Portada » Filosofía » Diccionario de Conceptos Fundamentales de la Filosofía Clásica Griega
El arjé es el principio primero u origen fundamental del que emerge toda la realidad en la filosofía presocrática. No se trata simplemente de un elemento material, sino del fundamento último que explica por qué las cosas existen, cambian y se mantienen. Cada filósofo buscó identificar este principio: para Tales era el agua, para Anaxímenes el aire, para Heráclito el fuego y para Anaximandro el ápeiron (lo indefinido). El arjé cumple una función unificadora, pues permite comprender la diversidad del mundo como manifestaciones de una misma base común. Es, por tanto, la clave inicial para interpretar la naturaleza.
El relativismo sostiene que la verdad, los valores y el conocimiento dependen de factores como la cultura, la historia, el individuo o las circunstancias. No existe una verdad universal y absoluta válida para todos; en cambio, cada persona o sociedad puede interpretar la realidad de manera distinta y legítima. Esta postura cuestiona la posibilidad de un criterio único para evaluar creencias o comportamientos. En filosofía, aparece con fuerza en los sofistas, quienes afirmaban que “el hombre es la medida de todas las cosas”. El relativismo invita a comprender la pluralidad de perspectivas, pero también plantea problemas sobre cómo fundamentar la moral.
La areté es un concepto central en la cultura griega que significa excelencia, virtud o plenitud de las capacidades humanas. No alude solo a la habilidad física o intelectual, sino al desarrollo integral de la persona. Para los griegos, alguien con areté actuaba de la mejor manera posible en cualquier situación, buscando siempre la perfección moral y racional. En los héroes homéricos se expresa como valentía y honor; en los filósofos, como sabiduría y equilibrio. La areté no es un talento innato, sino un ideal que se cultiva mediante el esfuerzo, la educación y una vida orientada al bien y la justicia.
La mayéutica es el método filosófico de Sócrates que busca conducir al interlocutor hacia el conocimiento verdadero mediante preguntas cuidadosamente formuladas. Sócrates comparaba este procedimiento con el trabajo de una partera: así como ella ayuda a dar a luz, el filósofo ayuda a que la persona “alumbre” ideas claras que ya están en su interior. La mayéutica parte de reconocer la propia ignorancia, elimina creencias confusas a través del diálogo y promueve conclusiones razonadas. Su objetivo no es imponer una respuesta, sino guiar hacia la reflexión autónoma. Este método inaugura una forma racional y crítica de búsqueda de la verdad.
Para Sócrates, la psique es el alma que constituye la esencia más profunda del ser humano. No es solo la fuente de la vida, sino el lugar donde reside la razón, la moral y la capacidad de conocerse a sí mismo. Sócrates afirmaba que “cuidar el alma” era la tarea más importante, pues de ella depende llevar una vida justa y virtuosa. La psique se perfecciona mediante el ejercicio del pensamiento, el examen crítico y el cultivo de la virtud. Una persona que no reflexiona sobre su alma vive de forma inconsciente, mientras que quien la cuida se acerca al verdadero bien.
Aristóteles concibe el alma como la forma o principio vital que organiza y da sentido al cuerpo. No es una sustancia separada, sino la estructura interna que permite a un ser vivo realizar sus funciones propias. Distingue tres niveles de alma:
Cada nivel presupone al anterior. El alma, en Aristóteles, explica la vida de manera natural, integrando cuerpo y espíritu como una unidad inseparable orientada al pleno desarrollo.
Para Platón, el alma es una realidad inmortal y preexistente que pertenece al mundo inteligible. Antes de unirse al cuerpo, contempla las Ideas eternas, y al encarnarse las olvida parcialmente. El alma está dividida en tres partes:
La justicia en el individuo surge cuando la razón gobierna armónicamente a las demás partes. Tras la muerte, el alma se separa del cuerpo y retorna al mundo de las Ideas. Su destino depende del grado de sabiduría alcanzado.
En un sentido general, el alma es el principio interno que da vida, identidad y unidad a los seres humanos. Se asocia con funciones como el pensamiento, la voluntad, las emociones y la autoconciencia. Aunque cada tradición filosófica la interpreta de manera distinta, suele entenderse como aquello que permite trascender lo meramente físico. El alma confiere sentido a las acciones, orienta al ser humano hacia valores, ideales y proyectos, y permite reflexionar sobre uno mismo. En muchas doctrinas, es también lo que sobrevive a la muerte o lo que mantiene continuidad personal a lo largo de la vida.
