Portada » Historia » El Final del Franquismo y el Amanecer de la Transición Española (1969-1976)
El presente texto se basa en un fragmento del libro Disidencia y subversión: la lucha del régimen franquista por su supervivencia, una fuente secundaria e historiográfica. Su tema principal es político y aborda la fragmentación de la estructura franquista en sus últimos años de vigencia. El autor, Pere Ysás, es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializado en la historia sociopolítica de la dictadura franquista y del proceso de transición a la democracia. El destinatario es el público general, con la finalidad de comunicar este proceso histórico.
Con disenso o disentimiento, el autor se refiere a la creciente oposición social y política que enfrentó la dictadura de Franco desde finales de los años 60 hasta su muerte en 1975.
Los principales argumentos del texto son:
Los momentos finales del franquismo (años 70) fueron años de agitación social, política y económica, provocada principalmente por la combinación de varias causas.
Durante los años 60 y comienzos de los años 70 del siglo XX, y pese a que la dictadura franquista ya había sustituido el modelo autárquico por el desarrollismo, el crecimiento económico que vivía el país no pudo ocultar los problemas estructurales de España, con un importante desfase respecto a Europa y la falta de libertades.
En 1973 estalló una crisis económica internacional vinculada a la subida de los precios del petróleo efectuada por la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) como consecuencia de la guerra árabe-israelí, cuyos efectos inmediatos fueron:
En junio de 1973, y como consecuencia de su decaimiento físico, Franco formó un nuevo gobierno presidido por Luis Carrero Blanco. Seis meses después, este fue asesinado en un atentado de ETA, asestando un golpe durísimo al régimen, pues aparte del Caudillo, Carrero Blanco era el único capaz de mantener unidas a las diferentes “familias”.
Su sustituto fue Carlos Arias Navarro, quien anunció su intención de emprender una liberalización en el denominado “Espíritu del 12 de Febrero”. Esto provocó la división del franquismo en dos bandos rivales: los aperturistas, partidarios de una tímida reforma desde dentro, y el búnker, los más intransigentes y negados al cambio.
A partir del verano de 1974 se incrementó la movilización contra el régimen. El dictador fue hospitalizado por su deteriorada salud. Mientras tanto, por iniciativa, entre otros, del Partido Comunista, se constituyó la Junta Democrática, cuyo objetivo era sentar las bases para el establecimiento de un verdadero sistema democrático. Por su parte, el PSOE impulsó la Plataforma de Convergencia Democrática (1975). Además, las protestas obreras y estudiantiles se acrecentaron, e incluso se hicieron sentir en el ejército, a través de la Unión Militar Democrática (UMD), y en la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II.
Pero ante los repetidos atentados terroristas (ETA, FRAP y GRAPO), el gobierno hizo una demostración de fuerza promulgando una nueva Ley Antiterrorista (agosto de 1975), por la cual Franco firmó cinco penas de muerte, a pesar de las peticiones de clemencia y las protestas internacionales. Esto aumentó aún más la oposición y movilización contra el régimen.
En este contexto de crisis, el rey Hassan II de Marruecos aprovechó la situación política de España para plantear la anexión del Sáhara Occidental (un territorio colonial que venía gobernando España), movilizando en la “Marcha Verde” a centenares de miles de civiles marroquíes a fin de ocupar el territorio.
El príncipe Juan Carlos, jefe de Estado en ese momento por la enfermedad de Franco, decidió no intervenir militarmente y optó por la negociación. Así se firmó el Tratado de Madrid, en el que España cedía la administración del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania.
Finalmente, el 20 de noviembre de 1975, Franco moría pensando él y sus partidarios que todo quedaba “atado y bien atado” y que el nuevo rey y sucesor de Franco, Juan Carlos I, continuaría las líneas políticas. Pero los años venideros demostrarían que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.
Franco designó a Juan Carlos como sucesor, en vida de su padre Don Juan de Borbón, a quien le correspondía por derecho la corona. Este acto fue ratificado por las Cortes en 1969 y jurado por el propio Juan Carlos. El rey juró respetar los principios del régimen franquista.
Después de la muerte de Franco, se presentaban tres alternativas políticas:
En resumen, Juan Carlos fue proclamado rey dos días después de la muerte del dictador (22-11-1975) y mantuvo a Arias Navarro. La Corona esperaba que eso aceleraría las reformas. Pero Arias Navarro presentó un programa de gobierno que daba continuidad al franquismo.
Entonces, la oposición tomó la iniciativa para presionar a favor de un cambio democrático. La Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática unieron sus fuerzas en la llamada Coordinación Democrática (o ‘Platajunta’). Proponían una “ruptura democrática” con el régimen, nombrando un nuevo gobierno provisional que convocara unas elecciones democráticas que permitieran poner en marcha el nuevo sistema democrático.
Los inmovilistas apoyaban la continuidad del régimen y pedían más contundencia policial contra las huelgas, incluso promovieron atentados de ultraderecha. Los reformistas, algunos de ellos dentro del gobierno, maniobraron para sustituir a Arias Navarro y su política.
Ante ello, el rey forzó la dimisión de Arias Navarro en junio de 1976 y nombró presidente del gobierno a Adolfo Suárez, un joven reformista que dirigiría el tránsito a la democracia, a partir del diálogo con todas las fuerzas políticas, incluida la oposición rupturista, y la búsqueda del consenso.