Portada » Arte » El Arte Clásico: Arquitectura y Escultura de la Antigua Roma y Grecia
La civilización romana, originada en la península itálica en el siglo VIII a.C., evolucionó de monarquía etrusca a república y, finalmente, a un extenso imperio que perduró hasta el siglo V d.C., abarcando Europa, Asia Menor y el norte de África. Su legado más duradero se encuentra en la ingeniería y arquitectura, guiadas por los principios de firmitas (solidez), utilitas (utilidad) y venustas (belleza).
Los romanos destacaron por sus grandes obras de ingeniería:
Un avance crucial fue el uso del hormigón, reforzado con puzolana (ceniza volcánica), que endurecía incluso bajo el agua y permitía levantar estructuras resistentes como bóvedas y cúpulas. El Panteón, con la mayor cúpula del mundo antiguo, es ejemplo de esta técnica. Los interiores se embellecían con mármol, estucos y mosaicos, como en villas y domus.
Las cloacas, como la Cloaca Máxima, reflejan su preocupación por la higiene urbana. Edificios como el Coliseo, las Termas de Caracalla y el Panteón muestran su visión del espacio público y el bienestar ciudadano.
La influencia romana perdura en la arquitectura moderna: el uso del arco, la bóveda y la cúpula sigue vigente, y muchas técnicas de planificación urbana y construcción actuales tienen su origen en la ingeniería romana, presente en edificios gubernamentales, religiosos y deportivos de todo el mundo.
La escultura romana, parte esencial de las artes plásticas del Imperio, se dividió en dos grandes categorías: el retrato y el relieve histórico. Ambas reflejaban la grandeza de Roma mediante técnicas precisas y simbolismo político.
El retrato romano se caracterizó por el verismo, una representación realista influida por el arte etrusco, que buscaba capturar la esencia física y psicológica del individuo. A partir de Augusto, se incorporó cierta idealización, especialmente en los retratos imperiales, que tenían una función propagandística.
Los retratos se realizaban principalmente en mármol, aunque también se usaban bronce y terracota. Existían diversas tipologías:
Originalmente, estas esculturas eran policromadas, pintadas con colores vivos para añadir realismo.
El relieve histórico narraba visualmente las hazañas imperiales, combinando imágenes e inscripciones en monumentos públicos. Ejemplos destacados son la Columna de Trajano, la de Marco Aurelio, el arco de Tito y el Ara Pacis. Estos relieves, realizados en mármol, bronce, piedra o estuco, reforzaban la imagen del emperador como líder victorioso.
La escultura evolucionó desde el realismo austero de la República, pasando por la idealización heroica del Alto Imperio, hasta el simbolismo espiritual del Bajo Imperio, influido por el cristianismo. Su legado perdura en el arte renacentista y neoclásico, inspirando a artistas como Miguel Ángel y Canova, y sigue presente en la escultura contemporánea a través del retrato realista y la narración visual.
La arquitectura griega clásica, desarrollada entre los siglos V y IV a.C. durante la Edad de Oro de Atenas, representa uno de los mayores logros del arte antiguo. Este estilo se caracteriza por la búsqueda de perfección, equilibrio y belleza, combinando funcionalidad religiosa y cívica con una fuerte dimensión estética.
Sus principales rasgos incluyen la claridad formal, la simetría y la proporción, aplicadas con meticulosa atención al detalle. Se distinguen tres órdenes arquitectónicos:
Los materiales predominantes eran la piedra caliza y el mármol, especialmente el mármol del Pentélico, utilizado en templos y teatros.
Las construcciones seguían principios de simetría y alineación, aplicando el número áureo para lograr armonía. Encima de las columnas se ubicaba el entablamento (arquitrabe, friso y cornisa), coronado por un frontón triangular decorado con esculturas.
El templo fue la edificación más emblemática, con planta rectangular, cella central para la estatua divina, pronaos y opistodomo, rodeado por un peristilo de columnas. Ejemplos destacados son el Partenón (dórico), el Erecteion y el templo de Atenea Niké (jónico), y el Templo de Zeus Olímpico (corintio).
El teatro también fue esencial, vinculado al culto de Dionisos. Se componía de una orquesta circular, un auditorio escalonado (théatron) en laderas naturales, y una escena (skené) como fondo decorativo.
La arquitectura griega clásica influyó profundamente en el Renacimiento y el Neoclasicismo. Su legado —órdenes arquitectónicos, proporción, armonía y diseño monumental— sigue siendo un pilar en la historia de la arquitectura occidental.
La escultura griega es una manifestación artística fundamental en la historia del arte occidental, reflejando la evolución cultural, estética y política de Grecia desde el periodo arcaico hasta el helenístico.
