Portada » Historia » La Restauración Borbónica en España (1874-1902): Cánovas, Turnismo y el Desastre del 98
Tras el golpe militar de 1874 de Martínez Campos, comenzó la Restauración, cuyo principal artífice fue Cánovas del Castillo. Cánovas redactó las ideas de este nuevo periodo en el Manifiesto de Sandhurst, que fue firmado por el rey y establecía los pilares: monarquía constitucional, catolicismo y suspensión de las Constituciones de 1845 y 1869. Este sistema de la Restauración alfonsina o sistema canovista se fundamentó en una nueva Constitución: la Constitución de 1876, la de mayor vigencia en la historia de España hasta 1923. Sus rasgos principales fueron:
Este periodo también se caracterizó por el «turnismo», pues Cánovas defendía que los partidos debían estar al servicio de la monarquía para asegurar la estabilidad política. Se crearon dos partidos principales:
Fuera de este juego político quedaban los republicanos, carlistas, movimientos obreros y nacionalistas. Para lograr este turno pacífico, se acordó la manipulación electoral. Siguiendo esta pauta:
Para ello, el poder político se centralizaba en los altos cargos de Madrid, gobernadores civiles y caciques, quienes concedían favores a cambio de votos. Por ello, este sistema también se conoció como «encasillado» o «pucherazo». La Ley Electoral de 1878 eliminó el sufragio universal masculino, otorgando mayor poder a los alcaldes, y la Ley Electoral de 1890 restauró el sufragio universal masculino.
El reinado de Alfonso XII comenzó con el Partido Conservador. Durante su reinado se concluyeron conflictos como la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de los Diez Años en Cuba con la Paz de Zanjón. En 1881, accedió al poder el Partido Liberal de Sagasta, que impulsó la puesta en práctica de derechos y libertades, aprobando así medidas librecambistas.
El rey murió en 1885 y María Cristina de Habsburgo actuó de regente. Esto puso en peligro el sistema de la Restauración porque, aunque la reina estaba embarazada, no se había asegurado un heredero varón. Para evitar el regreso de Isabel II, se firmó el Pacto de El Pardo, por el que Cánovas cedía el gobierno al Partido Liberal. Comenzó así el «Gobierno Largo» (1885-1890), que fue presidido por Sagasta y realizó importantes reformas liberales, como la Ley de Asociaciones, la Ley del Jurado y la Ley del Sufragio Universal de 1890. A partir de 1890, el sistema se consolidó, ya que estas reformas fueron respetadas por los conservadores. La situación de las colonias, la cuestión social y el auge de los regionalismos desataron la crisis de 1898, marcando el fin de esta etapa de la Restauración.
Al sistema canovista se opusieron diversos movimientos, entre ellos:
Cuyo objetivo era la creación de un proyecto nacional propio. Tuvo influencia en:
Tras su derrota en 1876, cerró su etapa de confrontaciones armadas. Su principal representante político fue Cándido Nocedal.
Tras el fracaso de la I República, se dividió en:
Comenzó en 1879 cuando Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que fue legalizado en 1881 por Sagasta. El PSOE combinó el ideario revolucionario marxista con medidas más realistas. En 1887, se estableció la Ley de Asociaciones, gracias a la cual se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT). La meta del PSOE era la transformación revolucionaria de la sociedad.
El Anarquismo fue la ideología obrera más influyente de la Restauración. Se centró en la captación de seguidores y, en ocasiones, en la acción terrorista. Tuvo gran influencia en el campo andaluz y entre los obreros catalanes. El primer congreso obrero español se celebró en Barcelona (1870), donde se constituyó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT. Durante la Restauración, Paul Lafargue (socialista) formó un grupo de tipógrafos con Pablo Iglesias al frente.
Todo el imperio español, excepto Puerto Rico, Cuba y Filipinas, se había independizado en la época de Fernando VII. Con respecto a Puerto Rico, no había problemas significativos, ya que gozaba de autonomía y se había abolido la esclavitud. El movimiento autonomista se dividió entre aquellos que buscaban mayor autonomía dentro de España y los independentistas. La fuerte presencia española contribuía a frenar las aspiraciones independentistas.
En Cuba, las reformas fueron más polémicas, incluyendo la abolición de la esclavitud y la ampliación del censo. Los intereses españoles en la isla se oponían a las reformas y chocaban con los intentos de conceder autonomía. Por el contrario, los independentistas del Partido Revolucionario Cubano (fundado por José Martí) se dividieron en tres corrientes: españolista, autonomista e independentista.
Las Islas Filipinas tenían una escasa presencia española, lo cual originó un movimiento independentista dirigido por la Liga Filipina, fundada por José Rizal.
En 1895-1898 se dio la última Guerra de Independencia Cubana, conocida como la «Guerra Chiquita» o «Guerra de 1895», y se enfrentaron españoles, insurgentes cubanos y, posteriormente, Estados Unidos. Tuvo cuatro fases:
Las reformas introducidas por Sagasta no satisficieron al gobierno estadounidense, que defendía la compra de Cuba. La explosión del acorazado estadounidense Maine y la campaña de la prensa amarilla (especialmente la de Pulitzer) acusaron a los españoles, lo que llevó a Estados Unidos a declarar la guerra en 1898. El resultado fueron dos contundentes derrotas navales españolas, una en Cavite (Filipinas) y otra en Santiago de Cuba. En 1898, con el Tratado de París, España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos.
Contrariamente a lo esperado, la crisis no perjudicó gravemente a la economía española, en parte gracias a las reformas de Hacienda impulsadas por el ministro Raimundo Fernández Villaverde. Aunque no hubo un cambio inmediato de gobierno ni de monarquía, surgió el movimiento del Regeneracionismo, cuyos principales defensores fueron Silvela y Maura. En 1899, Francisco Silvela y el general Polavieja, como Ministro de Guerra, pretendían regenerar el país sin modificar el sistema político. Paralelamente, surgió otro movimiento regeneracionista, impulsado por intelectuales como los de la Generación del 98 y Joaquín Costa. Este último planteó profundas reformas agrarias, municipales, educativas y administrativas desde la Liga Nacional de Productores. Poco después, el Regeneracionismo dejó de ser percibido como un peligro para el sistema y fue asumido por Alfonso XIII al inicio de su reinado. Cuando Alfonso XIII subió al trono, figuras clave como Cánovas, Castelar, Pi i Margall y Sagasta ya habían desaparecido, marcando el cierre de esta etapa histórica.