Portada » Filosofía » Karl Marx: Pensamiento, Obra y Legado del Materialismo Histórico
Karl Marx nació en Tréveris, Alemania, en 1818. Su pensamiento, sus abundantes escritos y su propia experiencia vital estarán siempre encaminados a **transformar el mundo** que le tocó vivir. Realizó sus estudios de filosofía en Berlín, donde entró en contacto con los «jóvenes hegelianos de izquierda», y se graduó en Jena. Abandonó su labor docente como profesor de Filosofía por su oposición a la política represiva del rey de Prusia y se dedicó al periodismo. El contacto con la realidad social que le proporcionó su trabajo le llevó a distanciarse de sus ideas liberales, acercándose al **socialismo**.
En 1843 marchó a París y conoció a los socialistas utópicos franceses, especialmente a Proudhon. Comenzó este año una relación de amistad y de colaboración intelectual con **F. Engels** que mantendría toda su vida. Con él escribiría varias obras que tratarían de servir de soporte filosófico del incipiente movimiento obrero. Marx fue siempre un espíritu inquieto, un hombre inconformista y crítico. Sus palabras y sus actos fueron entendidos como una continua conspiración por parte del poder. Como consecuencia de ello, sería expulsado de Francia y de Bélgica, donde se le consideraba un agitador social.
Su residencia definitiva la fijó en Londres desde 1849, donde viviría como un exiliado rodeado de penurias económicas. El trabajo que desplegó en Londres no se limitó solo a la labor teórica de **análisis de la economía**. Reanudó su actividad política y fundó, junto con otros dirigentes, la «Asociación Internacional de los Trabajadores» en 1864. Murió en 1883.
Marx fue un hombre de vasta cultura y un estudioso incansable. Escribió numerosos artículos periodísticos y publicó obras de historia, economía y filosofía. Las influencias más importantes en su pensamiento proceden de la **filosofía idealista alemana**, especialmente de Hegel, del **materialismo de Feuerbach**, del **socialismo utópico francés** y de los grandes teóricos de la **economía capitalista** como David Ricardo y Adam Smith.
De su extensa producción se pueden destacar las siguientes obras:
La filosofía de Marx va a tener una repercusión y un protagonismo destacados en el panorama cultural europeo de los siglos XIX y XX. Su influencia no se proyecta solamente en el ámbito teórico-intelectual de los círculos universitarios de la filosofía, sino que los traspasa hasta encarnarse en **movimientos sociales reivindicativos** como las asociaciones sindicales europeas, o en propuestas políticas concretas que ansían el poder para revestirlo del espíritu marxista.
Las ideas marxistas nutrieron ideológicamente a los primeros sindicatos y los primeros partidos políticos socialdemócratas europeos, entre los que destacó el poderoso Partido Socialdemócrata alemán, fundado en 1869.
Asimismo, las ideas de Marx fueron las predominantes en la I y II Internacional, llegándose a expulsar de esta última, en el Congreso de La Haya de 1872, a los partidarios de las propuestas anarquistas lideradas por M. Bakunin.
Las coyunturas políticas que se van a producir no solo en Europa, sino a nivel mundial en la primera mitad del siglo XX (colonialismo, guerras mundiales, ascenso de los fascismos, triunfo de las democracias, etc.), llevarán al marxismo a diferentes procesos de **reinterpretación de la nueva realidad**.
Algunos de ellos, como el protagonizado por el teórico marxista, **E. Berstein**, suponen una crítica frontal a aspectos clave de las tesis de Marx. Destaca su oposición a la **revolución violenta** como forma de alcanzar el poder político y su apuesta por hacerlo a partir de reformas económicas y políticas.
Su aportación al debate teórico del marxismo, considerada como una forma de **revisionismo**, fue duramente criticada por teóricos más ortodoxos con el pensamiento original de Marx. Destaca en esta línea la reflexión de **K. Kautsky**, o las posteriores de **K. Liebknecht** y **Rosa de Luxemburgo**, teóricos socialistas fundadores del «movimiento espartaquista» alemán, del que surgiría el Partido Comunista de Alemania.
También desde Francia habrá voces críticas con el revisionismo de Bernstein. Una de las más importantes fue la del filósofo pacifista **Jean Jaurès**, fundador de L´Humanité. Defensor de las ideas de Marx, no admitía, sin embargo, la **dictadura del proletariado**.
