Portada » Historia » La Monarquía Hispánica bajo los Austrias: Política, Crisis y Esplendor Cultural (1517-1700)
Con Carlos I (1517-1556) se inicia la dinastía de los Habsburgo (o Austrias) en España. Nieto de los Reyes Católicos, su herencia incluía vastas tierras europeas y americanas. Además, en 1520 fue elegido emperador alemán.
Tuvo que enfrentarse a conflictos internos ocasionados por las imposiciones fiscales y por dejar el gobierno en manos de extranjeros cuando viajó a Alemania para defender su candidatura al trono. Se produjeron levantamientos en las principales ciudades castellanas, en las que se sustituyó el poder municipal por comunas o juntas. El triunfo del ejército imperial en la Batalla de Villalar en 1521 puso fin a la Guerra de las Comunidades.
Paralelamente, en 1519 se produjo una revuelta popular antiseñorial en Valencia y Mallorca, conocida como las Germanías, en un contexto de peste y crisis económica. La intervención del ejército imperial terminó con la sublevación, lo que reforzó la relación del monarca con los nobles.
Para garantizar la unión territorial de su Imperio, tuvo que enfrentarse en cuatro ocasiones a Francia (para evitar su expansión en Italia), a los turcos (para frenar también su expansión) y a los protestantes. La victoria de estos últimos obligó al monarca a permitir el protestantismo con la Paz de Augsburgo (1555).
Su hijo, Felipe II, reinó de 1556 a 1598. Su política interior se basó en:
Otro problema fueron las revueltas que se produjeron en Aragón, provocadas por el caso de Antonio Pérez, que terminó con la reducción de los fueros aragoneses.
En política exterior, centró su interés en defender el catolicismo y luchar por la hegemonía española en Europa:
El reinado de Felipe II fue el de máxima expansión de la Monarquía Hispánica.
A partir del siglo XVII, los monarcas delegaron las tareas de gobierno en personas de confianza (los validos) cuyas decisiones aceleraron la decadencia española.
El Duque de Lerma, valido de Felipe III, fue una persona corrupta, en un reinado marcado por el despilfarro. A esto se unió la expulsión de los moriscos en 1609, con graves consecuencias económicas.
Su hijo, el Duque de Uceda, fue quien decidió que España interviniera en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). En el exterior, Felipe III llevó a cabo una política pacifista forzada por la crisis económica. Firmó el Tratado de Londres con Inglaterra y la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas.
El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, propuso crear la Unión de Armas para ganar la Guerra de los Treinta Años; todos los reinos debían contribuir con hombres y dinero.
La oposición al valido y a su política de centralización provocó rebeliones, destacando las que se produjeron en 1640 en Cataluña y Portugal:
Con la Paz de Westfalia (1648) finalizó la Guerra de los Treinta Años. Sin embargo, Francia quiso recuperar Cataluña; la guerra franco-española finalizó con la Paz de los Pirineos (1659), siendo valido Luis de Haro. Francia obtuvo el Rosellón y la Cerdaña y se acordó el matrimonio de María Teresa (hija de Felipe IV) con Luis XIV de Francia.
Everardo Nithard, valido de la regente Mariana de Austria, reconoció la independencia de Portugal y protagonizó la “Guerra de las Devoluciones” con Francia, que reivindicaba varias plazas flamencas.
Con la Paz de Aquisgrán (1668) y la Paz de Nimega (1678), Francia siguió aumentando sus dominios. La inestabilidad fue en aumento con continuos cambios de gobierno y un monarca, Carlos II, enfermizo y sin descendencia, que puso fin a la Casa de los Habsburgo en España. Nombró como heredero al trono a Felipe de Anjou. El temor de algunas potencias a un bloque hispano-francés provocó la Guerra de Sucesión a la muerte de Carlos II.
La sociedad estaba dividida en estamentos. La nobleza y el clero, una minoría de la población, disfrutaban de privilegios. Aunque una pequeña parte mantuvo su influencia económica y social, la baja nobleza y el bajo clero vieron empeorar su situación. La situación del resto de la población también empeoró.
En el siglo XVII se produjo un importante descenso de la población, debido a epidemias periódicas que coincidieron con periodos de malas cosechas, carestía y hambre. La expulsión de los moriscos en 1609 agravó la crisis demográfica y económica.
Tras el crecimiento económico de la primera mitad del siglo XVI, gracias a la colonización de América, se produjo un periodo posterior de aumento de precios, ya que el oro y la plata que llegaban no eran suficientes para cubrir los gastos de las guerras.
En el siglo XVII, los validos y monarcas se enriquecieron de forma innoble. La Corona aumentó sus recursos económicos con la venta de cargos públicos, sin que los corregidores pudieran denunciarlo. Frente al empobrecimiento de los campesinos que no podían hacer frente a los impuestos, creció el número de grupos improductivos:
Esta situación estaba impregnada de una mentalidad caracterizada por el desprecio al trabajo.
En el siglo XVI se desarrolló el Humanismo, un movimiento cultural que estimuló el desarrollo de las ciencias, y el Renacimiento, un nuevo estilo artístico inspirado en la Antigüedad clásica (Grecia y Roma).
En literatura destacó la novela picaresca, como el Lazarillo de Tormes, y la poesía de Garcilaso de la Vega o de místicos como Santa Teresa de Ávila. Cabe destacar la Escuela de Salamanca como centro de intelectuales.
En el siglo XVII, España vivió un periodo de gran riqueza cultural, el “Siglo de Oro”. En literatura destacan:
En Arte se desarrolló el Barroco, influido por la Contrarreforma, con artistas como Velázquez o Murillo.
