Portada » Filosofía » De Maquiavelo a la Doxa Griega: Reputación, Poder y el Concepto de Opinión Pública
El concepto de opinión pública es profundamente filosófico.
Platón establece dos vías que nos permiten acercarnos al conocimiento, a la perfección, a la verdad y a la virtud:
Platón señala que los hombres de Estado pueden tener en cuenta la opinión de las masas para aplacarlas, para tenerlas contentas y así mantener el poder más firme.
La doxa sí es una vía posible de acercamiento a la verdad. Según Aristóteles, el hombre goza además de un criterio seguro, el endoxon, fruto del sentido común y las experiencias individuales y de las comprobaciones empíricas que le permiten acertar en las cuestiones fundamentales de la vida. La doxa de Aristóteles está dotada de un poder armonizador, de capacidad de criterio y de valor vinculativo.
Aristóteles da un paso grande respecto a Platón. A diferencia de Platón, Aristóteles afirmaba que la vía de la doxa era un camino posible para descubrir e interpretar la realidad. Los ciudadanos, a partir del ejercicio de su sentido común, podrían llegar a la verdad.
Limitaciones en la Grecia Clásica: Para los griegos, la única opinión que tenía sentido y valor era la expresada por los ciudadanos de la *polis* o ciudad-estado. Un extranjero, una mujer o un esclavo no estaban incluidos entre quienes podían opinar porque no eran ciudadanos. Por lo tanto, la opinión pública era de unos pocos.
En Grecia existían los delatores, personajes contratados por el poder que se mezclaban con el público con la intención de pulsar su opinión. Esa información llegaba después al poder, que actuaba en consecuencia (equivalente actual: encuestas de opinión).
En Roma coexistían dos concepciones principales de la Opinión Pública:
En Roma existían dos elementos que podemos encontrar en la actualidad: el ágora y el foro. Eran espacios físicos donde los ciudadanos libres se concentraban, se informaban, dialogaban, discutían y participaban en los asuntos más variados de la *cosa pública*. Es decir, allí se desarrollaba la Opinión Pública.
Hoy en día, el Parlamento y los medios de comunicación serían una especie de ágora o foro modernos.