Además de la influencia de Marx en la reflexión de los primeros teóricos marxistas, hay que señalar que su pensamiento sirvió de base ideológica en la configuración de nuevos sistemas políticos que aparecerán a lo largo de la primera mitad del siglo XX: el **marxismo-leninismo** en la URSS con su extensión estalinista hasta la década de los 50; la creación de la China de Mao o la Cuba de Fidel Castro.
En Europa Occidental, en el contexto de la Guerra Fría, el marxismo no llegará a ser un pensamiento dominante y quedará relegado a servir de referente teórico de agrupaciones políticas llamadas «de izquierdas», en cuyo seno se librarán debates internos entre ortodoxos, revisionistas y críticos.
Fruto de este debate interno surgirán diferentes «marxismos» o interpretaciones marxistas, entre las que pueden destacarse el **marxismo estructuralista** de Althusser, el humanista de Bloch, la etapa marxista del existencialismo sartreano, o el de la segunda generación de la **Escuela de Fráncfort** con autores como Apel o Habermas, tan influyentes en las teorías políticas y de la sociedad en la actualidad.
En un sentido más general, y posiblemente más abstracto, se pueden rastrear huellas marxistas en algunos movimientos sociales de la segunda mitad del siglo XX, como el movimiento hippy de los años 60 o la **teología de la liberación** de los años 70-80 en Iberoamérica.
En la actualidad, el marxismo como ideología política atraviesa un momento de reubicación debido, por un lado, al proceso de desintegración de los regímenes políticos comunistas de la Europa del Este tras la caída del muro de Berlín en 1989, y a la extensión de la **globalización económica mundial** y su poderosa lógica capitalista.
El pensamiento de Marx se origina a partir de una disposición personal crítica con una realidad asentada en un sistema económico (**capitalismo industrial**), político (**liberalismo**) y social (**bipolaridad burguesía-proletariado**) que a mediados del siglo XIX se está consolidando. La reflexión teórica en esta primera etapa de la evolución de su filosofía está encaminada a enfrentar la filosofía idealista en general, y la hegeliana en particular, que ha sancionado el Estado liberal como el garante de la libertad humana y el progreso.
La denuncia de Marx respecto a su admirado Hegel se centra en que este ha olvidado al **hombre real, concreto**, para especular sobre una abstracción (el Sujeto, el Espíritu o la Idea) que nada tiene que ver con lo real existente. Para Hegel, la Historia avanza racionalmente y cada momento presente supone la superación dialéctica del momento anterior. Marx admite esta lógica dialéctica, pero desde una concepción **materialista de la historia**. El motor de los cambios en la historia es el hombre, por lo que debe partirse de un análisis concreto de lo que el hombre es, de sus **condiciones materiales de existencia**, que es lo que verdaderamente define al ser humano.
Para Marx, podría decirse que «en un principio fue la Naturaleza» y situado en ella el hombre concreto y existente. Este **hombre real es un ser con necesidades**, siendo las primarias aquellas que se refieren a su propia supervivencia, como es alimentarse, vestirse o buscar un lugar en el que protegerse de las inclemencias de la propia naturaleza. Se descubre así como sujeto frente al objeto que es esa Naturaleza, y como sujeto **posee unas fuerzas vitales** que puede utilizar para apropiarse de lo que necesita para vivir. La actividad encaminada a solucionar sus necesidades usando y transformando lo que hay (la naturaleza) es el **trabajo o actividad productiva**. Y esta actividad es la primera y más importante, aunque no la única.
La condición natural del ser humano es a la vez una **condición social**. No existe el hombre solo, aislado en la naturaleza. Nace entre otros seres humanos y se relaciona con ellos. La presencia de otros individuos en el mismo contexto natural impone analizar las **relaciones sociales** que se establecen entre ellos. Puede decirse entonces que lo que determina el ser del hombre en cada momento histórico proviene de analizar cómo se realiza esta doble relación: la actividad productiva que relaciona al hombre con la naturaleza a través del trabajo, y la actividad social que explica cómo se relaciona con los otros hombres. La historia demuestra que tanto la producción de los medios de subsistencia como las relaciones sociales en las que se produce dicha producción han sido diferentes en los distintos grupos humanos y han ido cambiando a través del tiempo. Uno de los objetivos de Marx consistirá en analizar las condiciones en las que se ha desarrollado el trabajo humano en la sociedad que le ha tocado vivir: la burguesa capitalista.
