Portada » Griego » La Poesía Elegíaca y Lírica Latina: Desarrollo, Autores Clave (Catulo, Ovidio, Horacio) y Tópicos Fundamentales
La elegía latina, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los géneros poéticos, gozó de una vida efímera. Continuadora de la griega, que había sido cultivada en Grecia desde el siglo VII y hasta época helenística, la elegía latina toma de la griega:
La elegía latina se desarrolla en la segunda mitad del siglo I a.C. y sus características principales son:
Cultivada en Roma desde finales del siglo II a.C., alcanza su máximo esplendor en el siglo I a.C. con las figuras de Catulo y Horacio. Se trata de un género literario de origen griego, cultivado en el mundo helenístico por grandes poetas como Píndaro, Safo, Alceo, Anacreonte o Teócrito. Su nombre alude a la antigua costumbre griega de recitar los poemas con el acompañamiento de un instrumento musical, generalmente la lira; esta costumbre se perdió en Roma, pero el nombre se conservó.
Los neotéricos o poetae novi son los primeros poetas líricos de Roma, de los cuales, a excepción de Catulo, se conservan escasos fragmentos. El término neotérico (νεοτεροι), “moderno”, fue acuñado por Cicerón de manera despectiva para referirse a una generación de poetas por lo general apolíticos que abarcaba desde la dictadura de Sila (82-79 a.C.) hasta la batalla de Accio (31 a.C.), procedentes en su mayoría de familias acomodadas de la Galia Cisalpina. Su innovadora poesía se caracteriza por su fuerte influencia del poeta helenístico Calímaco (s. III a.C.), que se resume en lo siguiente:
Nacido en Verona en el seno de una familia acaudalada, que pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social elevado con políticos, aristócratas e intelectuales. A los veinte años se trasladó a Roma para dedicarse íntegramente a la poesía y allí murió a los treinta años.
Perteneciente a la generación de los neotéricos, es el único cuya obra se conserva prácticamente íntegra: 116 poemas, ordenados conforme a su naturaleza formal y no según un orden cronológico, que se dividen en:
Los poemas de Catulo constituyen el primer libro de poesía personal de la literatura latina. En ellos plasmó Catulo su amor por Clodia, mujer de gran belleza y cultura de la alta sociedad romana, casada, a la que Catulo llama Lesbia en honor a Safo, la gran poetisa de Lesbos. Dedicó veinticinco poemas a Lesbia, que trazan la cronología de su amor desde unos comienzos idílicos hasta la desilusión final: vivió una apasionada y turbulenta historia de amor con sus fases de felicidad, duda, reconciliación y ruptura definitiva. El carácter secuencial de los poemas que relatan esta intensa historia de amor transmite a los poetas posteriores la noción de un único asunto, una única amada y una fidelidad sin precedentes.
que abarcaba desde la dictadura de Sila (82-79 a.C.) hasta la batalla de Accio (31 a.C.), procedentes en su mayoría de familias acomodadas de la Galia Cisalpina. Su innovadora poesía se caracteriza por su fuerte influencia del poeta helenístico Calímaco (s. III a.C.), que se resume en lo siguiente:
Nacido en Verona en el seno de una familia acaudalada, que pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social elevado con políticos, aristócratas e intelectuales. A los veinte años se trasladó a Roma para dedicarse íntegramente a la poesía y allí murió a los treinta años.
Perteneciente a la generación de los neotéricos, es el único cuya obra se conserva prácticamente íntegra: 116 poemas, ordenados conforme a su naturaleza formal y no según un orden cronológico, que se dividen en:
Los poemas de Catulo constituyen el primer libro de poesía personal de la literatura latina. En ellos plasmó Catulo su amor por Clodia, mujer de gran belleza y cultura de la alta sociedad romana, casada, a la que Catulo llama Lesbia en honor a Safo, la gran poetisa de Lesbos. Dedicó veinticinco poemas a Lesbia, que trazan la cronología de su amor desde unos comienzos idílicos hasta la desilusión final: vivió una apasionada y turbulenta historia de amor con sus fases de felicidad, duda, reconciliación y ruptura definitiva. El carácter secuencial de los poemas que relatan esta intensa historia de amor transmite a los poetas posteriores la noción de un único asunto, una única amada y una fidelidad sin precedentes.
Nacido en el sur de Italia, hijo de un liberto, recibió una esmerada educación, primero en Roma y después en Atenas. Cuando regresó a Roma entró en el círculo de Mecenas y tuvo también la protección de Augusto.
Horacio es heredero de la lírica griega, de la poesía helenística y del neoterismo, su versión romana. Así, su obra lírica se caracteriza por:
La producción lírica de Horacio se divide en dos:
Horacio además escribió Sátiras y Epístolas. Es el autor antiguo que más influyó en los poetas del Renacimiento, como los españoles Garcilaso de la Vega o Fray Luis de León.
El término “tópico” procede del griego topos (τοπος), “lugar”. Un tópico literario es un “lugar común” de aplicación universal, una frase hecha retórica y literaria que se repite, con leves variaciones, a lo largo de la historia de la literatura. Se trata de expresiones concisas y contundentes que, a diferencia de los refranes o proverbios morales de tradición oral y origen popular, tienen su origen en un contexto o registro culto literario, aunque se popularicen posteriormente.
Ya los griegos recurrieron a estos lugares comunes y los denominaron con el nombre de tópicos: en Atenas, Aristóteles escribió un tratado sobre este tema, Topica (Τοπικα); más tarde, en Roma, Cicerón, en un opúsculo del mismo nombre, resume dicho tratado aristotélico.
Horacio nos ha dejado en su obra numerosos tópicos que han tenido mucho éxito en la filosofía y en la literatura universal, e, incluso, en el habla popular. Aunque no todos ellos son de creación propia, ya que algunos procedían de la tradición literaria y filosófica griega, hicieron fortuna gracias al lírico latino.
Se trata de uno de los temas más tratados en todas las literaturas; en España, el poeta renacentista Fray Luis de León alude a él en multitud de ocasiones, especialmente en su famosa Oda a la vida retirada (“Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido”).
Este tópico, análogo al refrán español “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, cobra especial importancia a partir del Renacimiento. En la literatura española podemos ver su influencia en el soneto XXIII de Garcilaso de la Vega, en el que habla de la belleza, del goce de la juventud y de su transitoriedad (“En tanto que de rosa y azucena / se muestra la color en vuestro gesto”).