Portada » Griego » Personajes de «La Fundación»: Un Estudio Profundo de la Condición Humana
La dramaturgia de Antonio Buero Vallejo se caracteriza por la creación de personajes de una profunda complejidad psicológica. En «La Fundación», encontramos un elenco que oscila entre vencedores y vencidos, entre la acción y la pasividad, y aquellos marcados por alguna tara física o mental, arquetipos recurrentes en su obra.
La obra presenta once personajes principales, además de las «Voces» y figuras colectivas sin nombre:
A estos se suman personajes que representan a la colectividad, aunque no intervengan directamente en escena: los «compañeros a toda prueba», los «barrenderos de la galería» y el «cojo de la celda de enfrente». Estos personajes, a través de sus individualidades, permiten a Buero Vallejo explorar las diversas reacciones humanas ante una situación límite.
La mayor parte de la obra se centra en la interacción de cinco compañeros. Al final, se revela que Tomás, Asel, Tulio, Lino y Max son presos políticos condenados a muerte. Tomás es el único personaje que permanece en escena a lo largo de toda la obra, soportando el peso narrativo y permitiendo al público comprender la magnitud del drama.
Tomás, el protagonista, es un personaje contemplativo en la primera parte, representando al intelectual no comprometido. Ha construido un mundo fantástico, una «Fundación» moderna, donde ha desterrado el hambre, el sufrimiento y la condena a muerte que pende sobre él y sus compañeros. Su objetivo es escribir una novela. Sin embargo, gradualmente, comienza a percibir la dolorosa realidad. El dolor se convierte en la clave de su curación, revirtiendo la locura que le provocó la tortura y la culpa por delatar a sus compañeros. El trauma de las muertes de estos le devuelve la lucidez.
Cuatro acontecimientos marcan la evolución de Tomás:
Buero Vallejo logra un «efecto de inmersión» característico de su teatro, identificando al espectador con Tomás, quien descubre la verdad de la escena al mismo tiempo que el personaje. Esta técnica innovadora sumerge al público en la experiencia.
Asel se erige como uno de los personajes más complejos. Al igual que Tulio, trasciende los límites entre «activos» y «contemplativos». Es el líder del grupo, quien impulsa la acción dramática, ideando la terapia para que Tomás regrese a la realidad y planeando la fuga. Su meta es la libertad. Asel se suicida para evitar hablar bajo tortura y facilitar la fuga de Tomás y Lino.
Asel defiende el uso de la mentira en dos circunstancias:
A pesar de la culpabilidad de Tomás en su encarcelamiento, Asel lo ayuda a recuperarse, rigiéndose por principios éticos. Confiesa no ser un héroe y anhela un mundo mejor.
Tulio, un fotógrafo, vive en la mente de Tomás como tal. Se burla de la situación, representa la ensoñación y evoca sus trabajos en holografía, buscando una vía de escape de la cruel realidad. Su sueño de un futuro mejor se ve truncado cuando es llamado para su «traslado», es decir, para ser ejecutado.
Lino, un tornero que Tomás concibe como ingeniero, es un joven impetuoso, impulsivo y brusco. Desde el inicio, intenta revelar la verdad a Tomás de manera violenta. Al descubrir que Max es el delator, se convierte en una figura temible, decidido a desenmascararlo y anularlo.
Max, un tenedor de libros que Tomás imagina como matemático, encarna la corrupción, la indignidad y la ruptura de ideales. Inicialmente, se muestra tranquilo, bromista y defensor de Tomás. Sin embargo, al final se revela como el traidor del grupo, a cambio de comida y comodidades, siendo asesinado por Lino.
El Hombre es el compañero de celda enfermo con el que Tomás conversa hasta que descubre, al ser llevado, que está muerto. Este personaje cumple una doble función: representa a las víctimas del sistema represivo y actúa como el primer eslabón en el proceso de curación de Tomás.
Berta es un personaje atípico, fruto de las alucinaciones de Tomás. Es su novia, a quien él cree alojada en otro pabellón de la «Fundación». Insiste en su presencia ante sus compañeros. Tomás solo descubrirá su error al final. Berta posee un ratón blanco robado del laboratorio, al que ha llamado «Tomás». Este personaje debe interpretarse como un desdoblamiento del propio Tomás. La metáfora del ratón, que comparte su nombre y es definido por Berta como su «novio», evidencia el debate interior de Tomás. Berta es un refugio, pero a través de ella se filtran fragmentos de la realidad que Tomás prefiere ignorar.
El encargado, el ayudante y los camareros actúan como figurantes. Cuando Tomás recupera la cordura, estos personajes dejan de vestir sus uniformes y sus modales se vuelven menos refinados, revelando su verdadera condición de empleados de la cárcel. Además de los personajes centrales, existen otros que son solo aludidos, representando la solidaridad humana: «los compañeros a toda prueba» que arriesgan para que los condenados puedan cavar un túnel; «los barrenderos de la galería» que diseminan la tierra para no dejar rastro; «el cojo de la celda de enfrente» que descubre al delator egoísta; y un «coro de voces».