Cuando Marx denuncia la filosofía idealista de Hegel, o la de sus seguidores de la izquierda hegeliana, lo hace porque sus especulaciones se quedan en la simple teoría. Se ocupan de comprender lo sucedido en la historia y situarlo en una lógica que se presenta como necesaria y racional. De alguna manera, supone aceptar lo que hay, sea lo que sea y como sea, esperando que el propio devenir dialéctico de lo real siga construyendo el progreso.
Marx condena esa pasiva autocomplacencia idealista insensible con el hombre real existente. El filósofo no puede ni debe permanecer pasivo. Ese es el sentido de la famosa tesis 11 sobre Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de **transformarlo**.»
Se trata de transformar el mundo porque la realidad actual se presenta injusta. Marx no puede estar de acuerdo con la máxima hegeliana que dice que «todo real es racional», ya que no es racional que las condiciones de vida de la mayor parte de los hombres supongan un **extrañamiento de su propia naturaleza humana**. La sociedad burguesa capitalista **aliena al trabajador**, lo cosifica al tratarlo como un objeto más. Marx propugna la **acción revolucionaria** para acabar con la alienación del hombre.
La alienación que sufre el hombre es el resultado de la confluencia de una filosofía cómplice con la injusticia (el idealismo), una metafísica religiosa puesta al servicio del poder (el cristianismo), una instrumentalización interesada de las leyes y la política (el Estado liberal) y, sobre todo, un sistema económico que sanciona la desigualdad humana (el capitalismo). Contra todo ello se debe luchar. Marx se propone unir **teoría y praxis** para construir verdaderamente un mundo racional. Ese es el sentido de su pensamiento y de su obra. Ese es el objetivo del **materialismo histórico**.
Marx critica la filosofía idealista, como ya se ha apuntado, y expone una alternativa que es la filosofía materialista, que defiende que la materia, y la naturaleza como materia organizada, es previa a la conciencia y a las ideas. También niega que la naturaleza haya sido creada de la nada o dependa para su desarrollo de una Idea o Dios.
La crítica a la religión está en la línea de la crítica que el materialismo de Feuerbach había hecho ya. Dios (Religión) o la Idea-Espíritu (Filosofía) no son el sujeto real de la historia. El sujeto real son los **hombres concretos**, que han creado a Dios alienándose en él.
Hegel afirmaba que el individuo alcanzaba su libertad absoluta en el Estado. Pero Marx critica esa concepción hegeliana del Estado liberal. El Estado no puede conciliar los intereses contrapuestos de las clases. Declara a los hombres iguales en el plano político, abstracto, pero permite que la **propiedad privada** y la explotación de unos hombres por otros haga irreal esa igualdad.
Según Marx, esta es la **alienación principal** de la que derivan las demás. El hombre concreto es el sujeto real de la historia, y el trabajo la principal actividad humana tendente a cubrir las necesidades naturales del hombre. Es preciso pues examinar la situación real del trabajador en la coyuntura histórica que está viviendo, la de la sociedad burguesa capitalista. La conclusión a la que llega Marx es que esta situación aliena al hombre.
El objetivo de Marx es transformar radicalmente la sociedad a través de la **praxis revolucionaria**. Para conseguirlo es necesario previamente analizar la propia realidad que se quiere cambiar. Esto supone estudiar la realidad concreta, su estructura y su dinamismo interno y externo, siempre dialéctico. Y Marx lo va a hacer desde una óptica filosófica materialista que supone partir de un hecho incuestionable: el sujeto real de la historia son los **hombres reales** y las condiciones materiales en las que se produce su actividad fundamental, que es la producción de sus medios de subsistencia.
Se trata de no abandonar esta tesis para no caer en el error idealista que habla de abstracciones vacías irracionales, y elaborar un estudio científico originado en la realidad empírica existente. Por eso se ha llamado también a la teoría marxista, **materialismo científico**.
La concepción materialista de la historia supone en sí misma una crítica frontal al capitalismo y a la hegemonía de la clase burguesa. Sus postulados aparecen ya en las Tesis sobre Feuerbach y en La Ideología alemana. Marx parte de la idea de que las sociedades humanas han atravesado a lo largo de la historia por diferentes estadios de desarrollo. Denomina «**formación económico social**» a cada sociedad concreta, en cada momento determinado de la historia. Las ideas fundamentales del análisis materialista marxista de la historia son:
En el apartado anterior hemos analizado la naturaleza, composición y relaciones que según Marx se producen en el seno de cualquier formación social. Su estudio tenía como objetivo principal considerar la sociedad burguesa capitalista, pero hasta llegar a ella Marx constató la existencia de otras etapas de progreso en la formación económica de la sociedad. Son las siguientes: el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.
