Portada » Historia » Nacionalismos, Movimiento Obrero y la Crisis de 1898 en la España de la Restauración
En relación con el País Vasco, la Ley de 21 de Julio de 1876, tras la derrota del carlismo en la III Guerra Carlista, había derogado los fueros vascos, que habían estado vigentes desde el Acuerdo de Vergara de 1839. Esta supresión provocó un movimiento de defensa de los derechos históricos y de las instituciones suprimidas.
En 1890, Sabino Arana, el fundador del nacionalismo vasco, convirtió los fueros en el símbolo de la soberanía vasca, afirmando que los vascos, en razón de su raza, su religión, lengua y costumbres, constituían una nación peculiar. Arana defendió abiertamente la superioridad de la raza vasca, publicó «Bizcaya por su independencia» y creó el PNV (Partido Nacionalista Vasco). Comenzó a hablar de Euskadi como la patria de los vascos.
La industrialización avanzaba en el País Vasco y llegaban miles de inmigrantes procedentes de otros puntos de España. El nacionalismo vasco se extendió por el miedo a perder el mundo cultural propio. Aunque el movimiento avanzaba, la clase trabajadora era mayoritariamente socialista.
En Cataluña, comenzaron a proliferar en la década de los setenta publicaciones regionalistas. La identidad nacional se basaba en una lengua (el catalán) y en el recuerdo de que habían perdido sus leyes e instituciones propias en 1714, cuando se suprimieron los fueros de Cataluña. La amenaza percibida era la supervivencia de la lengua y la cultura, lo que impulsó la Renaixença en el ámbito de la literatura.
El movimiento obrero tuvo sus inicios durante el Sexenio Democrático. En 1872 se constituyó la sección española de la A.I.T. (Asociación Internacional de Trabajadores), creada gracias al derecho de asociación vigente desde la dictadura del General Serrano hasta 1887.
El asesinato de Cánovas en 1897 fue un claro ejemplo de la acción directa anarquista. Durante la Restauración, la Constitución de 1876 era ambigua. Bajo la Regencia de María Cristina, el gobierno largo de Sagasta (1887) promulgó la Ley de Asociaciones.
En 1895 estalló nuevamente la guerra en Cuba, que la Paz de Zanjón había detenido provisionalmente. En 1896 comenzó la insurrección en las islas Filipinas y en 1898 se entró en guerra con los EE. UU.
En Cuba predominaba la economía de plantación basada en el empleo de mano de obra esclava. El principal producto era el azúcar, cuya producción, hacia finales del siglo, se había modernizado notablemente y tenía a los EE. UU. como principal cliente.
La política económica proteccionista perjudicaba a una economía exportadora como la cubana. A las medidas proteccionistas adoptadas en 1890 para la importación de los productos de la isla, los EE. UU. respondieron imponiendo altos aranceles en la compra de azúcar y tabaco. A partir de 1891, Robledo impuso medidas claramente centralistas. La imposición de nuevos aranceles para proteger los productos peninsulares puso a la isla al borde de la insurrección y frustró los intentos de reformar este estado.
En 1892, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, formado con una amplia base social. En 1895 estalló la guerra en Cuba, con el Grito de Baire. Se designó al general Weyler, quien aplicó una política de reconcentración al no querer actuar contra la población civil que apoyaba a los insurgentes. España llegó a enviar 300 mil soldados a la isla.
La concesión de autonomía para la isla, acordada por el gobierno de Sagasta en 1897, llegaba tarde, y la injerencia de los EE. UU. precipitó los acontecimientos y el resultado final. En 1897 se concedió a Puerto Rico una carta autonómica más avanzada que al resto de Ultramar.
Filipinas también había estallado en 1896 con el Grito de Balintawak, que llamó a los filipinos a levantarse contra España. En 1897 se formó un gobierno revolucionario con Aguinaldo. Mediante el Tratado de Biac-na-Bató, España logró un apaciguamiento temporal.
La intervención de los EE. UU. provocó el desenlace final de los acontecimientos. El presidente McKinley se planteó la oportunidad de una intervención directa mediante la guerra contra España.
El gobierno español solicitó el armisticio y se firmó el Tratado de París (1898), donde se acordó la independencia de Cuba, y Filipinas y Puerto Rico pasaron a control americano.
La Crisis del 98 supuso un impacto moral, económico y político por la pérdida de las últimas colonias. Esto dio lugar al movimiento del Regeneracionismo, que pretendía la modernización de España a través de la educación, las infraestructuras, la regeneración de las reformas sociales y la democratización del sistema.
La industria textil catalana se desarrolló a base de algodón. La burguesía catalana competía con la inglesa. La pérdida de las colonias americanas en 1824, y de Cuba y Puerto Rico en 1898, supuso un duro golpe. Sin embargo, demostraron una gran capacidad de adaptación, apostando por la renovación tecnológica al instalar modernos telares en las proximidades de Barcelona.
La siderurgia dio sus primeros pasos en:
España contaba con yacimientos de hierro, plomo y cobre en el siglo XIX. La Corona, mediante una legislación de 1825, se había apropiado de las riquezas del subsuelo. El gran auge de la minería debió esperar hasta 1868, cuando se pusieron las minas propiedad de la Corona en manos de la iniciativa privada, coincidiendo con el desarrollo de la industria europea.
Muchas empresas europeas obtuvieron concesiones para explotar las minas españolas, como las minas de Río Tinto en Huelva.
Industria Harinera: En 1831 se autorizó la instalación de fábricas de harina en el Canal de Castilla, lo que facilitó su transporte hasta Santander.
Fracaso de la Revolución Industrial Española: La población, al no crecer significativamente, generaba pocos consumidores, lo que se tradujo en la debilidad del mercado español y en malas comunicaciones interiores.
