Portada » Lengua y literatura » La Novela Española de Posguerra: Autores Clave y Evolución (1940-1960)
La Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista (1939-1975) no fueron el escenario ideal para el desarrollo de la literatura. La censura, el aislamiento y la marcha al exilio de muchos escritores propiciaron un escenario anómalo en el que la literatura española se alejó bastante de los caminos que por aquella época marcaba la narrativa occidental. Podríamos diferenciar tres grandes etapas:
Después de la guerra, los escritores que no se habían exiliado debieron cumplir con las normas impuestas por el nuevo régimen. Muchos de ellos publicaron novelas que exaltaban los ideales del régimen franquista, pero otros optaron, dentro de los límites, por expresar a través de sus personajes la angustia y el vacío existencial de la época. Estas novelas se centran en un personaje antiheroico enfrentado a una sociedad indiferente u hostil. Plantean temas como la amargura de la vida cotidiana, la soledad, la frustración, la inadaptación y la muerte. Además, desde el punto de vista formal, son novelas que buscan un camino de renovación (utilizan sobre todo la primera persona).
Dentro de esta línea que se aleja de la visión oficial de los vencedores de la guerra, podemos diferenciar dos grandes tendencias:
Las novelas de esta época ofrecen un testimonio crítico de la sociedad española del momento. Dos son sus rasgos característicos: la temática social (el individuo de la novela existencial deja paso al personaje colectivo) y el realismo (muestra la realidad destapando sus defectos). Para centrar la historia, se redujo el argumento y se limitaron el tiempo y el espacio. El diálogo ocupa un lugar preeminente en las novelas sociales, y el lenguaje (que se adapta a cada personaje) es directo, vivo y “desnudo”.
Podemos diferenciar entre un “realismo objetivo” (el narrador se limita a reproducir la realidad con sus defectos y virtudes) y un “realismo crítico” (se ponen de relieve las injusticias sociales con la intención de concienciar al lector). Dentro del realismo crítico, destacamos a Miguel Delibes con sus obras Las ratas o El camino. Dentro del realismo objetivo, destaca sobre todo Sánchez Ferlosio con su obra El Jarama, o también La colmena de Camilo José Cela.
En esta década, los novelistas muestran su cansancio por el realismo social y se internan en la senda de nuevas tendencias estéticas renovadoras. Son tres las novelas que marcan este cambio de rumbo: Tiempo de silencio de Luis Martín Santos; Señas de identidad, de Juan Goytisolo; y Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. En general, la principal novedad consiste en la creación de novelas llamadas, según Umberto Eco, “abiertas”, obras en las que el lector debe asumir un papel activo, haciendo su propia interpretación (se trata de una literatura intelectual). Algunos rasgos propios de este tipo de novela son: el multiperspectivismo, las alteraciones cronológicas, la presencia del monólogo interior y del estilo indirecto libre y, en definitiva, el empleo de una total libertad expresiva que rompe con todos los estilos anteriores.
Fue Premio Nobel de Literatura en 1989. Su novela La familia de Pascual Duarte inicia la tendencia tremendista en la literatura, que consiste en ahondar en los aspectos más duros y desagradables de la realidad. Esta novela narra la historia de un campesino extremeño que, condenado a muerte, escribe la historia de su sórdida vida, llena de acontecimientos truculentos, violencia gratuita y horrores diversos.
La colmena es probablemente su mejor obra. En ella, Cela retrata el Madrid amedrentado y corrupto de posguerra. Mediante el objetivismo y el contrapunto (entrecruzamiento de tramas simultáneas), Cela realiza una denuncia que supondrá el inicio de la novela social. La novela está poblada por más de trescientos personajes (protagonista colectivo) cuyas peripecias se van desgranando de un modo peculiar: la narración se estructura en múltiples secuencias o viñetas en las que se salta de unos personajes a otros, de modo que asistimos a hechos que suceden de manera simultánea (técnica del contrapunto). La acción transcurre en poco más de dos días y los espacios son los centros típicos de las reuniones sociales (café, casas de vecindad, burdeles, la calle). Se trata de personajes solitarios condenados a la resignación, a la frustración y a la desesperanza. Esta novela se considera representante del realismo objetivo (u objetivismo), puesto que retrata la realidad de manera imparcial, como si de una grabación cinematográfica se tratase.