En verdad, la serie auténtica comienza con el modo de producción antiguo, ya que el asiático queda fuera del comportamiento normal de Occidente. Marx tenía una visión eurocéntrica del mundo. El modo de producción antiguo, en el que las fuerzas productivas de la sociedad serían los esclavos, presenta un complejo problema para la explicación de la concepción del materialismo histórico. Explicar la transición de este modo de producción al feudal supondría probar que en el mundo antiguo hubo una revolución de esclavos, cosa que el propio Marx nunca llegó a admitir.
El modo de producción feudal lo estudia en la medida en que es un supuesto necesario para el nacimiento del modo de producción capitalista. En él, las fuerzas productivas son los siervos y las relaciones de producción vienen determinadas por el poder coercitivo que los señores tenían sobre ellos. La revolución social tendría su expresión histórica en la Revolución Francesa de 1789, que puso fin al Antiguo Régimen dando paso al modo de producción burgués.
Como se ha apuntado, es el modo de producción burgués capitalista el que Marx pretende estudiar profundamente. Los demás los considera para demostrar que no ha sido el único de la historia. El materialismo histórico es entendido a su vez como un **materialismo dialéctico**. Esta idea, tomada de Hegel, significa que la historia es dinámica y se mueve en constante progreso alimentada por las propias contradicciones que se generan en ella.
Hegel proclamó que lo real se expresa en el movimiento constante de la razón que atraviesa tres etapas sucesivas: 1) Posición, 2) Contradicción, 3) Reconciliación. Curiosamente se ha popularizado más los nombres dados a estos momentos por Fichte (Tesis, Antítesis y Síntesis). Marx coincide con esta idea y explica el cambio histórico a partir de la **lucha de opuestos**. En cada momento histórico se generan sus propias contradicciones que servirán de motor del cambio social.
El análisis dialéctico de lo real se percibe en la propia estructura de la sociedad burguesa que está formada por dos clases sociales con intereses contrapuestos: la **burguesía** y el **proletariado**. Marx entiende por **clase social** una agrupación humana que posee unas condiciones determinadas con relación a la propiedad de los medios de producción. En el sistema económico capitalista, los propietarios de estos medios son los burgueses y los no propietarios son los proletarios, dueños solo de la fuerza de su trabajo que deberán vender como fuerza productiva.
Pero estas clases antagónicas no existen de forma objetiva al margen de la historia. Los seres humanos viven insertos en el seno de una determinada sociedad. No son conscientes de pertenecer a una clase concreta, son «**clase en sí**». Las condiciones materiales de su existencia son las que, en un determinado momento, llevará a unos y a otros a identificarse entre sí y frente a los demás. En el seno del modo de producción capitalista es la explotación de unos por otros la que acabará conformando la **conciencia de clase**, «**clase para sí**», que será el punto de partida para la ineludible **lucha de clases**.
La **revolución social** es el acontecimiento inevitable consecuencia de la lucha de clases. Marx pensaba que la superación del modo de producción capitalista vendría dado por una revolución protagonizada por los obreros, que al triunfar conquistando el poder político y destruyendo las antiguas relaciones de producción, instauraría una **dictadura del proletariado** e inauguraría un nuevo modo de producción, el **socialista**, que sería el último de la historia. Esta revolución ha de ser violenta necesariamente, pues la clase burguesa luchará por mantener sus privilegios.
La razón por la cual sería el último se explica porque en este nuevo modo de producción quedaría abolida la **propiedad privada de los medios de producción** y con ello el factor que determinaba la desigualdad humana, y por lo tanto la contradicción de clases. El socialismo, en su última versión de **comunismo**, con la abolición del capital o propiedad privada, vuelve a situar al trabajo como la actividad personal del hombre e instrumento de la solidaridad humana: es «el retorno completo y consciente del hombre a sí mismo, como hombre social, es decir, como hombre humano». Realiza la naturalización del hombre y la humanización de la naturaleza. Esta realización se efectuará en grados: en una primera fase será inevitable cierta desigualdad entre los hombres, sobre todo por la desigual retribución en función del trabajo prestado, pero en una fase más elevada de la sociedad comunista, con la desaparición de la división del trabajo y la igual valoración del trabajo manual e intelectual, se podrá dar a cada hombre “según su capacidad y según sus propias necesidades”. Marx denomina **sociedad comunista** a esa sociedad que está al servicio del hombre y en la que la propiedad de los medios de producción, los recursos naturales y el producto del trabajo es común.
