Portada » Historia » El Frente Popular y el Estallido de la Guerra Civil Española: Un Recorrido por sus Fases Militares (1936-1939)
En las elecciones del 16 de febrero de 1936, España se polarizó en dos grandes bloques políticos.
En las elecciones, el Frente Popular obtuvo el 48% de los votos, las derechas el 46,5% y el centro un 5,4%. Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República, y Santiago Casares Quiroga, presidente del Gobierno. El Gobierno puso en marcha el programa pactado, que incluía:
Los sectores más conservadores de la sociedad reaccionaron negativamente a los proyectos reformadores, y la Iglesia católica temía el retorno a una política anticlerical. Los desórdenes públicos fueron continuos y crecientes. Los partidos de izquierda y los sindicatos se lanzaron a una intensa movilización popular. En las ciudades se convocaron huelgas, y en el campo, los jornaleros ocuparon tierras. Los anarquistas defendían la revolución social, mientras que un sector del socialismo se orientaba hacia soluciones más radicales.
Entre la derecha, Falange Española fue el principal protagonista de la violencia callejera. Los enfrentamientos entre militantes de distintas facciones se propagaron, creando un clima de inestabilidad. Este clima de violencia generalizada alimentó la idea de que un golpe de Estado militar era la única solución para «restablecer el orden».
La misma noche de las elecciones de febrero de 1936, Francisco Franco intentó la declaración del estado de guerra, pero su propuesta no prosperó. En marzo, un grupo de militares acordó organizar «un alzamiento que restableciese el orden». La conspiración tuvo escasa fuerza inicial hasta que el asunto fue asumido por el general Emilio Mola (considerado el verdadero jefe del golpe de Estado).
La sublevación se inició el 17 de julio de 1936 en el Protectorado de Marruecos y se extendió rápidamente a gran parte de la Península. El fracaso parcial del golpe militar en su intento de tomar el control total del país desencadenó el inicio de la Guerra Civil Española.
La Guerra Civil Española, que se extendió desde julio de 1936 hasta abril de 1939, puede dividirse en varias fases militares clave, marcadas por diferentes estrategias y escenarios bélicos.
Esta primera etapa, desde el 18 de julio de 1936 hasta la primavera de 1937, se caracterizó por el desarrollo de la denominada «guerra de columnas». Participaron columnas militares de ambos bandos, caracterizadas por su movilidad y la improvisación. En agosto de 1936, una columna sublevada avanzó desde el sur a través de Extremadura y tomó Badajoz.
Francisco Franco dio instrucciones para liberar el Alcázar de Toledo, asediado por las fuerzas republicanas, lo que desvió temporalmente el avance hacia Madrid. El 6 de noviembre, el Gobierno republicano se trasladó a Valencia, convencido de que Madrid caería pronto. Sin embargo, Madrid resistió heroicamente, gracias a la movilización popular y la llegada de las Brigadas Internacionales.
Franco decidió entonces cambiar de estrategia y comenzó una operación para rodearla y aislarla. La Batalla de Madrid se prolongó durante febrero y marzo de 1937, y la derrota de las fuerzas sublevadas en los frentes de Jarama y Guadalajara obligó a Franco a abandonar la idea de una toma rápida de la capital.
Tras el fracaso en Madrid, el objetivo de Franco fue el desarrollo de una guerra de desgaste, basada en la ocupación sistemática del territorio y la aniquilación de cualquier oposición política en las zonas ocupadas. Entre abril y octubre de 1937, se ocupó el norte industrial y minero (provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias), una zona vital por sus recursos.
En abril, la ciudad vasca de Guernica fue arrasada por la aviación nazi, un trágico episodio que conmocionó a la opinión pública internacional y se convirtió en un símbolo de la barbarie de la guerra.
En diciembre de 1937, el Ejército de la República había sido reestructurado e intentó tomar la iniciativa. La Batalla de Teruel llevó a la ocupación republicana de la ciudad, que se mantuvo hasta el mes de febrero de 1938. Posteriormente, el ejército de Franco, tras la Batalla de Aragón, alcanzó el Mediterráneo, partiendo en dos la España republicana y aislando Cataluña.
En junio de 1938, Juan Negrín (presidente del Gobierno) decidió desencadenar una gran ofensiva en el río Ebro para intentar unir las dos zonas republicanas y aliviar la presión sobre Valencia. La Batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938) se caracterizó por un rápido avance inicial republicano que, sin embargo, quedó frenado por la contraofensiva franquista. Este enfrentamiento supuso una guerra de desgaste que agotó gravemente al Ejército republicano, tanto en hombres como en material, y marcó un punto de inflexión.
A finales de 1938, se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña. La resistencia republicana, debilitada tras el Ebro, fue superada. Más de medio millón de personas, incluidos los restos del Ejército Popular de Cataluña, el presidente de la República (Manuel Azaña), el Gobierno de Negrín y el de la Generalitat, se exiliaron a Francia, en lo que se conoció como «La Retirada».
Con Cataluña bajo control, los ejércitos franquistas se dirigieron hacia el centro. A finales de marzo de 1939, reanudaron su ofensiva final y entraron en Madrid, prácticamente sin resistencia, tras el colapso del frente republicano y el golpe de Casado. El 30 de marzo caía Alicante, el último puerto republicano, y el 1 de abril, Francisco Franco firmó en Burgos su último parte oficial de guerra, declarando el fin del conflicto y el inicio de la dictadura.