Las esculturas se caracterizan por su rigidez, frontalidad y simetría. Figuras como los kouroi y las korai presentan posturas estáticas, con una pierna adelantada y la “sonrisa arcaica”, expresión fija que intentaba dar vida al rostro. Aunque aún poco naturalistas, estas obras sentaron las bases del estudio anatómico.
Se alcanza la perfección anatómica y el ideal de belleza. Policleto formula el “canon” de proporciones (7 cabezas) y el uso del contraposto, como en el “Doríforo”. Mirón destaca con el “Discóbolo”, y Fidias con las esculturas del Partenón. En la etapa postclásica, se acentúa el dinamismo, como en el “Hermes con el niño Dionisos” de Praxíteles (curva praxiteliana), Lisipo alarga el canon a 8 cabezas, y Scopas introduce expresividad emocional con obras como la ménade furiosa.
Se distingue por su dramatismo, diversidad y naturalismo. Obras como la “Victoria de Samotracia”, el “Laocoonte y sus hijos” y la “Venus de Milo” muestran emociones intensas, texturas detalladas y escenas mitológicas o cotidianas, como en el “Toro Farnesio” o la “Alegoría del Río Nilo”.
La escultura griega ha influido profundamente en el arte renacentista, barroco y neoclásico, y sigue inspirando a artistas contemporáneos por su búsqueda de belleza, proporción y expresión humana.
El Augusto de Prima Porta es una escultura romana de época alto imperial (dinastía Julio-Claudia), realizada en mármol hacia el 14 d.C. como copia de un original en bronce fechado en el 19 a.C. Fue hallada en la Villa de Prima Porta, residencia de Livia, esposa de Augusto, y actualmente se conserva en los Museos Vaticanos.
La obra representa a Augusto de cuerpo entero, vestido con túnica, coraza musculada y paludamentum, en actitud de arengar a las tropas, sosteniendo el bastón consular. Inspirada en el Doríforo de Policleto, adopta el contraposto clásico, apoyando el peso en la pierna derecha. Se le muestra como thoracatus, jefe militar, y originalmente estuvo policromada.
La escultura incluye un delfín y un Cupido a sus pies, símbolos de inmortalidad y vínculo con Venus, reforzando la divinización del emperador. El retrato combina verismo romano —rasgos definidos como el flequillo y la expresión facial— con idealización helenística, como los pies descalzos, propios de héroes griegos, indicando su divinización tras la muerte.
La coraza está profusamente decorada con relieves de fuerte carga simbólica:
Todo ello exalta la Pax Romana y el triunfo del gobierno de Augusto.
La escultura fue concebida para ser vista frontalmente, con la parte posterior apenas trabajada. En conjunto, el Augusto de Prima Porta inaugura el retrato imperial como instrumento de propaganda, legitimando el poder y difundiendo la imagen del emperador como líder militar, pacificador y figura divina en una nueva edad de oro para Roma.
La arquitectura romana se distingue por una notable continuidad y, al mismo tiempo, una ruptura técnica. Existe un claro préstamo de elementos arquitectónicos anteriores, como el arco, pero la ruptura decisiva llega con la invención y el uso masivo del hormigón (opus caementicium), especialmente la incorporación de la puzolana. Este material permitió superar las limitaciones de la piedra y el ladrillo, posibilitando la creación de estructuras de gran envergadura y durabilidad (firmitas), como la impresionante cúpula del Panteón. La filosofía romana se centró en la funcionalidad (utilitas) y la belleza (venustas), una síntesis que genera gran aprecio por obras de ingeniería como los acueductos (ej. Segovia, Pont du Gard) y las calzadas, esenciales para la expansión y administración del imperio. La pervivencia de elementos como el arco, la bóveda y la cúpula, perfeccionados por Roma, asegura una profunda influencia en toda la arquitectura occidental posterior.
La escultura romana se caracteriza por una compleja mezcla de préstamo y ruptura. Inicialmente, el retrato sigue la tradición verista de la influencia etrusca, buscando la representación fidedigna de las características individuales y psicológicas. Esto supuso una ruptura con el idealismo puro griego. Sin embargo, con el advenimiento del Imperio, el arte romano abraza el canon griego para fines propagandísticos, combinando el realismo con la idealización heroica o divina (por ejemplo, los retratos apoteósicos). El relieve histórico (ej. Columna de Trajano) constituye una manifestación artística típicamente romana, con una clara finalidad propagandística, narrando las glorias imperiales. Estas obras merecen aprecio por su técnica, su dinamismo narrativo y su valor documental. La evolución del retrato, desde el verismo republicano hasta la abstracción del Bajo Imperio, demuestra la adaptabilidad del estilo, cuya continuidad se extiende hasta el Renacimiento y el Neoclasicismo.
