Portada » Historia » El Colapso del Sistema de la Restauración en España (1902-1923): Reinado de Alfonso XIII y Crisis Política
El Desastre de 1898 generó una profunda conmoción en España, marcando el inicio de una nueva etapa en la Restauración con la subida al trono de Alfonso XIII en 1902, al alcanzar la mayoría de edad. En el plano internacional, el imperialismo de las grandes potencias y la Primera Guerra Mundial definieron el escenario en el que España debía desenvolverse. En esta nueva fase, la oposición al sistema dinástico se fortaleció: el republicanismo se expandió con la creación de nuevos partidos, el movimiento obrero consolidó el socialismo con el PSOE (1879) y el anarcosindicalismo con la CNT (1910), y los nacionalismos catalán y vasco adquirieron mayor presencia. También el carlismo se mantuvo activo.
El reinado de Alfonso XIII se divide en dos grandes períodos: la crisis del régimen de la Restauración, que culminó en 1923 con una descomposición política y social progresiva, y la dictadura de Primo de Rivera, que abolió el sistema parlamentario y terminó arrastrando consigo a la monarquía en 1931. A pesar de los intentos de alternancia política entre los partidos dinásticos (Conservador y Liberal) mediante el fraude y la manipulación electoral, el sistema comenzó a mostrar signos de agotamiento.
Tras la pérdida de las últimas colonias de ultramar, el interés colonial se trasladó a África. En la Conferencia de Algeciras (1906), se establecieron las zonas de influencia de España y Francia en Marruecos, correspondiendo a España la franja del Rif. En ese mismo año, la Ley de Jurisdicciones permitió que los tribunales militares juzgaran delitos contra el Ejército, lo que incrementó la influencia castrense en la política.
Maura implementó un programa regeneracionista con medidas como la Ley Electoral de 1907, que establecía el voto obligatorio, aunque sin erradicar las prácticas fraudulentas. Sin embargo, sus principales proyectos fracasaron: la reforma de la administración local, que pretendía otorgar mayor autonomía a Cataluña, y la ley de represión del terrorismo, dirigida contra los atentados anarquistas, fueron rechazadas por la oposición. En el ámbito económico, impulsó la intervención estatal para fomentar la industria y adoptó medidas sociales como la Ley de Descanso Dominical, la legalización de la huelga y la creación del Instituto Nacional de Previsión (1908).
No obstante, su gobierno fue sacudido por la Semana Trágica de Barcelona (1909), una revuelta antimilitarista y anticlerical originada tras la emboscada sufrida por las tropas españolas en el Barranco del Lobo (Marruecos). La oposición a la guerra y la exención del servicio militar mediante el pago de una cuota para las clases acomodadas avivaron el descontento. La revuelta derivó en actos violentos, como la quema de iglesias y conventos. La represión gubernamental fue severa, con 17 condenas a muerte, destacando la ejecución del pedagogo anarquista Francisco Ferrer Guardia, lo que generó un escándalo internacional. Esta crisis provocó la caída de Maura y la convocatoria de nuevas elecciones por parte del rey.
Canalejas buscó democratizar el sistema de la Restauración mediante reformas progresistas. Impulsó la separación entre la Iglesia y el Estado, aprobando la Ley del Candado (1910), que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas. En el ámbito social, redujo la jornada laboral, reguló el derecho a huelga y prohibió el trabajo nocturno femenino. Además, sustituyó el impuesto de consumos por un tributo progresivo sobre las rentas urbanas. En el plano militar, estableció el servicio obligatorio en caso de guerra sin posibilidad de redención en metálico. También aprobó la Ley de Mancomunidades (1912) para descentralizar la administración y satisfacer las demandas catalanas. A nivel internacional, firmó un nuevo tratado con Francia que sirvió de base para el Protectorado Franco-Español sobre Marruecos (1912). Sin embargo, su mandato fue abruptamente interrumpido cuando fue asesinado por un anarquista en noviembre de 1912.
A partir de 1912, la fragmentación del régimen y el fortalecimiento de la oposición republicana, obrera y nacionalista, sumados al problema colonial en Marruecos y el impacto de la Primera Guerra Mundial, llevaron a un estallido revolucionario en 1917.
El proyecto de reforma del Ejército, que promovía los ascensos por méritos de guerra y reducía el número de oficiales, generó malestar entre los militares de la península. Esto llevó a la creación de Juntas de Defensa, de carácter sindical, que exigieron su reconocimiento oficial y lograron imponerse con el apoyo del rey.
El cierre de las Cortes por el gobierno de Eduardo Dato motivó la convocatoria de una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, promovida por Francesc Cambó (Lliga Regionalista). Esta buscaba la creación de un gobierno provisional y la redacción de una nueva Constitución que garantizara la autonomía de Cataluña, pero fue rápidamente disuelta por el gobierno.
En agosto de 1917, la UGT y la CNT convocaron una huelga general con aspiraciones republicanas. Inspirada en la Revolución Rusa de Febrero, tuvo gran impacto en Madrid, Barcelona, el País Vasco y Asturias. La violenta represión militar dejó 71 muertos y más de 2.000 detenidos.
Entre 1918 y 1923, la inestabilidad política se agravó, con diez gobiernos en cinco años y constantes cierres de Cortes y suspensiones de garantías constitucionales. La Lliga Regionalista participó en gobiernos de concentración, pero el fracaso del estatuto autonómico provocó la escisión de Acción Catalana (1922). En el País Vasco, el nacionalismo se fortaleció con seis diputados en el Parlamento, aunque dividido entre radicales y moderados.
Mientras el PSOE crecía con figuras como Largo Caballero, Indalecio Prieto y Julián Besteiro, la Revolución Rusa de 1917 inspiró la creación del Partido Comunista Español (1921), generando divisiones internas. Paralelamente, el anarcosindicalismo experimentó una radicalización, con sectores partidarios de la acción directa y el terrorismo. Entre 1918 y 1923, el pistolerismo urbano se cobró cientos de víctimas, incluyendo sindicalistas y líderes políticos como Eduardo Dato.
La crisis culminó con el Desastre de Annual (1921), una derrota militar en Marruecos con más de 10.000 bajas, que evidenció la corrupción y la incompetencia del Ejército. Esto, sumado a la incapacidad del régimen para reformarse, llevó al golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, poniendo fin al sistema liberal de la Restauración.