Portada » Filosofía » Explorando la Ética: Conceptos, Corrientes y Pensadores Clave de la Filosofía Moral
Los actos compelidos son aquellos que el ser humano no puede evitar, sobre los que no puede ejercer control. Estos se relacionan con el instinto y son impuestos por la naturaleza. Sin embargo, existen otros actos que los individuos no pueden controlar, ya que son imposiciones de la sociedad o de otro individuo.
Son actos inconscientes aquellos vinculados con la realización de la vida del individuo como organismo. Por otro lado, los actos conscientes son aquellos que el individuo ejerce de acuerdo o en contra de su voluntad.
Para que un acto sea libre, debe existir conocimiento previo de la legalidad, lo que permite que este acto sea aceptado o rechazado. El sujeto lo realiza con pleno conocimiento.
Los actos morales ocurren cuando coinciden con la intención de realizarlos. Son actos libres que convierten al individuo en una “persona”, donde el peso de la sanción moral recae en sus decisiones, traduciéndose en sentimientos de satisfacción o culpa.
Ética: Reflexión filosófica que se ocupa del obrar humano, la costumbre y el hábito.
Moral: Conjunto de normas y principios que rigen la conducta de un grupo o sociedad.
La autonomía en el acto moral implica dos aspectos: la autonomía del acto moral en sí y la autonomía de la ley moral. La primera consiste en la aceptación voluntaria de la ley moral. La segunda, en que el propio sujeto dicta la ley que debe cumplir. Esta autonomía es a priori cuando no surge de la experiencia; y a posteriori cuando depende de ella.
En la heteronomía, la ley moral es propuesta al sujeto por una instancia ajena a él. Esta no surge del sujeto, sino que él debe someterse a una ley propuesta por la sociedad. Exige la participación libre y responsable de los individuos en la sociedad.
La ética relativista es una teoría que, en su vertiente normativa, indica cómo las cosas deben ser. Su punto fundamental es que si una sociedad cree que un determinado hecho es justo y otra cree que es injusto, ambas creencias son igualmente válidas o justas para ellas.
La ética universalista considera que existen principios universalmente válidos que son normas de conducta para todas las sociedades.
Estas corrientes se clasifican en: teleológicas, que consideran que el concepto ético es el bien y tienden a un fin determinado; y deontológicas, preocupadas por el respeto a ciertos principios más allá de los bienes que se alcanzan.
La ética platónica se fundamenta en su elaboración de una teoría de la acción que discrepa de la ética socrática. Platón distingue tres partes en el alma humana: la parte racional, la parte apetitiva y la parte irascible. Estas tres son diversas fuentes para la acción. Esta perspectiva se diferencia de la socrática en el análisis del interior del alma humana.
Su Teoría de las Ideas procura establecer una fundamentación trascendente de esta realidad fluctuante, relativa y efímera en la que vivimos.
El epicureísmo suele contraponerse al estoicismo: mientras los estoicos enfatizan el ideal de sabiduría en la imperturbabilidad, el epicureísmo lo hará consistir en un goce bien calculado.
El placer y el intelecto calculador son individualistas. Todo placer es un bien, pero no todo placer es elegible; todo dolor es un mal, pero no todo dolor siempre ha de evitarse. Conviene juzgar estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente.
Para Aristóteles, la felicidad consiste en el ejercicio de la actividad teórica. Dado que es imposible mantener siempre una vida contemplativa, es preciso encontrar otra forma de vida que procure también la felicidad y que permita dominar las pasiones.
Un hombre que vive según las virtudes es un hombre feliz; para serlo, necesita vivir en una ciudad regida por leyes buenas. Esto se debe a que el logos (razón) nos capacita tanto para la vida contemplativa y para tomar decisiones individuales prudentes, como para vivir en sociedad.
Aristóteles considera que todos aspiramos a la felicidad, aunque existe discusión sobre aquello que nos conduce a este estado. La vida concentrada en el placer, para Aristóteles, no puede ser el mejor tipo de vida. Si hacemos depender nuestra felicidad del prestigio y del reconocimiento de los demás, cuando el ámbito social nos sea adverso, seremos los más infelices. Aristóteles concibe la felicidad como un estado autárquico, que no depende de situaciones exteriores. Lo que nos llevará a la felicidad es la realización perfecta y completa de la función para la que hemos nacido. Aristóteles define al ser humano como un animal que hace uso de la razón. Seremos felices si podemos ejercitar nuestra razón y nos dedicamos, cuando nos sea posible, a la vida teórica o contemplativa. La felicidad se construye a lo largo de la vida.
La ética formal de Kant permite decidir si nuestra acción es moralmente buena o no. Kant consideró inicialmente que nuestros juicios morales se basaban en el sentimiento ético. Sin embargo, más adelante postuló que los conceptos morales se basan en la razón pura. La ética kantiana es formal, es decir, es independiente de la experiencia.
Kant ofrece así una doctrina opuesta a las éticas de la felicidad, en las cuales la evaluación de las acciones humanas depende de un interés y se determina de acuerdo con la experiencia o con detalles particulares y contingentes.
Para Kant, lo único absolutamente bueno es la buena voluntad. La bondad de la buena voluntad no está dada por lo que logra, sino que es buena exclusivamente por sí misma. Lo que hace que la voluntad sea buena en sí misma es el deber cumplido; el único sentimiento que se genera con nuestra buena voluntad es la satisfacción de conciencia. No estamos llamados a la felicidad, sino a la obligación.
La filosofía del martillo alude a la actitud combativa y crítica que debía tenerse frente a la historia de las ideas.
La voluntad de poder es la fuerza vital que se afirma en la vida de manera natural, incluso animal.
Una moralidad del rebaño implica que todos seguimos de manera acrítica lo que la religión, la autoridad moral o la filosofía han dictado como bueno y verdadero. Nietzsche cuestiona todo sistema científico y moral por considerarlos herramientas de dominación, medios para igualar a los hombres en su obediencia y sumisión. Según él, es preciso no seguir a la razón, sino a la voluntad rehabilitada, fuerte e imperante.
Nietzsche postula que los aristócratas, que se sienten pertenecientes a un orden superior al del resto de la humanidad, emplean palabras como “bueno” para referirse a sí mismos, a sus ideales y a sus características. Y desprecian a los demás como plebeyos, designando sus características como “malas”: esta es la moral de los amos. Los pobres y débiles, en oposición al de los ricos, establecen su propio sistema de valores: la “moral de esclavos y de rebaño”, que elogia la humildad y la benevolencia, beneficiando al desvalido.