Portada » Historia » La Revolución Liberal en España: De Cádiz a la Restauración Absolutista (1809-1833)
Las Cortes de Cádiz fueron la institución representativa que determinó la abolición del Antiguo Régimen. Su labor incluyó una nueva tarea laica, por un lado, desamortizadora, la abolición de los privilegios, los señoríos, así como la abolición de los gremios y de la Inquisición. Su objetivo era crear un mercado interno mediante la liberación de la economía. Se trataba de aplicar fórmulas de economía y política preliberales, como la tendencia a la desvinculación de los campesinos respecto de su señor, la ruptura de las relaciones de vasallaje y la movilidad de los individuos dentro de un pretendido mercado laboral, lo que contribuyó al fracaso de este primer liberalismo. Esta política también había sido implementada, de forma independiente, por José I, especialmente la desamortización eclesiástica, la abolición de la Inquisición e incluso algunas obras de remodelación urbanística.
Se trataba de un documento que la nación se daba a sí misma en pleno ejercicio de su soberanía y de forma libre, a través de sus legítimos representantes. Esta Constitución es una de las más largas de la historia constitucional de España, con 384 artículos divididos en 10 títulos. Proponía una monarquía constitucional y unas Cortes monocamerales, es decir, sin Senado. Proclamaba la separación de poderes. Por otra parte, se trataba de un texto muy doctrinal, desde el punto de vista ideológico difícil de reformar, que trataba de regular hasta el más mínimo detalle de la vida española en “ambos hemisferios”, es decir, tanto en España, metrópoli, como en América.
Sin embargo, la Constitución de 1812 es más bien un mito, pues no pudo aplicarse ni en 1812, en medio de una guerra que arrastraba a toda la población, ni después, al ser abolida por Fernando VII en 1814. Solo tuvo aplicación durante el Trienio Liberal (1820-1823), y fue nuevamente abolida desde 1823 hasta 1833.
Cuando Fernando VII regresó a España, el país estaba exhausto, con los campos arrasados, la escasa industria destruida, las ciudades y villas arruinadas y las infraestructuras demolidas. Sin un mercado interior y con el exterior dañado, y en vías de desaparición. El impacto demográfico fue tremendo, con muchos muertos; los franceses sufrieron numerosas bajas y una América colonial en proceso de rebelión.
Lo ocurrido en España era reflejo de lo acontecido en Europa. Así, el final de las guerras napoleónicas trajo consigo la restauración absolutista y el intento de volver a los antiguos privilegios. Los representantes de este primer liberalismo abogaron por una monarquía constitucional moderada. Eran los doceañistas. Muchos oficiales, antiguos guerrilleros, demostraron su apego a esta idea, como Mina, Francisco Manzanares, entre otros. Así nació el pronunciamiento, un modelo de alzamiento político (no es exactamente un golpe de Estado).
El 1 de enero triunfó en Cabezas de San Juan un pronunciamiento que tuvo eco más o menos inmediato en Galicia, Asturias, Castilla y León, sin intervención represiva efectiva. Pero el ánimo de sus súbditos estaba dividido y oscilaba hacia el absolutismo. Habida cuenta de los resultados de la gestión anterior: hambre, carestía, especulación, paro artesanal y campesino, desarraigo y la desvinculación del trabajo tradicional, sin un mercado laboral aún abierto. La miseria crecía entre las clases más pobres.
La existencia de dos ejércitos: la milicia nacional y la milicia realista, lo que supuso un marco favorable a la guerra civil. El Trienio Liberal estuvo protagonizado por las llamadas Sociedades Patrióticas, sociedades secretas como la masonería y los carbonarios, que tenían eco por toda Europa. Cafés y tertulias como el de la Cruz Verde, Lorenzini o la Fontana de Oro, y Teatros como el de la Cruz o el Real, fueron centros de debate.
Aunque los doceañistas se mostraran más moderados o sosegados respecto a los más jóvenes o veinteañistas, la tendencia fue al enfrentamiento armado. Entre los gobiernos destacaron: Bardají, Feliú, Martínez de la Rosa y Evaristo San Miguel.
La Guerra Realista (1821-1823) aparece como un conflicto armado de guerrillas entre la milicia realista y la milicia nacional. El cura Merino tomó parte del lado realista, al igual que El Trapense. Del lado liberal, Espoz y Mina tomó Castellfullit y Urgel. Pero en Europa se preparaba la intervención armada que repondría a Fernando VII en sus derechos de nuevo. El rey fue confinado en Cádiz, y, en el Congreso de Verona, la Santa Alianza decidió intervenir militarmente. Así llegaron los llamados Cien Mil Hijos de San Luis al mando del duque de Angulema, primo de Luis XVIII, quienes restauraron a Fernando VII tras la toma del Trocadero, en la bahía de Cádiz.
Quienes no pudieron huir fueron represaliados. El propio Rafael de Riego y Arco Agüero fueron ejecutados, acusados de lesa majestad. La represión, o el Terror de 1824, según el episodio de Pérez Galdós, alcanzó a Mariana Pineda, acusada de coser una bandera antimonárquica (1831) y sometida a garrote vil; al general Torrijos, engañado por Vicente Moreno, gobernador de Málaga, quien se fingió de su bando, pero luego hizo fusilar a Torrijos y a sus 56 compañeros.
Otros aspectos de la Ominosa Década ajenos a la represión son: la sublevación de los Malcontents o Agraviats, quienes acusaban al rey de tibio y de venderse a los liberales moderados que admitían a Fernando VII como rey; la crisis agraria en el campo catalán suscitó un levantamiento que buscaba ya en D. Carlos un sustituto, plasmado en el Manifiesto de los Realistas Puros. Fernando planeó reformas en la Administración, una Exposición Universal, la liberación de la economía, reformas del Código Penal y de Comercio, y la creación de los modernos ministerios.