Portada » Filosofía » Orígenes de la Filosofía: Del Mito a la Razón y los Grandes Pensadores Griegos
La filosofía nació en Grecia en el siglo VI a. C., cuando los primeros pensadores comenzaron a buscar explicaciones racionales del mundo. Antes de eso, los griegos explicaban la realidad mediante mitos: relatos fantásticos protagonizados por dioses y héroes, en los que todo dependía de la voluntad divina y la tradición. Con el tiempo, algunos pensadores empezaron a sustituir esas explicaciones míticas por razonamientos basados en la observación y la lógica. Este cambio se conoce como el paso del mito al logos. El término logos significa ‘razón’ o ‘pensamiento’, y representa una nueva forma de entender el mundo de manera racional y crítica. Los primeros filósofos, como Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, buscaron el arjé o principio que da origen a todas las cosas, dejando de lado las causas sobrenaturales. Este paso del mito al logos marcó el nacimiento de la filosofía y de la ciencia, inaugurando una nueva etapa en la historia del pensamiento humano basada en la razón, la reflexión y la búsqueda del conocimiento.
La filosofía es un conocimiento racional, crítico y profundo que busca comprender la realidad en su totalidad y orientar la vida humana. Sus principales características son:
Los filósofos presocráticos Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea representan dos posiciones fundamentales y antitéticas respecto a la naturaleza de la realidad. Mientras Heráclito postula el devenir perpetuo como esencia de lo real, Parménides afirma la inmutabilidad del Ser. Esta oposición marcará el desarrollo posterior de la filosofía occidental.
Frente al movimiento heraclitiano, Parménides, en su poema Sobre la Naturaleza, establece una ontología del Ser único e inmutable.
Esta oposición entre devenir y permanencia influirá en toda la filosofía posterior:
La oposición Heráclito-Parménides constituye el primer gran debate ontológico de la filosofía occidental. Sus posturas no solo reflejan dos modos de entender la realidad, sino que fundan las dos tradiciones metafísicas que recorrerán la historia del pensamiento: la que privilegia el cambio y la que afirma la permanencia.
La escuela pitagórica representa uno de los hitos más fascinantes en el nacimiento del pensamiento filosófico occidental. A diferencia de los milesios, que buscaban el principio originario (arjé) en elementos materiales como el agua o el aire, Pitágoras y sus seguidores descubrieron en el número la clave para comprender la estructura profunda de la realidad. Para los pitagóricos, el número no era una mera abstracción intelectual, sino la auténtica naturaleza de las cosas. Su famoso principio «todo es número» significa que la realidad posee una estructura matemática subyacente que puede ser conocida mediante la razón. Esta intuición revolucionaria transformó para siempre la comprensión del universo: ya no era un caos gobernado por fuerzas caprichosas, sino un cosmos (término que ellos acuñaron), es decir, un todo ordenado, bello y armónico.
El pitagorismo desarrolló una sofisticada antropología basada en la metempsicosis o transmigración de las almas. El alma, de naturaleza divina, se encuentra prisionera del cuerpo y debe purificarse a través de sucesivas reencarnaciones. Esta concepción llevó a la práctica de un riguroso ascetismo y a la elaboración de numerosos preceptos éticos, muchos de ellos recogidos en sus «Versos Áureos». La vida pitagórica era, en esencia, un camino de perfeccionamiento espiritual mediante el cultivo de las matemáticas, la música y la filosofía.
La influencia del pitagorismo resulta difícil de exagerar. Platón asimiló su concepción matemática de la realidad, el Renacimiento recuperó su ideal de armonía universal, y la ciencia moderna, desde Kepler hasta Einstein, confirmó su intuición básica: el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático. El pitagorismo nos legó así la profunda convicción de que el universo es, en su misma esencia, inteligible.
Sócrates fue un filósofo del siglo V a. C. perteneciente a la filosofía clásica y uno de los pensadores más influyentes y antiguos. Durante esa época convivió con los sofistas, unos filósofos escépticos y relativistas que cobraban por sus enseñanzas. Estos eran criticados por cobrar, ya que esto se veía como algo propio de la clase social baja. Ellos enseñaban retórica, dialéctica, lógica y argumentación, y preparaban a sus discípulos para ganar disputas verbales, independientemente de si tenían la razón o no.
Sócrates, fundador de la ética y la moral, calificaba las acciones de los sofistas como preocupantes, ya que el relativismo contradecía su modelo de universalismo moral, que defendía que los valores morales debían ser comunes para todo el mundo.
Sócrates fue el creador de un método utilizado para definir universalmente los valores morales: la mayéutica. En la primera etapa de su método, Sócrates fingía que no sabía nada con su famosa frase “yo solo sé que no sé nada”, para posteriormente preguntarle a otra persona cuestiones relacionadas con la justicia y la moral, rebatiendo las respuestas hasta que el otro interlocutor definiera universalmente el valor moral preguntado.
Sócrates presupone el innatismo de las ideas, es decir, que los humanos nacemos con unas ideas establecidas, por lo que la mayéutica simplemente ayuda a «parir» los valores morales universales a través de la reminiscencia de nuestras ideas innatas. Esto se resume en su famosa frase “conócete a ti mismo”.
Su ética intelectualista defiende que la causa del mal es la ignorancia, sosteniendo así que quien conoce el bien lo practica y que el ignorante hace el mal.
Por causa de la gran influencia que tenía Sócrates sobre los jóvenes de Atenas, fue acusado de impío y obligado a suicidarse. Él aceptó su condena, demostrando así su indiferencia hacia la muerte y su fidelidad a sus principios.
La naturaleza humana se refiere a los rasgos esenciales que definen lo que significa ser humano. Entre estos rasgos se incluyen:
Aristóteles definió al ser humano como un «animal racional y político», enfatizando la importancia de la vida en sociedad para el desarrollo de la racionalidad y la felicidad. Sin embargo, filósofos como Jean-Paul Sartre han cuestionado la existencia de una «naturaleza humana» fija, argumentando que la existencia precede a la esencia.
La cultura es el conjunto de conocimientos, valores, creencias y costumbres que se transmiten de generación en generación. A diferencia de la naturaleza, la cultura no se hereda biológicamente, sino que se aprende. La cultura incluye:
La cultura es variable y creativa, construyendo diferentes valores y formas de organización en cada sociedad. Ernst Cassirer definió al ser humano como «animal simbólico», destacando la importancia del lenguaje y los símbolos en la construcción de realidades sociales.
La socialización es el proceso mediante el cual el ser humano aprende normas y valores para vivir en sociedad. A través de la socialización:
Casos de «niños salvajes» demuestran que sin interacción social, no se aprende a hablar ni a comportarse como personas.
