Portada » Historia » España en los Siglos XIX y XX: Del Imperio Colonial a la Integración Europea
La historia de España durante los siglos XIX y XX estuvo profundamente marcada por dos procesos interconectados: la pérdida de su vasto imperio colonial y su compleja relación con el resto de Europa. Estos dos ejes definieron gran parte de su evolución política, económica y social.
Durante los siglos XIX y XX, la relación de España con sus colonias estuvo marcada por un proceso de conflictos. La difusión del liberalismo y la influencia de la Constitución de Cádiz introdujeron ideas ilustradas como la soberanía popular, los derechos ciudadanos y la igualdad ante la ley. Inspirados por estas ideas, muchos lucharon por la independencia en las colonias americanas, aunque a menudo no consiguieron la independencia económica.
La mayoría de los países hispanoamericanos se independizaron entre 1810 y 1825, incluyendo naciones como México, Argentina, Colombia o Chile. Tras estas pérdidas, España mantuvo algunas colonias en el Caribe (Cuba, Puerto Rico) y en el Pacífico (Filipinas y otras islas).
La Guerra Hispanoamericana de 1898 fue un punto de inflexión crucial. En este conflicto, España perdió sus últimas grandes colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La derrota provocó la firma de la Paz de París, que marcó el fin formal del Imperio colonial español. Este evento generó una profunda crisis nacional, conocida como la Crisis de 1898. Surgieron movimientos intelectuales como la Generación del 98, que se planteó la identidad y el futuro de España, y el Regeneracionismo, que abogaba por la modernización del país.
Durante la primera mitad del siglo XX, España buscó compensar las pérdidas con nuevas posesiones coloniales en África, principalmente en Marruecos, el Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial.
A lo largo de los años, el sentimiento anticolonial fue en aumento, tanto en las colonias como en España. Tras la Segunda Guerra Mundial, España se encontró cada vez más aislada internacionalmente, lo que aceleró el proceso de descolonización.
Aunque España nunca se consideró una colonia, su historia colonial dejó un legado de conflictos y relaciones complejas con sus antiguas posesiones.
La relación de España con Europa ha oscilado históricamente entre el distanciamiento y la integración, influenciada por factores políticos, económicos y culturales. El distanciamiento fue más común en gobiernos conservadores y autoritarios, mientras que la integración fue promovida por los liberales y, posteriormente, por los demócratas. El europeísmo fue una corriente apoyada por intelectuales y sectores progresistas.
A principios del siglo XIX, eventos como la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas retrasaron el desarrollo de España en comparación con el resto de Europa. Sectores conservadores, como la Iglesia Católica y los partidarios del Antiguo Régimen, se oponían a las ideas liberales y a cualquier influencia extranjera.
Por otro lado, ilustrados y liberales eran partidarios de abrirse a Europa, criticando la tradición y el fanatismo, y creyendo que el progreso vendría de la adopción de ideas europeas. Sin embargo, la Ilustración llegó tarde a España, y el siglo XIX, en general, fue un periodo en el que las innovaciones y los cambios llegaron con retraso.
El Desastre del 98 reavivó el debate sobre la posición de España en el mundo y su relación con Europa. La Generación del 98 se preguntaba sobre la esencia de España, mientras que el Regeneracionismo defendía la modernización económica y educativa siguiendo modelos europeos. La famosa frase de Joaquín Costa, líder regeneracionista, era: “Queremos respirar el aire de Europa”. José Ortega y Gasset, otro intelectual influyente, expresó la idea de que “España es el problema y Europa la solución”, abogando por la modernización del país. En su obra La España invertebrada (1921), Ortega defendía que la decadencia del país se debía, en parte, a su desconexión con Europa.
Entre 1914 y 1945, durante un periodo convulso en Europa, en España coexistieron dos tendencias: una conservadora, aislacionista y autoritaria, y otra progresista, democrática e integradora con Europa. La Guerra Civil Española (1936-1939) resultó en la victoria de la tendencia autoritaria, lo que acentuó el retraso y el aislamiento del país.
Durante la Dictadura franquista (1939-1975), España estuvo en gran medida aislada de la Europa democrática, especialmente en la posguerra inmediata. Aunque hubo cierta modernización económica posterior, el régimen se mantuvo al margen de las principales corrientes políticas europeas. La oposición al franquismo, incluyendo al Partido Comunista de España (PCE), evolucionó hacia la defensa de la democracia y la integración europea al final de la dictadura.
Tras la muerte de Franco y el inicio de la Transición a la democracia, la integración en Europa se convirtió en un objetivo prioritario. España ingresó en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986, después de diez años de negociaciones. Este hito, impulsado por gobiernos como el de Felipe González (PSOE, 1982-1996), provocó un significativo crecimiento económico y una convergencia con los estándares europeos en diversos ámbitos. Los fondos europeos se invirtieron en infraestructuras (trenes, carreteras) y en la mejora de la Formación Profesional, contribuyendo a modernizar el país y a estrechar sus lazos con el continente.