Portada » Filosofía » Evolución del Concepto de Ser Humano: De la Teología Clásica a la Existencia Contemporánea
Dios formó al hombre del polvo y lo puso en el Jardín del Edén para cuidarlo, prohibiéndole comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, so pena de muerte.
Al ver que el hombre estaba solo, Dios lo durmió, le quitó una costilla y formó a la mujer (Eva), quien fue creada como su «ayudante idóneo«.
La serpiente tentó a la mujer diciéndole que no moriría, sino que sería como Dios si comía el fruto, conociendo el bien y el mal. La mujer comió y dio el fruto a Adán; al abrirse los ojos a ambos, surgió la vergüenza por su desnudez.
Dios impuso castigos:
Fueron expulsados del Edén para evitar que comieran también del árbol de la vida.
En sus inicios, la visión era pesimista, viendo al hombre como un «juguete de los dioses» y víctima del destino, un «ser sufriente«.
Con los sofistas, se consolida la idea de que «el hombre es la medida de todas las cosas«, realzando su valor y su capacidad de dominar la naturaleza.
El ser humano es un compuesto de dos partes:
El alma se divide en tres:
La razón es la parte superior.
Para Platón, el alma es la encargada de contemplar el Mundo Inteligible (las Ideas) y recordar los conocimientos previos.
El ser humano es definido como «animal racional» y como un compuesto de materia (cuerpo) y forma (alma), siendo esta última la esencia del ser vivo.
El alma no es independiente del cuerpo (a diferencia de Platón), sino que está unida a él. El alma es el principio de vida y el órgano del conocimiento.
Aristóteles distingue tres niveles jerárquicos:
Es la que dota al hombre de razón (logos) y lenguaje, lo que lo capacita para una vida política y social organizada.
Retoma el dualismo clásico (Platón) pero desde una óptica cristiana, donde el ser humano es un alma que se sirve de un cuerpo.
El alma (inmortal, principio vital) tiene jerarquía sobre el cuerpo, y es la que proporciona la capacidad de percibir la realidad material. Las pasiones y emociones se explican porque el alma percibe los cambios en el cuerpo.
Integra a Aristóteles con la teología, concibiendo al ser humano como un compuesto de dos sustancias: alma y cuerpo.
El alma (forma) y el cuerpo (materia) están unidos; el alma es el principio del movimiento y del conocimiento, mientras que el cuerpo es la materia.
Las facultades del alma humana son la inmaterialidad y la subsistencia, lo que significa que el alma es una creación de Dios.
El ser humano es por naturaleza un «animal social» o político, destinado a vivir en sociedad para alcanzar la perfección.
La razón de esto es que, a diferencia de otros animales, el hombre posee el lenguaje, que no solo sirve para expresar placer y dolor, sino también para manifestar lo conveniente y lo dañino.
Esta capacidad de discernir el bien y el mal, lo justo y lo injusto, es lo que permite la existencia de la familia y de la polis (ciudad).
La ciudad es una formación natural y es anterior al individuo, porque el individuo separado no se basta a sí mismo.
El hombre que vive fuera de la ley y la justicia es el peor de todos los animales, mientras que el hombre perfecto es el mejor.
Pico fue un pensador clave del Renacimiento que promovió un nuevo modelo cultural centrado en el antropocentrismo.
Describe al ser humano como un «ser camaleónico«, capaz de adaptarse a cualquier situación.
Dios creó todas las criaturas con capacidades fijas, pero al hombre no le asignó una naturaleza específica ni un puesto concreto.
Se le dio la potestad de forjar su propia esencia; el hombre es libre de elegir su lugar entre los ángeles y las bestias.
Esta libertad y la capacidad de autodefinición hacen al hombre un ser de dignidad inigualable, pues ningún otro ser creado puede igualarle.
El hombre es un dualismo radical de dos sustancias:
Es la esencia del ser humano, y su atributo principal es el pensamiento; es independiente del cuerpo.
Su certeza fundamental es: «Pienso, luego existo» (duda metódica), estableciendo la primacía de la conciencia.
El yo no es una sustancia fija (como el alma cartesiana), sino solo un «haz o sucesión de percepciones» (ideas, sensaciones, pasiones) en constante cambio.
La razón no es superior; Hume afirma que «la razón es esclava de las pasiones«.
Las pasiones, emociones y sentimientos son las fuerzas que realmente nos impulsan y nos mueven a tomar decisiones.
El hombre es un ser libre si su voluntad actúa guiada por sí misma, sin depender de los instintos o deseos.
El ser humano es capaz de racionalidad, lo que le permite regirse por el imperativo categórico (una ley moral universal).
La dignidad humana es el valor absoluto e inalienable que posee el ser humano por ser un fin en sí mismo, no un medio.
Sostiene que la existencia precede a la esencia; el hombre nace sin una naturaleza predeterminada.
El ser humano es fundamentalmente libre y se define a sí mismo a través de sus elecciones y acciones, siendo un «proyecto» abierto.
Al ser totalmente libre, el hombre es responsable no solo de sí mismo, sino de toda la humanidad con cada decisión. El hombre está condenado a ser libre, y esta responsabilidad provoca angustia y desamparo, emociones que debemos afrontar.
El conocimiento humano es parcial y perspectivo, y la realidad no es algo completo sino una interpretación constante.
El ser humano se compone de una «sustancia vital» que es su yo y su circunstancia.
El hombre no tiene una esencia fija; su existencia es un «proyecto abierto» que se debe realizar.
El ser humano se va haciendo a sí mismo a través de la elección y la acción en su circunstancia.
La definición del hombre tropieza con tres ideas conflictivas:
Scheler critica que la antropología filosófica carece de una idea unitaria y no ha resuelto el problema de la esencia del hombre.
La palabra «hombre» tiene un doble sentido: una para referirse al ser superior o espiritual, y otra para referirse al concepto de «animal«.
Aunque el hombre comparte características con los vertebrados, la definición de «animal» es insuficiente para explicar su ser completo.
