Portada » Ciencias sociales » Ciencias Sociales en la Escuela: Impacto Educativo y Desarrollo de la Noción del Tiempo
¿Cuál es la función que cumplen o deberían cumplir las ciencias sociales en la escuela? Se trata de un área de conocimiento que acompaña a los alumnos a lo largo de toda su escolarización, desde la etapa de Infantil (plasmada principalmente en el área «Medio Físico, Natural, Social y Cultural»), pasando por la Primaria («Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural») y la Secundaria («Ciencias Sociales, Geografía e Historia»), y culminando en Bachillerato («Historia del Mundo Contemporáneo», «Historia de España Contemporánea», «Historia del Arte»). Es pertinente, en consecuencia, preguntarse sobre el papel que desempeña en la educación de los niños.
Si esta cuestión se hubiera planteado en tiempos pasados, la respuesta no habría precisado de mucha discusión: la función de la geografía y la historia en la escuela sería contribuir en la construcción de la nación, forjando un espíritu patriótico en los futuros ciudadanos.
Evidentemente, ni la historia ni la geografía se enseñaban como ciencias, sino como relatos cerrados en los que la memorización de fechas, personajes y topónimos constituía su única finalidad. Ambas se planteaban como verdades acabadas que el alumno debía aceptar sin más. Finalmente, el discurso basado en el Estado-nación estaba siendo superado por la emergencia de organizaciones supranacionales y la internacionalización del mercado. En este contexto, la geografía y la historia, las humanidades en general, se consideraban materias poco útiles y de poca aplicabilidad en la vida cotidiana.
En España, la reforma educativa de 1970 trajo, en la enseñanza primaria (EGB), la sustitución (en el papel) de las tradicionales geografía e historia por una nueva área denominada «ciencias sociales», bajo el influjo de los estudios sociales norteamericanos. Sin embargo, el cambio de nomenclatura no trajo un cambio en la concepción de la asignatura ni tampoco en la práctica docente.
Los procesos de reforma educativa desarrollados en España en la década de los ochenta y que cobran cuerpo en la década de los noventa heredaron la problemática que venía arrastrando la enseñanza de las ciencias sociales. No se puede decir que los cambios propuestos hayan aportado soluciones: en la Educación Primaria se decidió fusionar en una sola área las ciencias naturales y las ciencias sociales; nacía así el «Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural». La discusión, como podemos ver, estribaba (y estriba aún hoy) en mantener la propuesta educativa tradicional (con la geografía y la historia como ejes principales) o transformar los contenidos para dotar al área de una mayor interdisciplinariedad y, por ende, una mayor funcionalidad.
Pero una cosa es lo deseable y otra lo posible: por un lado, la asignación horaria de las ciencias sociales en la enseñanza es bastante limitada para poder desarrollar la extensa gama de contenidos establecidos por la ley. Los docentes deben escoger muy bien los contenidos básicos tanto para una formación conceptual de los alumnos, así como para una formación metodológica que les proporcione herramientas de análisis e interpretación adecuadas.
La enseñanza de las ciencias sociales debe concentrarse cada día más en buscar que los estudiantes adquieran las habilidades que los lleven a conocer e interpretar los hechos, a hacer un análisis crítico de los procesos, a formular y sustentar hipótesis que den cuenta de su propia construcción de significado y a aproximarse más responsablemente a los conflictos y dilemas del presente.
Para lograr este objetivo, es indispensable que los maestros hagan una reflexión crítica en torno a su práctica pedagógica y que se concentren en trabajar con sus estudiantes la verdadera comprensión de los contenidos de las ciencias sociales, la construcción de habilidades y actitudes propias de lo que algunos llaman (en Latinoamérica, sobre todo) el científico social y la formación para la acción ciudadana.
La presencia de contenidos vinculados a las ciencias sociales en el currículo de Educación Infantil español es notable. Por un lado, los hay referidos a la iniciación y desarrollo de capacidades de orientación espacio-temporal, que resultan fundamentales para asentar sólidamente conocimientos históricos y geográficos. En segundo lugar, se hace hincapié en el respeto a las diferencias de tipo social y cultural, así como en la incorporación de pautas de convivencia y de resolución de conflictos, elementos básicos para el desarrollo de una ciudadanía democrática. Por otra parte, se fomenta la observación, conocimiento e interpretación del medio social y cultural que rodea a los niños. Finalmente, hay alguna mención a la iniciación de contenidos de tipo histórico y geográfico, si bien en mucha menor medida de lo que sería deseable.
El peso de las ciencias sociales queda de manifiesto, asimismo, en los objetivos generales de la etapa, que incluyen numerosas referencias a capacidades relacionadas con el conocimiento social y cultural, como: «observar y explorar su entorno familiar, natural y social» y «relacionarse con los demás y adquirir progresivamente pautas elementales de convivencia y relación social, así como ejercitarse en la resolución pacífica de conflictos».
Por otro lado, en los objetivos del área predominan claramente los del ámbito sociocultural:
Finalmente, el objetivo literal que el Real Decreto atribuye al área «Conocimiento del Entorno» es indicativo de sus finalidades socioculturales: «favorecer en niños y niñas el proceso de descubrimiento y representación de los diferentes contextos que componen el entorno infantil, así como facilitar su inserción en ellos de manera reflexiva y participativa». Se trata, pues, de acompañar al niño en el proceso de desciframiento del mundo que le rodea, asignando significados a los objetos físicos, elementos sociales y códigos culturales que constituyen su realidad.
