Portada » Historia » La Guerra Civil y el Franquismo en España: Un Recorrido Histórico
El triunfo electoral del Frente Popular supuso una mayor radicalización social y política en España. Azaña como Presidente de la República y el nuevo gobierno de Casares Quiroga, relegaron a algunos generales derechistas (Goded, Franco y Mola fueron enviados a Baleares, Canarias y Pamplona), aun así mantuvieron el contacto y el general Mola preparará la sublevación, entrando en comunicación con los generales considerados “afines”, los carlistas, José Antonio Primo de Rivera, algunos diputados de la CEDA y el general Sanjurjo, exiliado en Portugal, que sería el que la dirigiría.
Estos meses anteriores a la guerra se caracterizan por un clima de violencia:
Todos se van uniendo a la conspiración. El objetivo sería acabar con el gobierno del Frente Popular y sustituirlo por un Directorio Militar sin plantearse la forma de gobierno definitivo. No se pensó en la posibilidad de una guerra, se pensó en una acción rápida.
El asesinato de Calvo Sotelo como represalia al del teniente Castillo, de la Guardia de Asalto el 13 de julio aceleró los acontecimientos. El 17 de julio se inicia el alzamiento en el Marruecos español esperando la llegada del general Franco. El 18 de julio se extiende a la Península, la reacción del gobierno de Casares Quiroga fue dimitir. Martínez Barrio intenta negociar con Mola, que se niega. El nuevo gobierno presidido por Giral entrega armas al pueblo. España quedó dividida en dos zonas enemigas:
El aparente equilibrio de fuerzas ocultaba que la República careció inicialmente de unidad y dirección política y militar; la sublevación desencadenó un proceso revolucionario de la clase trabajadora que rompió la estructura misma del Estado. La revolución deshizo el ejército republicano sustituido por unas fuerzas irregulares y poco disciplinadas, basadas en milicias de partidos y sindicatos.
Durante el conflicto se sucedieron varias etapas cuya evolución estuvo ligada a la iniciativa de los sublevados:
El primer objetivo de los sublevados era la conquista de Madrid. Franco, desde el sur, y Mola, desde el norte, se dirigieron hacia la capital. El ejército de África, bajo el mando de Franco, cruzó el estrecho de Gibraltar con la colaboración de la aviación y la marina de Hitler y Mussolini, para unirse a los sublevados de Andalucía, comandados por el general Queipo de Llano. Queipo de Llano ocupó el sudoeste de Andalucía y Franco se dirigió hacia Extremadura y el valle del Tajo, conquistó Badajoz, Talavera de la Reina y Toledo, liberando la guarnición rebelde que se había hecho fuerte en el Alcázar (general Moscardó), quedando así unidas las dos zonas de la Península que dominaban los sublevados. La liberación del Alcázar de Toledo fue un grave error militar -pues permitió a los republicanos organizarse- pero constituyó una magnífica propaganda para Franco, que se convirtió en el “salvador de España”. Por su parte, Mola tomó Irún y San Sebastián.
Madrid logró resistir en una larga batalla (noviembre-diciembre de 1936).
Los militares sublevados intentan concentrar sus fuerzas en torno a la capital, sin embargo Madrid resiste gracias a la encarnizada defensa del ejército leal y de las milicias populares ayudadas por las Brigadas Internacionales.
El 6 de noviembre, el gobierno republicano se trasladó a Valencia, dejando en Madrid una Junta de Defensa. Franco intentó un primer ataque frontal a la altura de la Ciudad Universitaria, desde donde la ciudad fue duramente bombardeada por italianos y alemanes, pero Madrid resiste bajo el grito de “no pasarán”. Ante el fracaso, los nacionales intentaron aislar Madrid, cortando sus comunicaciones por el este (carretera de Valencia). Pero las victorias republicanas tanto en el Jarama, como en Guadalajara donde las tropas fascistas italianas fueron derrotadas por los republicanos, hicieron fracasar también esta nueva estrategia. El resultado final en tablas hizo que este frente quedara estabilizado hasta el final de la guerra y los jefes sublevados decidiesen entonces abandonar la toma de la capital y dirigir su atención a otras zonas estratégicas. Entre estas batallas (Febrero) la ciudad de Málaga fue conquistada por tropas italianas, otra importante pérdida para la República.
