Portada » Filosofía » Nietzsche Esencial: Voluntad, Moral y la Transformación Humana
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX que criticó duramente los valores tradicionales de su época (especialmente los religiosos y morales) por considerarlos enemigos de una vida plena y fuerte.
Según Nietzsche, los seres humanos somos frágiles, pero tenemos una gran arma: la inteligencia, que nos permite ejercer nuestra voluntad de poder, es decir, nuestro impulso natural de crecer, dominar y crear. Sin embargo, la cultura moldea al ser humano y puede tanto potenciar como reprimir esa voluntad.
En Así habló Zaratustra, Nietzsche usa tres animales como símbolos de tres transformaciones del ser humano, refiriéndose metafóricamente a distintas maneras de vivir:
El superhombre vive con amor fati (amor al destino), aceptando la vida entera, incluso sus tragedias. Vive intensamente, no busca evitar el dolor, sino integrarlo en una vida llena de fuerza y creatividad.
Este nuevo tipo humano rechaza el igualitarismo que imponen cristianos o socialistas y admite las jerarquías. Ya no se enorgullece de su voluntad de verdad, sino que vive como un artista, guiado por la intuición, dispuesto a vivir cada momento como si fuera a repetirse eternamente (eterno retorno). Así, crea valores nuevos y convierte su vida en una obra de arte, a diferencia de la moral de esclavos del camello.
Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX que criticó los valores tradicionales como el sufrimiento, la humildad o el sacrificio, porque van contra la vida y su fuerza.
Para entender cómo llegaron a imponerse esos valores, Nietzsche propone una genealogía de la moral, es decir, investigar su origen histórico y su función en cada época. La sociedad actual vive de forma nihilista, rechazando la vida, pero esto no siempre fue así, por lo que intentó averiguar qué nos ha hecho llegar a esta situación.
Según Nietzsche, la decadencia comenzó con Sócrates y Platón, quienes rompieron el equilibrio vital que los antiguos griegos habían logrado entre dos impulsos siempre presentes en el hombre y que, según Nietzsche, se combinaban felizmente en las tragedias antiguas de Esquilo o Sófocles:
En el alma de los antiguos griegos predominaba lo dionisíaco, pero lo apolíneo era integrado sin conflicto, permitiendo combinar ambas fuerzas y aceptando incluso lo irracional y trágico de la vida.
Con Sócrates se rompe este equilibrio, pues empieza el dominio de lo apolíneo. Cree que la razón puede alcanzar la verdad y que el máximo bien es el conocimiento. Así, desprecia lo irracional, los instintos y los sentidos. Platón hereda esto y crea la teoría de los dos mundos: uno perfecto e ideal (el mundo de las Ideas) y otro imperfecto (el mundo real), despreciando así la vida concreta con sus elementos trágicos e irracionales.
El cristianismo agrava el error platónico, que para Nietzsche es “platonismo para el pueblo”: convierte el “más allá” en una verdad para todos y enseña a despreciar esta vida. Además, pone a Dios como símbolo de lo perfecto y lo espiritual, alejándonos aún más de lo real y de la vida.
Antes del cristianismo, la sociedad se dividía entre:
Nietzsche no solo critica esta moral, sino que también propone otra forma de vivir: tras la muerte de Dios, ya no estamos atados a la moral cristiana y podemos crear nuestros propios valores.
Es el momento del superhombre, que afirma la vida tal como es, incluso en sus aspectos más duros. Vive con amor fati, aceptando todo lo que le ocurre. El superhombre vive según la voluntad de poder, el deseo de crecer, crear y superarse. Además, acepta el eterno retorno, la idea de que la vida puede repetirse infinitas veces. Por eso, debe vivir de forma que desee repetir cada momento una y otra vez, lo que le lleva a amar la vida con intensidad.
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX conocido por rechazar los valores de su época, que consideraba contrarios a la vida. Criticó duramente las formas de vivir que ensalzan valores como el sufrimiento, la humildad o el sacrificio.
Su visión sobre Dios y la religión está unida a su crítica de la metafísica occidental. Según Nietzsche, los males de nuestra cultura comienzan con Sócrates y Platón, que rompieron con el equilibrio que los antiguos griegos mantenían entre lo dionisíaco (lo sensible, instintos, lo irracional) y lo apolíneo (razón, orden, armonía). Sócrates priorizó solo lo racional, y Platón reforzó esta visión con su teoría de los dos mundos: un mundo de las Ideas, perfecto y eterno, y un mundo real, imperfecto y aparente, abandonando lo dionisíaco.
A partir de ahí, Nietzsche dirige su crítica al cristianismo, que considera “platonismo para el pueblo”. Para él, el cristianismo convierte la teoría de Platón en una religión basada en el más allá y en Dios, símbolo de todo lo trascendente y perfecto. Esta fe desprecia la vida real y sus pasiones, valorando solo la salvación eterna, lo que lleva al rechazo de la vida y a la represión de los instintos. Para Nietzsche, esto ha provocado la decadencia de Occidente, en contraste con el vitalismo que él propugnaba.
Sin embargo, en su época comienza un cambio profundo: la muerte de Dios. Para Nietzsche, Dios ha muerto porque la sociedad moderna ya no lo necesita para organizar su vida. Esto marca el inicio de una época nihilista: primero negativa, por la pérdida de sentido; pero también positiva, porque abre la puerta a crear nuevos valores.
La muerte de Dios significa el final de los valores decadentes y permite repensar ideas como la verdad, la moral o la belleza desde una perspectiva más vital y libre. Aun así, este cambio es lento, ya que muchas raíces cristianas siguen presentes, aunque no lo parezca.
Ahora, el ser humano tiene la oportunidad de reinventar su vida y buscar una existencia más intensa. Es la era del superhombre, que dice sí a la vida, acepta todo lo que ocurre con amor fati y afirma la vida con todas sus fuerzas.