Portada » Lengua y literatura » Federico García Lorca y La casa de Bernarda Alba: Contexto, Temas y Simbolismo
Lorca es uno de los autores más destacados del siglo XX. Su figura se inscribe dentro de la Generación del 27, grupo poético que toma su nombre de la celebración del tercer centenario de la muerte de Góngora, autor que reivindicaron frente al olvido institucional y académico.
Los poetas de esta generación tuvieron una relación de estrecha amistad, nacida de la rica convivencia en la Residencia de Estudiantes madrileña, y de su activa participación en los actos organizados por ella, sus investigaciones y la publicación de poemas en las mismas revistas. Además, tuvieron un talante abierto, liberal y progresista, reflejado en la amplitud de sus conocimientos, su labor investigadora y profesoral en universidades de todo el mundo y en sus opciones políticas. Todos ellos (excepto Gerardo Diego) fueron decididos defensores de la República, lo que les llevó al exilio y, en el caso de Lorca, a la muerte.
La Generación del 27 no imitó la vocación iconoclasta de los movimientos de vanguardia. Lo único que despreciaron fue la mala poesía. No hubo ruptura con el pasado, sino la integración de sus elementos más valiosos (Manrique, Garcilaso, San Juan, Lope, Quevedo, poetas como Bécquer, poetas inmediatamente anteriores como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez) con el atrevimiento y complejidad de los hallazgos vanguardistas (Gómez de la Serna, el surrealismo).
Rasgos de su estilo son la fusión de elementos opuestos:
Todo ello acompañado de la perfección técnica, en una constante búsqueda del trabajo bien hecho.
En cuanto al teatro, los años veinte, cuando el autor emerge a la vida literaria, se definían por el triunfo del drama burgués y de las comedias de humor castizo. El teatro innovador de Valle-Inclán, con la creación del esperpento, tuvo poca aceptación en los escenarios. En este ambiente teatral es en el que Lorca pretendía abrirse camino con obstinación digna de admirarse.
Tras algún fracaso inicial (El maleficio de la mariposa), estrenó Mariana Pineda, drama histórico modernista, que conoció una acogida discreta. Lorca escribía ya La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín (prohibida por la dictadura debido a su presunta inmoralidad, algo que afectó mucho al autor).
Lorca escribió La casa de Bernarda Alba en 1936 (se estrenó en 1945 en Buenos Aires). El público de entonces no estaba acostumbrado a escuchar de boca de las mujeres frases tan sinceras y valientes relativas a la condición femenina y a sus deseos. Rompía Lorca con el teatro comercial que venía representado por la comedia burguesa de Jacinto Benavente (Los intereses creados), caracterizada por el conservadurismo estético e ideológico. Algo tuvo que ver el viento revolucionario que la República estaba alentando, al que Lorca no fue ajeno.
Desde el punto de vista de la producción dramática, esta obra supone el punto de máxima madurez de un dramaturgo que ha evolucionado:
Excepto Doña Rosita la soltera, las otras tres se pueden considerar tragedias.
Las mujeres en las obras de Lorca son el compendio y resumen de todas las virtudes y defectos del género humano, desde la matriarca absolutista y dominadora hasta la esposa callada y obediente.
Supo hacer de la mujer un referente político (Mariana Pineda), un “padre” autoritario y dominador (Bernarda Alba), una esposa fiel y callada (Yerma) o una amante irrenunciable (la Novia de Bodas de Sangre).
La tragedia femenina de las obras teatrales de Lorca está originada por la represión sexual a la que se ven sometidas las mujeres.
En el caso de la obra que nos ocupa, Bernarda no es una simple matriarca, sino tiranía pura: es autoritaria, dominante, represiva, no admite réplicas, sojuzga y somete a sus hijas a una cárcel en vida, vírgenes laicas de clausura, y dispone de sus vidas y haciendas. Bernarda no tiene corazón y piensa que sus hijas tampoco lo tienen; domina todos los resortes de la casa excepto el corazón de sus hijas, y ese es el error desencadenante de la tragedia.
En esta obra se pueden observar los innumerables símbolos utilizados por Federico García Lorca, muy característicos y habituales de toda su obra dramática. Gracias a la influencia del Simbolismo, común entre los artistas de la Generación del 27, esta obra está llena de imágenes simbólicas y metáforas. Estas son algunas de ellas:
Es el símbolo más utilizado y es repetido numerosas veces durante la obra. Básicamente, el caballo es una forma de simbolizar el deseo sexual, generalmente oprimido; la libertad, en contraste con las hijas, que están recluidas en la casa de su madre, e incluso la figura del caballo simboliza también la fuerza desatada por la naturaleza. Aunque en ningún momento se ve el caballo, se oye en numerosas ocasiones su relinchar y el sonido de los cascos al galope. Además, encima de él va Pepe el Romano, prometido de Angustias y amante de Adela, el cual galopa sobre este animal como el símbolo de la persona que llega llena de erotismo y pasión.
Junto con el caballo, se repite en varias ocasiones a lo largo de la obra, pero en este caso tiene significados muy distintos dependiendo de lo que quieran expresar: por un lado, el agua estancada es símbolo de muerte, mientras que el agua que se mueve simboliza la vida (por ello se dice que en el pueblo no hay ríos pero sí pozos, de los que Bernarda dice que el agua está envenenada).
Símbolo de poder tiránico y de mandato autoritario. En muchos actos se puede observar cómo Bernarda no suelta un bastón, de manera que queda claro quién tiene el poder en la obra. En un momento de la obra, en el que Adela rompe el bastón, se intenta reflejar la rebeldía de Adela, que de esta manera rompe con la tiranía infligida por Bernarda.