Franco trasladó la lucha al Norte, a la franja cantábrica, zona aislada y poseedora de una importante minería e industria siderometalúrgica. En abril de 1937, se producía el primer bombardeo aéreo del mundo sobre una población civil, el “bombardeo de Guernica” por la Legión Cóndor alemana. Este ataque se convirtió en un símbolo de la barbarie fascista, capaz de masacrar sin necesidad a la población civil.
La República, para aliviar la presión militar en el norte, lleva a cabo dos fuertes ofensivas: en Brunete (Madrid) y en Belchite (Zaragoza), pero ni consiguen levantar el sitio de Madrid ni evitó que los nacionales entrasen primero en Santander y luego en Asturias (sept. y oct. 1937), tras una dura defensa de los mineros. Toda la franja norte quedaba en manos de los rebeldes y Franco pone en el Mediterráneo su siguiente objetivo.
En el bando republicano cunde la idea de que se está perdiendo la guerra, y para elevar la moral el mando emprende la campaña de Aragón. En diciembre del 37 el ejército republicano, con ayuda de las Brigadas Internacionales, toma la ciudad de Teruel (punto clave que une las zonas republicanas de Cataluña, Levante, Castilla la Mancha y Madrid). Pero en febrero del 38, una contraofensiva nacionalista la recupera y, en abril, Franco llegará al Mediterráneo en Vinaroz (Castellón). El territorio republicano quedaba dividido en 2 zonas, con Cataluña aislada.
Ante la sorpresa de todos, el ejército republicano lanzó una audaz ofensiva en el frente del Ebro, con el objetivo de unir Cataluña al resto del territorio conservado por la República y prolongar la resistencia, ante la inminencia de la II Guerra Mundial, pensando que su estallido favorecería a la República. La batalla del Ebro durará 114 días (del 25-jul al 15-nov.1938) fue la mayor y más sangrienta de toda la guerra –100.000 muertos- y supuso la derrota casi definitiva del ejército republicano. La victoria nacional es ya cuestión de tiempo. En dic. 1938, el ejército franquista emprendió la ofensiva sobre Cataluña. El 26-enero-1939 entraba en Barcelona. La caída de Gerona significó la huida hacia Francia de millares de refugiados y del gobierno republicano.
Las diferencias internas entre los republicanos se hacen patentes: el jefe del Gobierno republicano, Negrín quería continuar la guerra, apoyado por los comunistas, mientras que otros se mostraban favorables a intentar negociar la paz. A comienzos de marzo el coronel Casado dio un golpe de Estado en Madrid contra el gobierno de Negrín y constituyó un Consejo de Defensa en Madrid (compuesto de socialistas, anarquistas y republicanos). Su objetivo era negociar con Burgos y conseguir “una paz honrosa”, pero Franco sólo aceptó la rendición incondicional. Madrid cae el 28 de marzo de 1939 y el 30 Alicante, donde estaban concentrados los últimos republicanos en un intento desesperado de huir. El 1 de abril Franco firmó en Burgos el último y breve parte de guerra, que daba por terminada la misma.
El franquismo se asentó sobre unos principios ideológicos poco estructurados procedentes del programa de la Falange, el Carlismo, la Iglesia católica y la tradición conservadora española. El régimen presentaba las características fundamentales de un Estado antiliberal y totalitario:
El Estado franquista se vio respaldado por los grupos sociales que habían apoyado la sublevación militar, grandes terratenientes, empresarios industriales, financieros, burguesía y campesinado católico del norte y centro del país, a los que se unió una clase media numerosa que transigió con las restricciones políticas a cambio de un nivel económico aceptable. Estos grupos políticos e ideológicos constituyen el fundamento del nuevo sistema basado en la equilibrada distribución del poder entre ellos, son las llamadas “familias”.
Tras la Guerra Civil España se encontraba económica y socialmente destrozada. La paz, fruto de la victoria militar sobre el adversario, permitió a los vencedores imponer sus condiciones. El nuevo Régimen, que emprendió una feroz represión, se dispuso a implantar un nuevo sistema político, ideológico y social de raíz fascista basado en el poder personal de Franco.