Otras obras destacables del autor: Mazurca para dos muertos o Madera de boj.
Es uno de los grandes escritores de nuestras letras y por ello recibió numerosos premios, como el Cervantes en 1993. Sus novelas se centran en dos temas fundamentales: por un lado, el estudio de las costumbres de la burguesía urbana de la posguerra y, por otro, el análisis de la realidad rural castellana. Su primera novela es La sombra del ciprés es alargada, enmarcada en el realismo existencial de los años 40. En los años 50 escribe El camino (en ella, con una prosa sencilla, retrata a través de los ojos infantiles la vida de un pueblo y sus gentes) y Las ratas, clara representante del realismo crítico (el protagonista, un muchacho semisalvaje llamado el Nini, vive de la caza de ratas, con las cuales se alimenta y que simbolizan la miseria profunda del mundo rural castellano). También en Los santos inocentes expresa su preocupación por el mundo campesino, por la desigualdad social y por la explotación de los débiles, todo ello combinando realismo social con experimentación vanguardista.
Pero su obra cumbre será Cinco Horas con Mario (1966), de estilo vanguardista. Es una novela crítica con la clase burguesa, que introduce novedades literarias como el monólogo interior en segunda persona de la protagonista (Carmen, que reflexiona mientras vela a su marido difunto), la ruptura de la linealidad narrativa, la constante reiteración de sucesos que revelan las obsesiones de la protagonista, el empleo magistral de la ironía… La obra es un retrato de la mediocridad y trivialidad de la vida burguesa en una capital de provincias durante los primeros veinticinco años del franquismo.
Otras obras: El príncipe destronado o El hereje.
La obra de la barcelonesa Carmen Laforet se encuadra dentro de la vertiente existencialista. Nada (1945) es su primera novela y tuvo una enorme repercusión en la literatura de posguerra (fue considerada la mejor novela española en su época y el libro más vendido del momento). En ella, con una carga autobiográfica importante, relata en primera persona la historia de una joven (Andrea) que va a estudiar a Barcelona y, para ello, debe alojarse en casa de su abuela. Allí descubre un mundo mezquino y sórdido, poblado de personajes marginales, depravados y violentos. Ese medio familiar asfixiante, en un piso que huele a “porquería de gato”, revela una realidad social exterior también degradada y miserable, tanto en lo material como en lo moral. El desasosiego vital de Andrea sirve para dar testimonio del deprimente estado colectivo de la sociedad española de posguerra.
Carmen Laforet fue la primera mujer en recibir el prestigioso Premio Nadal, pero el éxito obtenido por Nada no desembocó en una carrera demasiado prolífica.
Otras novelas de la autora son La isla de los demonios o La insolación.
Tiempo de silencio es la gran representante de la novela experimental de los años 60. El tema central de la obra es el fracaso existencial del protagonista en un mundo difícil y mísero en el que ve frustrados sus sueños. El personaje principal es un científico, Pedro, que debe abandonar Madrid porque le persiguen para matarlo. Pedro representa el fracaso de todo un país y la resignación a vivir en un “tiempo de silencio” de pobreza, subdesarrollo, hipocresía y retraso en todos los sentidos.
La trama argumental de Tiempo de silencio se reduce al mínimo (organizada en sesenta y tres secuencias narrativas separadas por espacios en blanco). De hecho, es casi un pretexto para dar cabida a abundantes descripciones y análisis sociopsicológicos de la España de la época. Es, por lo tanto, una novela social, pero también intelectual, con un discurso próximo al ensayo y abundantes digresiones sobre la historia y la cultura de nuestro país.
Desde el punto de vista formal, es una novela muy compleja (recordemos que se enmarca dentro del “experimentalismo”). En ella destaca el monólogo interior, la técnica del contrapunto, el perspectivismo y el desorden temporal. La trama se cuenta con un léxico rico y variado, plagado de cultismos, extranjerismos y tecnicismos científicos, y, en el terreno sintáctico, sobresalen las oraciones largas en las que predomina la subordinación.