El uso del contraste de colores también es muy utilizado, y sobre todo el de los colores blanco y negro. El blanco es símbolo de todo lo positivo (vida, libertad, sexualidad/inocencia, virginidad) y el negro es símbolo de la muerte. Ambos son utilizados durante toda la obra como parte del decorado. Las paredes de la habitación son de color blanco, mientras que los vestidos de las mujeres son siempre negros como símbolo de luto. De esta manera se puede observar el contraste de colores, que también simboliza el contraste de los sentimientos.
No aparece en muchas escenas pero sí conlleva un gran significado dentro de la obra. Si los vestidos negros quieren simbolizar la muerte, el color verde es signo de esperanza.
Es el símbolo más frecuente de Lorca, aunque en esta obra no sea el más relevante. La luna puede simbolizar muchas cosas: erotismo, belleza, muerte, etc. En este caso, la muerte de Adela sucede en presencia de la luna y ella misma cuenta que le encantan la luna y las estrellas (símbolo de belleza y pasión por Pepe el Romano).
Es la prisión. El blanco de las paredes, como el apellido de su dueña (Alba), representa la pureza, la virginidad impuesta por los convencionalismos sociales a toda mujer soltera. La blancura es el encierro que envuelve a los personajes e impide su realización personal.
Cada nombre de la obra tiene su propio significado, acorde con los personajes y su forma de comportarse:
Todas las hijas excepto Adela tienen nombres con connotaciones negativas; todas son infelices.
El gran tema que da unidad a su obra dramática es la frustración, causada por el enfrentamiento entre las costumbres sociales de la época (honor y normas sociales representadas en Bernarda) y el ansia de libertad y las ganas de vivir (representadas, sobre todo, por Adela): la sociedad impide la felicidad del individuo. La obra termina en tragedia, en fracaso el ansia de vivir de los personajes (suicidio de Adela y luto de por vida para el resto de sus hermanas) que desafían lo establecido. Los conservadurismos sociales impiden la realización personal.
Esta frustración se da, como en todo el teatro y en la obra lorquiana en general, en la mujer. Esto se enmarca en la atracción que sentía García Lorca hacia grupos marginados, oprimidos bajo el yugo de convencionalismos sociales. En estos personajes marginados se muestra la frustración y la tiranía que sobre ellos ejercen las normas sociales y la falsa moral que mata los sueños y anhelos individuales. La mujer encarna (igual que en Yerma o en Bodas de sangre) la tragedia de cualquier persona condenada a una vida estéril, a la frustración vital. La represión de la mujer y la intolerancia que sufre acompaña al amor y conlleva la esterilidad y la muerte.
El tiempo es enemigo de la felicidad del individuo: en La casa de Bernarda Alba esos ocho años de luto acabarían con la juventud de las hijas de Bernarda, serían tras ellos ya mayores para cumplir sus sueños. Bernarda lleva la tiranía social del luto hasta lo irracional con esos ocho años que caen como una losa a sus hijas. Ante el conflicto entre la autoridad y el deseo, el autor sugiere la rebeldía, representada en el personaje de Adela. Ella es la representante del deseo de libertad ante la represión de unas normas que las mujeres tenían que respetar e, incluso, luchar por su cumplimiento. Junto a la abuela, es el único personaje que se atreve a enfrentarse a Bernarda.
Es destacable también el tema recurrente del amor. Como en otras de sus obras teatrales aparece el amor falso, el amor verdadero (Adela y Pepe), el amor no correspondido (Martirio) y el matrimonio por interés (Pepe y Angustias). Lorca se sirve del teatro para crear personajes con mucha pasión, personajes que representan un sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida (Adela). Los sentimientos aparecen con muchísima intensidad en este drama social y humano que acaba en tragedia con el suicidio de Adela y la muerte en vida de las demás hermanas. El amor no tiene límites y muestra hasta dónde se puede llegar por alcanzarlo.
Junto al simbolismo antes explicado, también debemos hacer mención al realismo, con el que consigue llegar al público y que este se identifique fácilmente con los personajes y sus pasiones. El éxito de su teatro es buena prueba de ello:
El lirismo que desprende la obra junto con la fuerza dramática de los personajes le confiere una innegable dimensión real. El marco cerrado, sofocante (la casa, el calor) simbolizan una represión extrema (prohibición de salir a la calle) y acentúan, como en todas las obras de Lorca, el erotismo trágico, la fatalidad de raíces sociales (el orgullo de casta, la moral del honor, que representa Bernarda) y las actitudes de las hijas, que van de la rebeldía más resuelta (Adela) hasta la absoluta sumisión (Magdalena).
El mundo masculino está representado por un único personaje (Pepe), que desencadena tensiones pero nunca aparece en escena. Su símbolo es el caballo, que representa la fuerza sexual y el deseo, igual que en otras obras lorquianas.
En conclusión, La casa de Bernarda Alba une tradición (lenguaje cotidiano, tres actos con planteamiento, nudo, desenlace) y renovación (símbolos, metáforas), algo característico de la Generación del 27 y, por supuesto, de Federico García Lorca. La forma cuidada con ese extraordinario manejo del lenguaje poético y el contenido (con temas como el amor, la frustración, la mujer, el tiempo, la muerte, la rebeldía, el erotismo) unidos por la expresividad y fuerza de sentimientos de los personajes y sus anhelos y pasiones hacen de esta obra una de las más representativas de su autor y de su época.