A falta de una constitución, el franquismo basó su ordenamiento jurídico en las siete Leyes Fundamentales promulgadas entre 1938 y 1967, que reflejan la adaptación del Régimen a las circunstancias internacionales.
Tras la muerte del dictador se aprobó la Ley para la Reforma política (1976) que hizo posible desarrollar la transición española.
El triunfo de Franco dio lugar a una dura represión contra los perdedores de la Guerra Civil. El medio millón de españoles que se exiliaron acabaron en Hispanoamérica o en los campos de exterminio nazis. En el interior se mantuvo el estado de guerra hasta 1948 y los tribunales militares aplicaron con dureza la legislación represiva.
La Ley de Responsabilidades Políticas (1939), la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) y la Ley para la Seguridad del Estado (1941) perseguían a quienes eran sospechosos de afinidad con la República. Los delitos de opinión eran juzgados por tribunales militares, además, miles de funcionarios republicanos fueron depurados y sustituidos por “adeptos” al régimen.
La sociedad, conservadora, católica y rural, vivía sumida en el miedo y el rígido control de la moral y costumbres impuestos por la Iglesia y el Movimiento. La falta de libertades y el control de los medios de comunicación mediante la censura impedían la más mínima disidencia. Además, el adoctrinamiento de la población en los principios del Movimiento a través de las organizaciones falangistas, la Iglesia y la educación, eran totales.
Eliminada la oposición, prohibidos los partidos y sindicatos, la única resistencia durante estos años estuvo representada por los maquis (unos 10.000 individuos), formando guerrillas armadas, refugiados en las montañas, con la esperanza de la ayuda internacional. En el exterior, el gobierno republicano en el exilio se reorganizó en el exilio mexicano desde 1945, pero su división interna y la falta de contacto con la Península fueron las principales causas de su debilidad.
Pasó por varias fases ateniendo a las circunstancias internacionales.
El hambre y las cartillas de racionamiento, además de un mercado negro de precios desorbitados, caracterizan la posguerra. Para la recuperación económica se optó por la autarquía (política económica basada en la independencia con respecto al mercado exterior). La agricultura mantuvo sus estructuras arcaicas y su baja productividad, provocando carestía y problemas de abastecimiento. El Servicio Nacional del Trigo obligaba a los productores a entregar al Estado los excedentes a precio tasado. Miseria y hambre.
El intervencionismo del Estado en la industria pretendió impulsar la producción y reducir las importaciones. El Estado planificaba la actividad económica, fijaba precios y promovía empresas a través del Instituto Nacional de Industria (1941), que facilitaba créditos y subvenciones a los sectores considerados estratégicos. También se crearon empresas estatales (RENFE, ENDESA, SEAT, Bazán, etc.) y se nacionalizaron otras (Telefónica y RENFE). Pero la falta de materias primas, maquinaria, combustible y capitales, provocaron un profundo estancamiento y graves problemas de abastecimiento. Además, el mercado era muy limitado debido a la pobreza generalizada. El comercio exterior estuvo bajo el control estatal. Con tantas restricciones el desarrollo económico era imposible. La renta nacional y per cápita se mantuvo a un nivel inferior al de 1935 hasta la década de los 50.
La entrada de España en la ONU y los tratados de cooperación con los EEUU provocaron cierto aperturismo político con los llamados tecnócratas, los ministros salidos del Opus Dei.
La “democracia orgánica” supuso un tímido reformismo. En 1958 se aprobó la Ley de Principios del Movimiento (1958) y en 1967 la Ley Orgánica del Estado (1967), al mismo tiempo, la Ley de Prensa (1966) (con Manuel Fraga como ministro de Información y Turismo) eliminó la censura previa, aunque los periodistas podían ser condenados por sus opiniones y los periódicos cerrados; la Ley de Libertades Religiosas (1967) y el nombramiento de don Juan Carlos como sucesor de Franco (1969). Todo quedaba preparado.
Los nuevos ministros de Franco sustituyeron el intervencionismo económico por la economía de mercado. Con ese objetivo se aprobó el Plan de Estabilización en 1959, se eliminaban las trabas a la importación y al comercio, buscando el equilibrio de la balanza de pagos y la atracción de capitales externos. En la década de los 60 el crecimiento económico era patente, “el milagro español”. En menos de diez años España pasó de ser un país agrario a situarse entre las diez potencias industriales. El principal factor de crecimiento fue la llegada de divisas que permitió equilibrar la balanza de pagos, a través de la emigración, el turismo y la inversión extranjera.
La industria experimentó un crecimiento espectacular con los Planes de desarrollo, dirigidos por Laureano López Rodó estuvieron en vigor entre 1964 y 1975. Con los Polos de desarrollo se intentó reducir los desequilibrios territoriales, industrializando regiones fuera de Cataluña y País Vasco. No se cumplieron los objetivos ni se corrigieron los desequilibrios; además, el sector industrial centró todos los esfuerzos en detrimento de la agricultura y los servicios, y el impulso desarrollista no tuvo en cuenta el deterioro del medioambiente, las condiciones laborales abusivas o el derroche de energías.
El turismo fue la actividad del sector servicios más importante, satisfacer la demanda de europeos atraídos por el sol, las playas y los bajos precios.
La agricultura fue el sector olvidado, aunque su atraso provocó la emigración que a su vez impulsó una cierta mecanización y concentración de la propiedad en la producción destinada al mercado. Si en 1950 la mitad de la población activa se ocupaba en la agricultura, veinte años después este sector representa una cuarta parte.
El desarrollo económico provocó importantes cambios sociales. El crecimiento de la renta per cápita permitió el nacimiento de la sociedad de consumo.
Cambios demográficos, en 1975 se alcanzan los 34 mill. de españoles, aunque dos millones emigraron a otros países, fundamentalmente Francia, Alemania y Suiza. Las migraciones interiores también fueron importantes, Madrid fue el primer foco de atracción, seguido de Cataluña, País Vasco y Valencia. Las regiones emisoras fueron Andalucía, las dos mesetas, con Extremadura y Galicia. Todo ello conllevó un acelerado proceso de urbanización con problemas sociales en auge.
Las costumbres se liberalizaron y se impusieron las modas que llegaban a través del turismo, la emigración, el cine o la publicidad. La práctica religiosa disminuyó y el rigorismo moral se relajó con la modernización que trajo el Concilio Vaticano II. La mujer continuaba con una situación jurídica que la hacía dependiente del marido, dedicada preferentemente a las labores del hogar y la maternidad.
A partir de los años 60 los movimientos sociales empiezan a contestar al régimen. Los sindicatos clandestinos (Comisiones Obreras, Unión Sindical Obrera) se infiltran en el sindicalismo vertical para impulsar las reivindicaciones laborales en un contexto de desarrollo industrial. El movimiento estudiantil, el PCE y el FLP utilizan la misma táctica. En la Iglesia, la doctrina surgida del Concilio Vaticano II lleva a un distanciamiento del régimen tanto de las bases (JOC, HOAC) como algunos miembros de la jerarquía (Cardenal Tarancón).
Desde finales de los 60 se unirá la oposición política, con el PCE como partido más activo, el PSOE, y otros partidos más radicales de izquierdas, además de grupos terroristas como el FRAP y GRAPO. También la derecha se colocó frente al régimen; los democristianos de Gil Robles protagonizarían el “contubernio de Múnich”. Por otra parte resurgió el nacionalismo, en cuyo seno nacieron grupos terroristas, como ETA.
Los últimos años del franquismo se caracterizaron por la división interna entre quienes eran partidarios de cierta liberalización política, -los aperturistas como Fraga o Areilza-, y los inmovilistas -el “bunker”-, que defendían el mantenimiento del franquismo sin cambio alguno.
Para garantizar la continuidad, Franco nombra, como presidente del gobierno, al almirante Carrero Blanco en 1973, que sería asesinado por ETA seis meses después. Su sucesor, Carlos Arias Navarro, adoptó una política inmovilista, incrementándose la actividad de la oposición y la represión para combatirla. El Régimen, que se sabe débil, recurrirá a la persecución judicial, (Proceso 1001 contra líderes de Comisiones Obreras, el Proceso de Burgos contra terroristas de ETA, la ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich y de miembros de ETA y del FRAP, en medio de las protestas internacionales).
La debilidad del régimen se apreciaba también en la política exterior. La descolonización (después del Protectorado de Marruecos y Guinea Ecuatorial) debía culminar con la del Sahara español impedida por la Marcha Verde (1975) organizada por Hasan II, iniciándose, tras la firma del Acuerdo de Madrid un conflicto que aún continúa.
La oposición creciente a un régimen anacrónico y en el que no se vislumbraban intenciones de cambio actuará conjuntamente a través de la Platajunta, en la defensa de una ruptura democrática con el franquismo. A pesar del respaldo social que la oposición fue recabando, el franquismo solo moriría con el propio dictador y el sistema democrático no fue fruto de una ruptura, sino de un proceso pactado entre la oposición y los herederos del franquismo que llevaría, durante la Transición, al restablecimiento de la democracia.
El 3 de julio de 1976 el rey designó como presidente del gobierno a Adolfo Suárez, joven político procedente del Movimiento. Gobierno que no es bien recibido por nadie, ni por el búnker, ni por la oposición democrática, ni por los “reformistas” (ni Fraga ni Areilza quieren seguir en el gobierno).
En septiembre se presentaba el programa de reforma política, después de una amnistía. El objetivo era pasar de la dictadura a la democracia a través de cambios políticos de acuerdo con la legalidad franquista. Para ello intentó aislar a la extrema derecha, conseguir el respaldo del mayor número posible de franquistas y de los denominados “poderes fácticos” y recabar el apoyo de la oposición.
Las Cortes Democráticas nombraron una Comisión Constitucional integrada por 17 miembros representantes de los principales partidos políticos que obtuvieron escaños en las elecciones que redactarían el texto. Aprobado por Congreso y el Senado el 31 de octubre, por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978, sancionada por el Rey entró en vigor el 29 de diciembre de 1978 al publicarse en el B.O.E.
Esta Constitución establece que España es un Estado social y democrático de derecho. La soberanía reside en el pueblo español, establece la no confesionalidad del Estado, una muy amplia declaración de libertades y derechos políticos, sociales y culturales.
La Monarquía parlamentaria como forma de gobierno, el Rey es el Jefe del Estado (arbitra y modera) pero no tiene poder ejecutivo. División de poderes, Cortes bicamerales (Congreso y Senado) tienen el poder legislativo y de control al gobierno, que detenta el poder ejecutivo. El poder judicial está en los tribunales, estableciéndose un Tribunal Constitucional y la figura del Defensor del pueblo. El Ejército queda sometido al poder civil y queda abolida la pena de muerte. Reconoce el derecho a la Autonomía de las nacionalidades y regiones, pero es un estado unitario (indisoluble unidad de España).
La redacción del texto constitucional es un proceso largo y no exento de intrigas. La no colaboración de los nacionalistas vascos en el Pacto y la escasa participación en el referéndum popular de ratificación son las manchas en esta brillante página de la historia española.
La crisis internacional de 1973 que había azotado España en los últimos años del franquismo se acentuaba. Esta situación dejaba claro que las bases del “milagro español” (turismo, ahorro, divisas de los emigrantes) había que cambiarlas. Para conseguir solucionar los problemas económicos españoles se firmaron los Pactos de la Moncloa.
El gobierno de Calvo Sotelo reactivó la política de consenso con el PSOE, aprobó la Ley del Divorcio pese al rechazo de la Iglesia y llevó a cabo el ingreso de España en la OTAN, con la oposición de la izquierda.
Pero la total ruptura de la UCD obligó a adelantar las elecciones generales, que se celebrarían el 28 de octubre de 1982.
La victoria arrolladora del PSOE de Felipe González (con 10 millones de votos y mayoría absoluta), el hundimiento de UCD, el ascenso de AP (liderado por Manuel Fraga, que recogió muchos votos anteriormente centristas), y la caída en picado del PCE (que provocaría la dimisión de Carrillo como secretario general) son los aspectos más destacados de estas elecciones generales. El vuelco político fue tal que podemos hablar del fin de una etapa histórica y del comienzo de otra.