Portada » Historia » España en el Siglo XX: República, Guerra Civil y Dictadura
El golpe de Estado se justificó con el argumento de que el régimen constitucional estaba bloqueado y desprestigiado. Según el dictador, había “terrorismo, descrédito parlamentario, desorientación y desgobierno”, para lo que consideraba su intervención un remedio indispensable, con pretensiones regeneracionistas y moralistas.
En su manifiesto inaugural se anuncia su ideología:
También quería evitar que las Cortes exigieran responsabilidades por el desastre de Annual. El golpe de Estado sería una forma de frenar la reforma del sistema, que amenazaba a sectores e intereses burgueses.
Alfonso XIII, temeroso de que el desprestigio creciente de la Dictadura afectase a la Monarquía, optó por retirar su confianza al dictador, que dimitió en enero de 1930. El general Berenguer fue el encargado de sustituirlo. No era golpista, era débil y no tenía apoyo social. Instaura la Constitución de 1876, pero ya se oyen muchas voces contra el régimen. A esta época se la conoce como “la dictablanda”.
La oposición se organizó y los republicanos, catalanistas de izquierda y el PSOE acordaron la firma del Pacto de San Sebastián, que es un comité revolucionario que debería convertirse en el gobierno provisional de la futura República. En diciembre de ese año, se produjo un intento insurreccional de proclamar la República en Jaca.
El nuevo presidente, Aznar, convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Alfonso XIII se había comprometido con la Dictadura y dichas elecciones se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la Monarquía. Hay un triunfo local de los monárquicos, pero los republicanos ganan en las grandes ciudades. Se toma el voto urbano como decisivo y los monárquicos lo aceptarán.
La consecuencia de esto es la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931.
Alcalá Zamora es designado presidente de la República, con Manuel Azaña como jefe de gobierno. Es una república de izquierdas que inicia las siguientes reformas:
En el contexto de huelgas y conflictos se produjo la revolución de octubre de 1934, sin duda el periodo más crítico de la historia de la República. El clima de enfrentamiento en las Cortes, los conflictos en el campo y la radicalización en la opinión pública generaron una situación explosiva.
En octubre de 1934, los catalanes se rebelarán y crearán el Estado Catalán, con apoyos de los independentistas, comunistas y socialistas. Se declaró el estado de guerra y el ejército, al mando del general Batet, reprimirá la revuelta. Varios líderes de la izquierda serían encarcelados.
En Asturias, los mineros protagonizan una revolución social, fruto del acuerdo previo entre anarquistas, socialistas y comunistas. Columnas de mineros armados ocuparon los pueblos de la cuenca, tomaron gran parte de los cuarteles de la Guardia Civil y sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios. Los mineros sitiaron Oviedo y se enfrentaron a las fuerzas del orden. El gobierno envió desde África al general Franco para reprimir el levantamiento. La represión fue durísima y desencadenaría una campaña de solidaridad internacional. A partir de este momento no hay ya posibilidad de convivencia entre la izquierda y la derecha.
Las consecuencias de la Guerra Civil fueron humanas, económicas y culturales:
El régimen de Franco, siguiendo sus principios ideológicos, aplicó la autarquía como política económica. Se entendía que para convertir a España en un país industrial, militar y políticamente fuerte, tenía que ser económicamente autosuficiente. Tras la guerra, la economía estaba profundamente desarticulada. La producción agraria e industrial era muy escasa, las reservas de oro y divisas habían desaparecido, y la red de transporte se encontraba muy deteriorada. Las destrucciones de edificios e instalaciones fabriles fueron moderadas, aunque el régimen las utilizó como elemento de propaganda para justificar la mala situación.
La lentitud en la recuperación económica se vio favorecida por la política autárquica. Los años cuarenta quedaron en la memoria colectiva de los españoles como los “años del hambre”. Se establecieron “cartillas de racionamiento” para organizar la distribución de los productos de primera necesidad. Como resultado se creó una economía donde la corrupción y el mercado negro (“estraperlo”) fueron elementos destacados. La escasez energética fue también uno de los símbolos de la penuria económica. Además, el Estado controlaba las importaciones y exportaciones, y la política de autarquía agravó la crisis, impidiendo que España se beneficiara de la coyuntura económica europea, como el Plan Marshall.
Durante los primeros años del franquismo la oposición fue escasa en el interior del país, ya que se encontraba muy desunida. Los maquis seguían con la guerrilla interior, pero cada vez más escasa. Las primeras oleadas de huelgas se dan en los años 50 en el ámbito obrero y en el universitario.
A partir de los años 60 las fuerzas de oposición al franquismo empiezan a cobrar mayor importancia, y el entorno universitario empieza a ser un foco de intensa actividad política contra el régimen. Los partidos políticos y sindicatos, en la clandestinidad, empiezan a tener cada vez más afiliados, especialmente el PCE, dirigido por Santiago Carrillo. Nace en la clandestinidad el sindicato Comisiones Obreras, y también algunos grupos de extrema izquierda.
En otros sectores tradicionalmente conservadores, como el Ejército o la Iglesia (especialmente con el Concilio Vaticano II), también hay aires de cambio. El clero joven y los católicos progresistas comenzaban a tomar distancias con la jerarquía, y nacían movimientos que llegaban incluso hasta la búsqueda de una armonía entre cristianismo y marxismo.
En el País Vasco nace, en 1959, el grupo terrorista ETA, de carácter nacionalista, partidaria del uso de la violencia. El final del franquismo vino acompañado del fenómeno del terrorismo político: además de ETA, aparecen otros, como los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO). De extrema derecha destacan los Guerrilleros de Cristo Rey.
La instauración de la dictadura franquista significó una radical ruptura con la tradición liberal y con la brillante etapa cultural de la generación de la República. El nuevo régimen impuso la llamada cultura del nacional-catolicismo. La inmensa mayoría de los intelectuales, científicos, profesores y escritores se habían exiliado o habían sido depurados. El periodo de 1939 hasta mediados de la década de los 60 fue para la cultura española el más oscuro de todo el siglo XX. La actividad cultural estuvo sometida a una rígida censura.
En este periodo desarrollaron su labor autores franquistas y falangistas como José María Pemán y Pedro Laín Entralgo. Algunos de ellos acabaron con los años mostrándose críticos con el régimen. Continuaron su tarea los poetas de la Generación del 27 que no se exiliaron como Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o Gerardo Diego.
A partir de la década de los 60, el sombrío panorama empezó a cambiar, con autores como Ferlosio, Delibes, Ana María Matute o Camilo José Cela, en la novela; poetas como Blas de Otero; en el teatro, Buero Vallejo; o en la filosofía, figuras como Julián Marías o Aranguren, o bien Ortega y Gasset, que regresó tras su exilio, aunque nunca fue perdonado por el régimen.
En el exilio, numerosos escritores y artistas continuaron su obra: poetas como Juan Ramón Jiménez, Cernuda o Alberti; novelistas como Max Aub y Ramón J. Sender; músicos como Falla o Pau Casals; ensayistas como Américo Castro o Sánchez Albornoz. Su labor en los países de acogida fue muy importante y de gran influencia.
El sistema político del franquismo se configuró como un sistema dictatorial caracterizado por la concentración de poderes y la supresión de las libertades políticas y sindicales. Estos postulados solo fueron superados superficialmente por ciertos esfuerzos liberalizadores en la última etapa del régimen. No obstante, el sistema se mantuvo, de principio a fin, dentro del modelo de partido único y rechazo a la democracia representativa, con una serie de fundamentos ideológicos:
El franquismo se caracteriza por una serie de rasgos representativos:
La sociedad se dividió en tres actitudes frente al franquismo:
Al final de los años 30 muy pocos países europeos tenían un régimen democrático. La confianza de la población en la democracia se hundía, tras una guerra mundial y una crisis económica global que había proletarizado a la clase media y empobrecido a todo el continente. Este contexto internacional contribuyó muy negativamente a la reconstrucción española tras la Guerra Civil.
Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se produce un acercamiento del régimen franquista con las potencias del Eje. Aunque inicialmente se declara la neutralidad de España en el conflicto, muy pronto, ante las buenas perspectivas de victoria de Alemania, el gobierno franquista vira hacia la “no beligerancia”. De esta manera, se acercaba un poco más a los intereses de las potencias del Eje, e incluso llegó a contemplarse la entrada de España en el conflicto. En este contexto se produce la “entrevista de Hendaya”, en la que Franco y Hitler se encontraron en la estación de ferrocarril de dicha localidad. Allí se acuerda que España declararía la guerra a Gran Bretaña para recuperar Gibraltar y ocupar territorios en el norte de África, pero la difícil situación española y el desarrollo de la Guerra hizo que esa entrada no se hiciera efectiva. Lo que sí hizo España fue enviar la División Azul contra los soviéticos.
Sin embargo, a partir de 1942, cuando el conflicto se inclina hacia el bando de los Aliados, la política española vuelve a dar un giro hacia una neutralidad más estricta, alejándose de los fascismos.