Portada » Lengua y literatura » La Literatura del Renacimiento Español: Poesía, Prosa y Teatro del Siglo XVI
El Renacimiento es un movimiento cultural que abarca todos los aspectos de la actividad humana. Se inicia a mediados del siglo XIV en las ciudades del norte de Italia y desde allí se difunde al resto de Europa, desarrollándose a lo largo del siglo XVI.
Este periodo supone un cambio de mentalidad y una nueva valoración del mundo, de la persona y de la existencia. El ser humano se sitúa en el centro del universo (antropocentrismo), y el poder de la razón y el cultivo de la inteligencia lo convierten en la medida de todas las cosas. Con ello se abandona el teocentrismo medieval y la idea del mundo como “valle de lágrimas”, y la naturaleza empieza a verse como un lugar de goce y disfrute. Además, la cultura grecolatina se convierte en punto de referencia y estudio.
Poco a poco se imponen los modelos italianizantes del Renacimiento. En España, estos influyen especialmente a partir del reinado de Carlos V. Así, los autores renacentistas españoles comienzan a adaptar y asimilar estos nuevos modelos en sus obras.
En España, en el ámbito literario, se distinguen dos periodos:
Con la llegada del Renacimiento, la vieja escuela de los cancioneros cortesanos se va agotando, aunque aún intenta mantenerse frente al empuje de un torrente poético renovador que llega de Italia de la mano de Boscán y Garcilaso: la poesía italianizante.
Aunque las formas métricas de la poesía italianizante terminan imponiéndose, la influencia de la poesía de cancionero continúa presente a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Dentro de la poesía del Renacimiento pueden distinguirse varias tendencias:
El Renacimiento emplea el verso endecasílabo, combinado con el heptasílabo. Estos dos metros sirven de base a modelos estróficos que hasta entonces eran desconocidos en la poesía española. La rima en todas estas composiciones es consonante.
Los poetas del Renacimiento siguen el precepto clásico de ajustarse a las leyes de la naturaleza, evitando siempre la afectación y el amaneramiento. Esto se refleja en un estilo caracterizado por la sobriedad, la naturalidad, la selección y la elegancia. Este ideal clásico se mantiene a lo largo del siglo XVI y aparece en autores como Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo se produce una ruptura del equilibrio clásico, dando lugar a una tendencia estilística llamada manierismo, que será precursora del culteranismo barroco.
Con el petrarquismo culmina el proceso de espiritualización del amor, enriquecido ahora con componentes neoplatónicos. Por eso, la amada se percibe como un reflejo de la divinidad: su belleza y su bondad son destellos de la belleza y la bondad de Dios.
Ante los requerimientos del poeta, la amada responde con indiferencia: adopta una actitud esquiva y distante. El enamorado, afligido por la condición inalcanzable de su amor y consciente de que no puede dejar de amar —porque ese es su destino—, experimenta un dolor intenso, pero al mismo tiempo gozoso. El poeta reacciona reprochándole su actitud esquiva, entre lamentos, mientras evita toda compañía y se refugia en la naturaleza.
Vinculados al tema amoroso, aparecen tres motivos típicos:
En la segunda mitad del siglo XVI, y favorecida por el clima de espiritualidad que vive la época, se produce la cristianización de las tendencias paganizantes. Como consecuencia, surge la mística y la poesía ascético-moral.
El contenido de esta poesía se articula en torno a las siguientes ideas generales:
El poeta que con mayor intensidad y emoción expresa estos anhelos del ser humano es Fray Luis de León.
La poesía mística describe la experiencia, difícilmente expresable, de la unión del alma con Dios.
Las grandes figuras de la mística son Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
La lírica patriótica exalta, en un tono solemne y retórico, el heroísmo nacional. Los poetas que mejor expresaron estos ideales nacionalistas fueron Fernando de Herrera (Canción al Señor don Juan de Austria, Canción a la batalla de Lepanto) y Hernando de Acuña (Soneto al Rey nuestro señor).
La épica culta se inspira en las grandes epopeyas de la Antigüedad (La Ilíada y La Odisea, de Homero). Mientras la épica medieval es popular y tradicional, la renacentista es un género culto.
Cuatro tendencias destacan en la prosa castellana renacentista:
A lo largo del Renacimiento se desarrolla una tendencia narrativa de carácter idealista, que abarca relatos aventureros y narraciones fantásticas:
El género picaresco se inicia en 1554 con La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Es una ficción autobiográfica relatada en primera persona.
Miguel de Cervantes Saavedra nace en Alcalá de Henares en 1547. Vive una vida llena de avatares y penurias económicas. Participa en la batalla de Lepanto, contra los turcos, donde pierde la mano izquierda. Es apresado y conducido a Argel. Rescatado, se instala en Madrid como recaudador de impuestos. Muere en 1616.
Aunque cultiva todos los géneros literarios, Cervantes es ante todo un gran narrador. Su primera novela es La Galatea (1585), cuyo tema son los amores platónicos.
Se suelen agrupar en dos series:
La obra, parodia en principio de las novelas de caballerías, crea una forma nueva y revolucionaria. Recoge varios elementos de la narrativa anterior:
La obra se divide en dos partes:
El propósito explícito de Cervantes es la parodia de los libros de caballerías, motivo por el cual, durante los siglos XVII y XVIII, El Quijote se leyó principalmente como una obra cómica. No obstante, desde el Romanticismo se han destacado otros valores: el amor a la dama, el ansia de libertad y la búsqueda de la justicia.
Cervantes combina el estilo elevado con el habla cotidiana, y alterna razonamientos eruditos con refranes y expresiones del saber popular.
Sus obras teatrales no fueron muy apreciadas en su tiempo.
El oficio teatral empezó a convertirse en España en una profesión relativamente estable en el siglo XVI. Surgen las primeras compañías, cuyos actores interpretaban personajes fijos (el fanfarrón, el tonto, etc.) y utilizaban a menudo máscaras. El teatro popular aparece en plazas y corrales de comedias.