De hecho, las tres áreas de conocimiento de Educación Infantil hacen referencia precisamente a este proceso de descubrimiento del mundo: ello requiere un proceso de toma de conciencia de sí mismo («Conocimiento de Sí Mismo y Autonomía Personal»), que correrá paralelo al «Conocimiento del Entorno». El instrumento esencial para dicho proceso de conocimiento (introspectivo y hacia el exterior) será el lenguaje, que constituye la tercera área («Lenguajes: Comunicación y Representación»).
El concepto de la noción del tiempo puede resultar demasiado abstracto para un niño y difícil de explicar para un profesor.
Del mismo modo que nos sucede cuando queremos explicar otros conceptos básicos como la diferencia entre su izquierda y su derecha, enseñar la noción del tiempo es algo mucho más sencillo si lo hacemos de forma lúdica, con juegos o recursos educativos o utilizando materiales específicos.
Las palabras «ahora», «hoy», «ayer» y «mañana» pueden señalar en su uso, cada vez, un sector distinto del tiempo real. En los niveles evolutivos prematuros, el niño se orienta en el tiempo a base de signos esencialmente cualitativos extra-temporales.
El posterior desarrollo de las aptitudes para una más correcta localización y comprensión del orden de sucesión se relaciona con la toma de conciencia de las dependencias causales y del dominio de las relaciones cuantitativas de las magnitudes del tiempo.
El sentido de temporalidad, es decir, la noción de tiempo, es una de las más difícilmente accesibles a los escolares entre los ocho y los doce años. Si se hace un examen detenido de las descripciones de Piaget respecto de las diferentes capacidades de aprendizaje de los niños a través de sus etapas de desarrollo cognitivo, se puede ver que las nociones de espacio y tiempo surgen y se desarrollan lentamente, casi confusamente.
Podéis leer un resumen de las teorías de Piaget (que no son para examen, tranquilos) en http://www.monografias.com/trabajos16/teorias-piaget/teorias-piaget.shtml
A menudo se puede ver, desde la experiencia práctica, que durante los primeros 10 años de vida los niños tienen dificultades para «hacerse la idea» de cómo es el desarrollo del tiempo con que medimos la historia, o de lo que significan los espacios que están más allá de lo que él o ella conoce.
Hasta los siete u ocho años e incluso más, es insuficiente la idea o noción de duración y de pasado. Hasta los siete años la expresión «la semana pasada» no adquiere sentido para ellos.
Piaget señala la dificultad con que los niños adquieren la noción de edad, sucesión, duración, anterioridad y posterioridad. Muy lentamente llegan a formar el concepto de un largo tiempo histórico anterior a ellos porque no los pueden hacer objeto de una observación directa. De ahí también la dificultad para comprender las sociedades, instituciones y móviles de la conducta de los adultos. El niño apenas conoce más que a su familia y solo lentamente y de manera elemental va adquiriendo alguna noción de la vida.
Casi siempre los temas de Ciencias Sociales rebasan la comprensión de los alumnos; por eso convendría tener en cuenta el esquema de Piaget, porque los procesos de la inteligencia influyen en la asimilación y acomodación, es decir, que si algo no se comprende, tampoco se podrá asimilar. Por otra parte, no existe inconveniente en ir preparando el camino de un aprendizaje histórico basado en la narración de hechos desde los primeros cursos de escolaridad, que favorecerán en el niño la aparición de un cierto sentido de conciencia histórica.
Hasta que no cumplen los cinco años, cuando se les intenta decir cuándo va a suceder algo o cuándo van a poder realizar algo, se muestran confundidos, ya que no son del todo conscientes de la necesidad de aceptar determinadas esperas.
No obstante, desde los tres años preguntan mucho acerca de cómo suceden las cosas y cuándo van a pasar; aunque no entiendan el concepto de la noción del tiempo en sí, se impacientan y quieren saber más. Por eso, hay algunos trucos que podemos utilizar para ayudar a nuestros alumnos a entender mejor el concepto del tiempo.
Utilizar el «antes» y el «después» de forma correcta nos ayudará al principio, por lo que si conseguimos que nuestro alumno comprenda y utilice esos términos para contestarnos acerca de preguntas simples, podemos conformarnos, sobre todo cuando hablamos de niños de entre tres y cuatro años. A esta edad, los niños irán comprendiendo conceptos como:
No obstante, se confundirán y utilizarán las expresiones de forma incorrecta, por ejemplo, diciendo «ayer» cuando quieran referirse a «mañana», o expresando la necesidad de hacer algo «mañana» cuando en realidad sucederá dentro de unos meses, como la Navidad, las vacaciones de verano, etc.
Obviamente, es un proceso que nos llevará tiempo y que, según vayan siendo más mayores, los niños podrán ir adquiriendo de forma natural. No obstante, debemos ayudarles para que puedan comprender el concepto de la noción del tiempo de un modo más sencillo:
Hacerles comprender que el tiempo corre y que todo tiene una duración determinada puede ser más sencillo si les ofrecemos materiales concretos, como por ejemplo, los relojes de gel o los relojes de arena, en los que pueden comprobar cuánto tiempo transcurre mientras pasa todo el contenido de un lado hacia el otro.
Por ejemplo, se puede utilizar para ir al patio: «Cuando pase todo el tiempo del reloj de arena, te vas al patio a jugar» o para recoger los juguetes, etc. Podemos utilizarlo en nuestro beneficio y, sobre todo, en el del niño, enseñándole cuánto tiempo se tarda en realizar determinadas cosas o cuánto tiempo transcurre hasta poder hacer algo concreto. Esto les ayudará a mejorar la gestión de su tiempo y de todas las tareas que tengan que realizar.
Del mismo modo, podemos utilizar temporizadores o el reloj típico de cocina que ponemos en una medida de tiempo concreta y que hace sonar su alarma cuando este transcurre.