Portada » Lengua y literatura » Evolución de la Novela Española: De la Posguerra Franquista al Siglo XXI
La novela española entre 1939 y 1975 estuvo marcada por el impacto de la Guerra Civil y la dictadura franquista. La represión, la miseria y la censura definieron el panorama cultural de la posguerra, con muchos intelectuales exiliados o silenciados. Esta situación provocó un ambiente desolador que se ha descrito como un “páramo intelectual”.
La tradición literaria inmediata se vio interrumpida, desapareciendo la novela social de preguerra y desconociéndose la producción de los exiliados. Autores como Ramón J. Sender y Max Aub escribieron desde la distancia sobre la Guerra Civil, como en Réquiem por un campesino español y El laberinto mágico.
En los años cuarenta, la narrativa se caracterizó por un realismo mediocre y desorientado. Surgió el tremendismo, con obras que acentuaban la violencia y lo sórdido, como La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela. En un enfoque más existencialista, Nada (1945) de Carmen Laforet mostró un panorama social desolador. También destacaron Miguel Delibes y Gonzalo Torrente Ballester.
En los años cincuenta, con una ligera apertura del régimen, se consolidó el realismo social. Cela publicó La colmena (1951), precursora de esta corriente. Surgieron nuevos escritores como Ignacio Aldecoa, Ana María Matute, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, autor de El Jarama. Se priorizó el reflejo de la realidad sin elementos imaginativos, con un lenguaje sencillo y sin preocupación por la belleza estilística. Aunque este movimiento dejó obras de gran relevancia, también se le criticó por su escasa exigencia técnica.
A partir de los años sesenta, el realismo social mostró signos de agotamiento. Los escritores adoptaron influencias de autores extranjeros como Proust, Joyce, Kafka y Faulkner, así como del boom hispanoamericano (García Márquez, Vargas Llosa). Se renovaron las técnicas narrativas, con el uso del punto de vista múltiple y la segunda persona. El argumento perdió peso, y algunas novelas prescindieron de la acción. Se popularizó la técnica del contrapunto, alternando varias historias, y el desorden cronológico se volvió característico. El personaje evolucionó de lo colectivo a lo individual, reflejando conflictos de identidad. El diálogo cedió espacio al monólogo interior y el estilo indirecto libre. En 1962, Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos marcó el inicio de esta renovación. También destacaron Juan Marsé, Juan Benet y Juan Goytisolo, con Señas de identidad (1966). Autores de generaciones anteriores también incorporaron estos cambios, como Cela con San Camilo, 1936 y Delibes con Cinco horas con Mario.
En 1975, La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza inició una nueva etapa. Aunque utilizó técnicas innovadoras, recuperó la importancia del argumento, marcando el inicio de una narrativa diferente para la novela española posterior.
A partir de 1975, el fallecimiento de Francisco Franco y la transición hacia la democracia marcaron un periodo significativo en la literatura española. Este nuevo arte surgió como una reacción a las herencias estéticas del pasado, destacándose el compromiso social y el experimentalismo. Una de las características de esta etapa es la diversidad temática y la multiplicidad de tendencias literarias, que se enriqueció con el retorno de autores del exilio y la continuidad de aquellos consagrados en las etapas anteriores, como Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite y Juan Marsé, entre otros. En el ámbito editorial, se vivió un desarrollo sin precedentes que permitió una mayor circulación de obras.
Surgió un grupo de escritores nacidos entre finales de los años treinta y la década de los cuarenta, conocidos como la Generación del 68. Inicialmente, sus obras tendieron a lo minoritario y experimental. Sin embargo, a partir de 1975, se observó un cambio que les llevó a buscar una conexión más clara con el lector, regresando a la narrativa tradicional. Un ejemplo representativo de esta nueva tendencia es La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza, que combina múltiples líneas narrativas y una mezcla de géneros como la intriga policiaca y la recreación histórica.
La estética de la nueva narrativa se caracteriza por su realismo, pero se diferencia del realismo tradicional al enfocar la ambientación como un marco para explorar las inquietudes individuales de los personajes. El intimismo y el existencialismo son temas recurrentes a lo largo de estas décadas. La reflexión literaria aparece en obras como El desorden de tu nombre de Juan José Millás, donde el relato se transforma en un medio de conocimiento, como se observa en Corazón tan blanco de Javier Marías. Este enfoque enfatiza la lírica en la prosa, como en Mortal y rosa de Francisco Umbral. Tras los intentos pasados de cambio social, emergió un desencanto que a menudo se abordó con humor, como en La cripta embrujada de Mendoza.
En los años ochenta, también se afirmaron narradores de generaciones anteriores, ampliando el espectro de tendencias literarias. La novela intelectual y la histórica, particularmente sobre la Guerra Civil, ganaron terreno con obras como Soldados de Salamina de Javier Cercas. La literatura fantástica y los relatos de contenido utópico, como en La lluvia amarilla de Julio Llamazares, continuaron presentes. La voz femenina cobró mayor protagonismo, destacando autoras como Almudena Grandes con Las edades de Lulú.
En el siglo XXI, surgió la llamada Generación Nocilla, formada por autores como Isaac Rosa y Mario Cuenca Sandoval. Este grupo incorpora influencias de la cultura contemporánea, como series de televisión y cómics, y se caracteriza por una narrativa inconformista que rechaza las formas convencionales, utilizando nuevos medios de publicación y comunicación. Estos desarrollos literarios en España reflejan una evolución rica y compleja en un contexto sociopolítico cambiante, que habrá de ser objeto de estudio en el futuro.