecuación a un país de miseria, represión y censura. El impacto negativo se acentuó por la muerte de Lorca y Valle-Inclán (1936).
Durante los años 40 predominó el teatro de evasión (comedias mediocres, melodramas y zarzuelas). Destacó la comedia burguesa, heredera de la “alta comedia” benaventina, y el teatro ideológico (José María Pemán o Calvo Sotelo).
El teatro humorístico, intrascendente en apariencia, fue cultivado por:
En los años 50 surgen inquietudes existenciales a partir de Historia de una escalera (1949) de Buero Vallejo. Este teatro aborda los problemas de la sociedad española, convirtiéndose en teatro de protesta y denuncia. Surgen dos posturas:
Atenúa la crítica, utiliza el carácter simbólico y denuncia la injusticia, el inconformismo, el sufrimiento, la búsqueda de la verdad y la ética. En El tragaluz emplea la técnica de “inmersión” del público.
Teatro sin concesiones, que busca despertar conciencias y transformar el mundo (ej. La mordaza).
Entre los años 50 y 60 surge el teatro social-realista, con temas como la injusticia social, la explotación y las precarias condiciones de vida (ej. La camisa, El tintero).
La década de los 70 se caracteriza por el experimentalismo, la crítica social y la oposición al realismo (el llamado “teatro subterráneo”). Se innova en la escenografía, se emplean técnicas audiovisuales, la acción se distribuye en fragmentos y los personajes tienen un carácter simbólico.
A finales de la década, los grupos teatrales independientes rechazan el teatro comercial. El espectáculo, la luz, la danza y la música priman sobre el texto (Tábano, La Cubana, etc.). Con la llegada de la democracia, se representan autores prohibidos con el respaldo del Centro Dramático Nacional.
En los 80, la tendencia se dirige al neorrealismo, abordando temas de actualidad. Aparece un nuevo costumbrismo con autores como:
Desde los 90, se observan varias tendencias: desde el teatro de signo intelectual y reflexivo (Juan Mayorga) a uno más narrativo (García May), pasando por el teatro vanguardista (Rodrigo García). Existe un interés por mostrar el mal del mundo contemporáneo, aunque con cada vez menos espacio para los autores nuevos.