Portada » Filosofía » Fundamentos del Conocimiento: Sujeto, Objeto y Criterios de Verdad en Filosofía
Se considera que el ser humano es consciente porque siente y percibe. Este concepto es muy estudiado por los filósofos. Los actos conscientes son variados, e involucran al sujeto que conoce y al objeto conocido.
De estas dos palabras derivan los conceptos de lo subjetivo y lo objetivo. Cuando decimos que algo es subjetivo, decimos que es propio del sujeto, que no tiene en cuenta las opiniones de los demás. Pero si es objetivo, decimos que tiene en cuenta todos los aspectos, sin dejarse llevar por nada.
En filosofía, cuando hablamos de objeto, nos referimos a lo que estamos pensando, viviendo o lo que ocupa nuestra conciencia en cada momento. Frente al sujeto que conoce está el objeto conocido. Cuando se está consciente, conocemos algo, ya que la conciencia no puede estar vacía de contenido; aunque no queramos pensar en algo, siempre hay algo en nuestra conciencia. Siempre que actuamos, estamos conscientes de lo que estamos haciendo. A esta relación entre la conciencia y el objeto presente en ella la llamamos Intencionalidad.
Hay tres grandes clases de objetos, es decir, de contenidos conscientes:
Conocer es ser consciente de algo, la relación entre un sujeto y un objeto. Un objeto está presente ante un sujeto. Los objetos a veces remiten a la realidad, y otras veces a objetos irreales o ideales, y a otros valores, como propiedades que tienen los objetos ideales o reales en relación con las necesidades, deseos o sentimientos humanos.
Hay grados de conocimiento. A medida que nuestra información sobre el objeto sea más completa, profunda y segura, el conocimiento aumenta. De esto los filósofos siempre han sido conscientes. Platón, por ejemplo, distingue entre la doxa (opinión o conocimiento sensible) y la episteme (conocimiento verdadero o científico), donde interviene la razón ordenando e interpretando los datos recibidos a través de los sentidos.
La posibilidad de aumentar nuestra información sobre un objeto puede darse tanto en objetos ideales como en los reales o en los valores. Ampliar nuestro conocimiento sobre los objetos reales es lo que hace la ciencia. La estética, la psicología, la economía y la ética se encargan de ampliar nuestro conocimiento sobre los valores.
Hay dos fuentes de conocimiento: la experiencia y el pensamiento. Mediante el pensamiento aprovechamos la información que obtenemos de la experiencia. Las teorías que se formularon por primera vez, antes no se hicieron. Fue el pensamiento quien las demostró y por eso decimos que son verdaderas. La experiencia tiene que ser prolongada por el pensamiento.
La experiencia que nos presenta directa e indirectamente los objetos se denomina Intuición. Hay dos tipos:
No obstante, al hablar de experiencia, generalmente nos referimos a la intuición sensible.
Es una pregunta que estudian muchos filósofos: además de los conocimientos de la experiencia, ¿tenemos alguno en el pensamiento, es decir, nacemos ya con ello? Siempre se ha pensado que nacíamos sin nada y todo el conocimiento lo recibíamos de la experiencia y el aprendizaje. Pero nacemos sabiendo muchas cosas; estamos programados para procesar un tipo de información, organizarla y aprender el lenguaje. Además, poseemos un sistema que nos permite diferenciar lo agradable de lo desagradable, lo que nos permite orientarnos en la realidad.
Nacemos, pues, con conocimientos o estructuras innatas, pero hay que desarrollarlas a través de la experiencia, el aprendizaje y el pensamiento.
Nuestra inteligencia reconoce, capta y recibe estímulos diversos. El cerebro los capta y formamos un esquema de información, que luego nos permitirá reconocer e identificar algo. El patrón de reconocimiento es el concepto, que agrupa los objetos en categorías y nos permite situar a cada individuo en su categoría a través de lo que sabemos.
Esto nos permite dar significado a la experiencia, avanzar en el conocimiento y pensar. Para el conocimiento se deben dar dos cosas: datos recibidos a través de los sentidos y una serie de conceptos propios del pensamiento o de la razón. El conocimiento es siempre fruto del pensamiento, pero no es meramente esto, pues se aplica sobre contenidos empíricos o sensoriales.
Podemos estar más o menos seguros de las cosas que pensamos, sentimos o decimos. El diccionario nos indica algunas gradaciones:
La experiencia nos da una certeza que no podemos negar. Lo mismo pasa con el pensamiento o con las ideas que tenemos sobre algo y, por supuesto, con las valoraciones. El objeto se impone al sujeto, que este tiene que aceptarlo como verdadero o como real. A esta fuerza con que se nos imponen las cosas que pensamos o sentimos se llama Evidencia. Certeza y evidencia son correlativas: todo lo que se presenta dotado de evidente produce certeza en el sujeto.
Sigmund Freud dijo que “no podemos dejar de prestar nuestro asentimiento a lo que se presenta como evidente en nuestra conciencia”. Unas veces la evidencia se da inmediatamente, otras de manera indirecta mediante una demostración por medio del pensamiento. Toda la ciencia y toda la filosofía se basan en algo tan sencillo como la evidencia.
Los filósofos han intentado descubrir algunas evidencias tan firmes que no pudieran ser negadas o anuladas por ninguna otra evidencia más fuerte: las llamadas evidencias apodícticas. Un ejemplo es la evidencia por la que sabemos que “el todo es mayor que la parte”.
A partir de esa primera verdad evidente, como “Pienso, luego existo” (Descartes), se intenta atraer las demás verdades. El racionalismo entiende que el criterio de verdad para evitar el error y la duda únicamente puede partir de la razón. Los sentidos pueden engañar; solo la razón puede discernir acerca de la verdad, porque solo ella puede apreciar cuándo algo es evidente. Pero la razón necesita un criterio para medir la fuerza de las evidencias.
La verdad es la adecuación entre el pensamiento y la realidad. Los problemas radican en qué entendemos por adecuación. Kant decía que pensamos las cosas de acuerdo con nuestra estructura mental, y que no sabemos qué es la realidad en sí misma, sino nuestro modo de entenderla. Todos vivimos la misma realidad, pero cada uno tiene una forma distinta de interpretarla.
Kant sugirió que para conocer la realidad habría que salir de nuestro mundo y conocer más, comparar ambas cosas. Pero no podemos hacerlo, por eso algunos filósofos escépticos piensan que no podemos conocer la realidad última.
La verdad es la evidencia suficientemente verificada. No es la concordancia con la realidad, sino el resultado de un proceso de verificación. Hay tres tipos de evidencias y tres tipos de verdades: las verdades ideales, las verdades sobre la realidad y las verdades sobre valores. La idea de verdad como evidencia que se corrobora permite resolver los problemas.
El razonamiento es el modo de pensar que sigue las leyes de la lógica. La lógica es un conjunto de procedimientos que nos permite llegar a una verdad si el punto de partida es verdadero. La lógica es una técnica para hacer buenos razonamientos, pero que puede utilizarse para muchos fines diferentes. Un timador puede razonar para encontrar la manera de engañar.
Por eso hay que distinguir entre la “facultad de razonar” y el “uso racional de la inteligencia”. Es fundamental saber cómo utilizar la inteligencia de manera ética y efectiva.