La sustancia es aquello que existe por sí mismo y sirve como soporte de las cualidades y cambios. Mientras los accidentes —como color, forma o estado— pueden variar, la sustancia permanece siendo lo que es. En filosofía clásica, especialmente en Aristóteles, la sustancia es la realidad fundamental de cada ser, compuesta por materia y forma. La materia posibilita el cambio, y la forma determina la esencia. En la tradición metafísica, el concepto de sustancia permite explicar la identidad a través del tiempo, la permanencia en medio de las transformaciones y la estructura profunda que hace que un ser sea propiamente él mismo.
El Ideal platónico, o Idea, es una realidad eterna, perfecta e inmutable que existe en un nivel superior al mundo sensible. Las cosas materiales no son más que copias imperfectas de estas Ideas, que actúan como modelos universales. Por ejemplo, todas las cosas bellas participan de la Idea de Belleza. Para Platón, el conocimiento verdadero solo se alcanza cuando el alma contempla estas realidades superiores mediante la razón. El ideal platónico permite explicar la estabilidad y universalidad de conceptos como justicia, bondad o verdad, que no dependen de opiniones humanas, sino de su fundamento en un mundo inteligible.
La ética es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana con el fin de determinar qué acciones son buenas, justas y adecuadas para lograr una vida plena. Analiza los valores, principios y fines que orientan nuestras decisiones, y reflexiona sobre la relación entre libertad, responsabilidad y bienestar. La ética busca comprender qué significa vivir bien y cómo alcanzar la excelencia moral. No se limita a reglas externas, sino que promueve un desarrollo interior del carácter. A través de ella, las personas pueden evaluar críticamente sus acciones y construir una existencia coherente con sus ideales más profundos.
El Bien es aquello que es valioso, deseable y perfecto en sí mismo. En filosofía, representa el fin último hacia el cual tienden las acciones humanas. Para Platón, el Bien es la Idea suprema que ilumina a todas las demás, la fuente de verdad y realidad. Conocer el Bien permite ordenar la vida adecuadamente. En ética, actuar bien implica elegir acciones que perfeccionen nuestra naturaleza racional y moral. Aunque diversas corrientes lo interpretan de modos distintos —placer, virtud, utilidad, felicidad— todas coinciden en que el bien orienta la vida hacia su realización plena y su desarrollo más auténtico.
La Eudaimonía es la noción griega de felicidad entendida como florecimiento humano, no como placer momentáneo. Es el estado en el que la persona desarrolla plenamente sus capacidades, vive de acuerdo con la virtud y encuentra armonía entre razón, emociones y acciones. Para Aristóteles, constituye el fin último de la vida, alcanzado mediante hábitos virtuosos, prudencia y una actividad racional conforme al bien. La Eudaimonía no depende solo de circunstancias externas, aunque estas pueden influir, sino principalmente de la formación del carácter. Implica vivir con sentido, equilibrio y coherencia, realizando nuestro potencial más elevado.
El intelectualismo moral, propio de Sócrates, defiende que el conocimiento del bien es suficiente para obrar correctamente. Según esta doctrina, nadie elige hacer el mal voluntariamente; cuando alguien actúa mal, lo hace por ignorancia o confusión sobre lo que realmente es bueno. La virtud, por tanto, depende del saber, y educar significa enseñar a discernir el bien. Esta visión identifica ética y racionalidad, afirmando que comprender lo correcto conduce naturalmente a practicarlo. Aunque simplifica la complejidad de la conducta humana, resalta la importancia del pensamiento crítico y del autoconocimiento como caminos hacia una vida justa.
El término elitista describe una postura que sostiene que ciertos conocimientos, cargos o funciones deben ser ejercidos por un grupo selecto capaz de hacerlo mejor que la mayoría. En filosofía política, puede relacionarse con la idea de que solo los más sabios, virtuosos o preparados poseen la autoridad moral para gobernar, como ocurre en la teoría del filósofo-rey de Platón. El elitismo afirma que no todos tienen las mismas capacidades o disposiciones, y que algunas tareas requieren cualidades excepcionales. Aunque puede promover excelencia, también plantea tensiones respecto a la igualdad, la democracia y la participación social amplia.
Los mitos son relatos tradicionales mediante los cuales las culturas antiguas explicaban el origen del mundo, la naturaleza, los dioses y el sentido de la vida humana. Utilizan figuras heroicas o divinas y un lenguaje simbólico para transmitir verdades morales, valores comunitarios o interpretaciones de fenómenos naturales. Antes del surgimiento de la filosofía, los mitos funcionaban como una forma principal de conocimiento. La filosofía griega nació en parte al cuestionarlos, reemplazando explicaciones míticas por razonamientos lógicos, pero sin perder su valor cultural y narrativo.
