Portada » Historia » España en el Siglo XX: Conflictos Coloniales, Impacto de la Gran Guerra y la Crisis de 1917
El Desastre del 98 marcó el fin del imperialismo español. Tras el reparto de la mayor parte de África, el territorio de lo que hoy es Marruecos era una de las pocas regiones por repartir en el continente. Este hecho provocó tensiones internacionales que culminaron en la Conferencia de Algeciras en 1906, donde se acordó el reparto de Marruecos entre Francia y España.
Muy pronto aparecieron los conflictos con los indígenas. El ejército español sufrió importantes reveses desde un principio. El Desastre del Barranco del Lobo, cerca de Melilla, fue un trágico ejemplo en 1909, saldándose con más de mil doscientas bajas españolas. Este evento tuvo repercusiones directas en la península: el 26 de julio estalló la huelga general en Barcelona, convocada por Solidaridad Obrera y la UGT. La conocida como Semana Trágica tuvo un brutal coste humano, con un centenar de muertos y heridos, además de importantes destrucciones. La represión fue muy dura y culminó con el juicio sin garantías y la ejecución de Francisco Ferrer y Guardia.
En 1912, Francia y España pactaron un nuevo reparto de Marruecos para hacer frente a la resistencia de las cábilas rifeñas. Al acabar la Primera Guerra Mundial, se reiniciaron las operaciones militares. El general Dámaso Berenguer estaba al frente de un ejército en el que destacaban los Regulares, tropas indígenas, y la Legión, fundada por Francisco Franco y José Millán Astray a imagen de la Legión Extranjera francesa.
En el verano de 1921, las tropas españolas se embarcaron en una acción mal planificada dirigida por el general Manuel Fernández Silvestre. Se trataba del Desastre de Annual, que costó más de trece mil muertos, entre ellos el propio general Fernández Silvestre. Este desastre provocó una terrible impresión en una opinión pública ya contraria a la guerra, generando grandes protestas en el país.
La presión de la opinión pública llevó a la formación de una comisión militar para investigar los acontecimientos. Su resultado fue el célebre Expediente Picasso. Sin embargo, antes de que la comisión del Congreso encargada de su estudio emitiera su dictamen el 1 de octubre de 1923, el 13 de septiembre el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado y estableció una dictadura militar, evitando así las posibles responsabilidades políticas y militares derivadas del informe.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) dividió al país entre aliadófilos y germanófilos, pero trajo consigo un periodo de prosperidad económica. España, al mantenerse neutral, pudo convertirse en abastecedora de numerosos productos para los países contendientes, lo que impulsó su industria y comercio.
El año 1917 fue un punto de inflexión en la historia de la Restauración, marcado por una triple crisis que puso en jaque al sistema político.
El descontento entre los oficiales, especialmente por los rápidos ascensos de los «africanistas», culminó con la creación de las Juntas de Defensa. Cuando el gobierno decidió disolverlas, las Juntas respondieron con un «Manifiesto» donde daban un ultimátum al gobierno para aceptar sus reivindicaciones económicas y profesionales. El gobierno dimitió, y el nuevo gabinete conservador de Eduardo Dato se plegó a la imposición de los militares y aceptó unas Juntas que iban contra la disciplina militar y la subordinación del ejército al poder civil.
En Barcelona, setenta diputados y senadores de la Lliga Regionalista, republicanos, socialistas e incluso algún miembro del partido liberal, constituyeron una Asamblea Nacional de Parlamentarios. Esta asamblea demandó un cambio de gobierno, promover a fondo una reforma de la vida política y la convocatoria de Cortes Constituyentes.
Convocada en agosto por la CNT y la UGT, la huelga general, sin embargo, trajo inmediatas consecuencias. Ante la amenaza de una revolución obrera, las Juntas de Defensa abandonaron sus peticiones y apoyaron la represión contra los huelguistas. Por otro lado, la dimisión de Eduardo Dato y la formación de un gobierno de coalición con la participación de la Lliga Regionalista trajo la inmediata desactivación de la Asamblea de Parlamentarios.
El fin de la Primera Guerra Mundial trajo una profunda crisis económica y social que inmediatamente desencadenó una gran conflictividad social, especialmente en Barcelona (1919-1921). Las huelgas y protestas alentadas por los anarquistas se encontraron con una dura represión del nuevo gobierno de Antonio Maura. Para contrarrestar la «acción directa» de los anarquistas, se creó el denominado Sindicato Libre, un grupo de pistoleros que actuó con el apoyo policial. La aplicación de la controvertida «Ley de Fugas» exacerbó aún más el conflicto. La respuesta anarquista llegó en 1921 con el asesinato de Eduardo Dato, presidente del gobierno. Dos años después, el líder anarquista Salvador Seguí, conocido como «El Noi del Sucre», murió asesinado.
El triunfo de la Revolución Rusa (1917) supuso un estímulo para el movimiento obrero internacional, pero también una nueva división ideológica dentro de las filas del socialismo. En 1919 se fundó en Moscú la Tercera Internacional (o Komintern). La Internacional Comunista imponía una estricta serie de condiciones para poder adherirse a ella, como una organización disciplinaria del partido, el rechazo del socialismo reformista y parlamentario, o la subordinación de los partidos obreros de cada país a los intereses prioritarios de la Revolución Rusa.
Ante estas condiciones, la CNT optó por no adherirse. El PSOE también renunció, pero un grupo minoritario se escindió y fundó el Partido Comunista Obrero Español (PCOE), que a su vez se unificó con el Partido Comunista de España (PCE). Sin embargo, el carácter minoritario del PCE quedaba reflejado en su número de afiliados: 1200 frente a los 58000 del PSOE, lo que demuestra la hegemonía socialista en el movimiento obrero español de la época.