Marx configura en su juventud su propia versión del mundo en general, y de la política en particular, en oposición al mundo burgués existente. En efecto, el joven Marx parte de la constatación de un orden social que considera injusto y que está determinado por las condiciones económicas generadas por el modo de producción capitalista. Las ideas políticas de Marx no serán simplemente teoría que pretenda explicar el sistema de lo real; al contrario, su pensamiento solo tiene sentido si se transforma en **praxis**, en acción transformadora de lo real.
Cuando Marx denuncia la filosofía idealista de Hegel, o la de sus seguidores de la izquierda hegeliana, lo hace porque sus especulaciones se quedan en la simple teoría. Se ocupan de comprender lo sucedido en la historia y situarlo en una lógica que se presenta como necesaria y racional. Marx condena esa pasiva autocomplacencia idealista insensible con el hombre real existente. El filósofo no puede ni debe permanecer pasivo. Ese es el sentido de la famosa undécima tesis sobre Feuerbach: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de **transformarlo**.»
Se trata de transformar el mundo porque la realidad presente se presenta injusta. La denuncia marxista de la sociedad capitalista se concreta en que la mayor parte de los hombres sufren una situación de explotación económica que aniquila la propia esencia de su humanidad. La alienación del hombre por el hombre significa la expropiación del valor humano por excelencia que es la **libertad**. Por extensión, si unos pocos enajenan la libertad de los muchos, el resultado es la desigualdad de los hombres, y la **igualdad** es el segundo gran valor que conculca la sociedad capitalista.
Frente a esta situación de injusticia institucionalizada y justificada por la ideología (filosofía, religión, moral), Marx propone la **praxis revolucionaria**. La moral marxista exige luchar para lograr la emancipación del hombre, su libertad, y abolir las diferencias de clase para alcanzar un mundo de seres humanos iguales. Su pensamiento político es la concreción en la praxis de su ideal moral.
Las ideas políticas de Marx están ya trazadas en sus escritos de juventud. En la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, combate el concepto de **Estado liberal**. El Estado liberal se desentiende del ser humano concreto al no respetar su esencia natural ni su condición social. Aliena al hombre y representa solamente los intereses de un grupo dominante, la clase social burguesa.
La falacia del Estado liberal consiste en declarar a los hombres iguales en un plano abstracto político y, al mismo tiempo, permitir que la propiedad privada de los medios de producción por parte de unos pocos sancione la desigualdad humana.
La denuncia marxista tiene su continuidad en la praxis revolucionaria. En los Manuscritos Económico Filosóficos y en La Ideología alemana se exponen los males del capitalismo, y en el Manifiesto Comunista, una especie de catecismo revolucionario dirigido a los obreros de todo el mundo, se concreta cómo ha de ser la nueva sociedad comunista que traerá la revolución.
El materialismo marxista admite la concepción dialéctica de la historia ya formulada por Hegel. Los sucesivos modos de producción que ha habido en la historia se han desarrollado a partir de revoluciones sociales. Con los cambios producidos en la estructura económica de la sociedad han cambiado consecuentemente los elementos ideológicos de la superestructura, entre ellos la forma del Estado. Tras la decepción por los sucesos de 1848, Marx comprendió que la revolución social que debía poner fin al sistema burgués capitalista amparado por el Estado liberal, debía ser protagonizada exclusivamente por el **proletariado**.
Marx ve en el proletariado al agente encargado de terminar con el orden social existente por la vía de la revolución. Es esta visión del Estado y la política la que encuentra expresión en el Manifiesto Comunista. Allí Marx dice que el ejecutivo del Estado moderno no es sino un comité encargado de administrar los intereses de la burguesía, y que el poder político es solamente el poder organizado de una clase para oprimir a otra. Dada esta concepción del Estado burgués, es fácilmente comprensible que Marx rechazara meras reformas y propusiera un remedio más fuerte: la **destrucción del Estado burgués** mediante la revolución social. Pero para conseguirlo es preciso que el proletariado sin conciencia de clase («clase en sí») adquiera esa conciencia («clase para sí») y lleve a cabo la «lucha de clases» tendente indefectiblemente a derrotar a la clase antagónica burguesa. La acción revolucionaria del proletariado tendente a destruir la sociedad burguesa-capitalista, tal y como lo concibe Marx, atravesará por los siguientes pasos:
