Portada » Lengua y literatura » La Evolución de la Poesía Española: Del 27 a la Posguerra y los Movimientos Contemporáneos
El fin de la Primera Guerra Mundial supone la creación de un nuevo status quo que conducirá a la Segunda Guerra Mundial y que se caracteriza por la desconfianza hacia Alemania, la aparición de EE. UU. como una gran potencia y el miedo al comunismo ruso.
Entre los componentes del grupo destacan: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Cada uno de los poetas del 27 cultiva la poesía con una voz muy original; sin embargo, todos ellos comparten ciertas afinidades o rasgos comunes:
Pedro Salinas y Jorge Guillén actuaron como puente entre la obra de Juan Ramón Jiménez y el resto de los poetas del grupo. Si bien en una primera etapa estuvo influido por el futurismo, se puede afirmar que Salinas es considerado como el gran poeta del amor en nuestra poesía contemporánea. En la trilogía formada por La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, el sentimiento amoroso aparece siempre intelectualizado.
Por su parte, Jorge Guillén representa la encarnación de la poesía pura, que une a la herencia juanramoniana la de la poesía francesa posterior al simbolismo. Mientras Cántico es un canto al mundo, a la existencia y a la naturaleza, Clamor se erige como un grito de protesta ante los horrores y las miserias de la guerra, el dolor y la muerte.
Tras la experiencia traumática de la guerra, la poesía que se escribe en España evoluciona y trata el tema de la angustia y el sentimiento de desarraigo, con un fuerte componente existencial. Es el caso de poetas como Vicente Aleixandre, que en un principio escribe poemas con tendencia surrealista (Espadas como labios, La destrucción o el amor) y en la posguerra cultiva la poesía humana de Historia del corazón. En Sombra del paraíso, el poeta recrea una especie de edén libre de sufrimiento y muerte, y de la desidia desarraigada.
También Dámaso Alonso escribe Hijos de la ira en la línea de la poesía existencial, de quien entiende el mundo como un caos incomprensible poblado por el dolor. Utiliza imágenes sangrantes para denunciar la crueldad, el odio y la angustia que el poeta ve a su alrededor, lanzando exclamaciones y preguntas retóricas a la divinidad.
Su obra poética se puede dividir en dos etapas:
Lorca no fue el único que cultivó el teatro, pero es la figura que más destaca por su originalidad, la calidad de sus obras y su concepción del teatro como espectáculo total. Tres son los grandes bloques en los que podemos agrupar la producción dramática lorquiana:
Al término de la Guerra Civil se impone en España la dictadura del general Francisco Franco, con la que se inicia una nueva y difícil etapa en la sociedad y la cultura españolas. Los primeros años de la posguerra están marcados por la pobreza, la miseria, el miedo, el aislamiento cultural y la censura.
En la sociedad de los años 40, cercada por el hambre, la miseria y la total falta de libertad política, los autores solo tienen dos caminos: aprobar la nueva situación (poesía arraigada) o reflejar la desesperanza en el presente y en el futuro (poesía desarraigada).
Los autores arraigados adoptaron una forma clasicista alejada de toda innovación formal y ofrecieron una visión épica de la realidad y un optimismo que contrastaba con la pobreza que vivía la población. Los principales autores de este movimiento son:
Los poetas desarraigados aportan una visión de un mundo conflictivo e imperfecto, lleno de angustia y caos. Utilizan imágenes tremendistas, adjetivos sonoros y un tono apasionado y desgarrador, con un lenguaje violento, cercano al grito.
Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, marcarán el comienzo de esta nueva tendencia poética.
Además, destacan en esta tendencia Victoriano Crémer y Eugenio G. de Nora, que mezcla en sus libros la preocupación por los problemas humanos con una poesía comprometida de intención social y política. Carlos Bousoño nos hace llegar una poesía emocionada y sincera, que manifiesta una conciencia profunda del mundo y la existencia.
Durante los años 50 hubo una literatura más comprometida socialmente con ciertos ecos de protesta y reivindicación.
Los poetas de esta generación pretenden dignificar el lenguaje poético, alejándose del prosaísmo exacerbado que tanto se había criticado en los poetas sociales.
En 1970, el crítico José María Castellet publica una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles. Sus temas aparecen ligados a esa iconografía de lo moderno, pero también aparece lo íntimo (la infancia, el amor, el erotismo) y lo colectivo (antibelicismo, crítica a la sociedad de consumo). Todo ello marcado por un gusto muy extendido por la cultura clásica y los ambientes refinados y exquisitos. Su estilo se caracteriza por una estética muy preocupada por lo formal.
Los representantes más destacados de este movimiento se agrupan en dos tendencias:
Como rasgos generales se puede señalar un descenso de la experimentación y la irrupción con fuerza de las mujeres. Se distinguen dos grandes grupos:
