Portada » Historia » La Monarquía Universal de Carlos V: Herencia, Conflictos y Abdicación (1516-1556)
A la muerte de Fernando II de Aragón en 1516, Carlos de Gante, hijo de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla, llegó a la Península Ibérica para recoger su herencia materna (la Corona de Aragón, Castilla,…) debido a la incapacidad de su madre, y los dominios paternos (los Países Bajos y el Franco Condado). A esto se unió el patrimonio de su abuelo paterno (el sur de Alemania, Austria y Tirol), junto con los derechos a la Corona Imperial, siendo proclamado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V de Alemania en 1520. Este conjunto de estados era heterogéneo, con lenguas, culturas e instituciones diferentes y una importancia desigual.
Tras asegurarse su posición gracias a la firma de una serie de acuerdos diplomáticos entre 1516 y 1517, como el Tratado de Noyon, Carlos viajó hacia la Península Ibérica. Las Cortes de Castilla juraron a Carlos como Rey, siendo luego reconocido por las Cortes de Aragón, por los catalanes y por los valencianos. Carlos se convertía así en el primer monarca en ostentar las Coronas de Castilla, Aragón y Navarra. Se casó con Isabel de Portugal.
Los ingresos y el poder procedían de su propio patrimonio, sobre todo de Castilla, a través de los impuestos con los que se gravaba el reino y de los metales preciosos procedentes de las Indias. En septiembre de 1522, emprendió una serie de reformas para integrar a las élites sociales en el gobierno y administración de la Monarquía, dando un impulso al sistema de Consejos.
Se llevó a cabo la racionalización de la administración española con la reforma de los Consejos existentes y la creación del Consejo de Hacienda, el Consejo de Indias y el Consejo de Estado, este último como un consejo privado del monarca. No obstante, el Rey siempre tenía la última palabra. Su capital administrativa fue Valladolid hasta 1516.
El Rey despachaba con sus secretarios, quienes ordinariamente ocupaban puestos en los Consejos, siendo los encargados de trasladar al Rey las deliberaciones de los Consejos y de comunicar a los miembros del Consejo las decisiones y resoluciones del Rey.
Carlos I tuvo que hacer frente a graves problemas internos:
Tuvo lugar en varias ciudades castellanas (Toledo, Segovia…), oponiéndose a las autoridades que acompañaban a Carlos I, a los grandes señores y expulsando a los corregidores. Los rebeldes son conocidos como los comuneros. La revuelta tuvo un carácter político, pero en la Batalla de Villalar (1521), fueron derrotados y ejecutados sus líderes: Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado, iniciándose una durísima represión en Toledo y Segovia.
Paralelamente, Enrique II de Navarra, con el apoyo del rey Francisco I de Francia y de casi todos los habitantes de Navarra, consiguió recuperar el territorio en poco tiempo. Tras la Batalla de Noáin, se optó por la vía diplomática que concedía una amplia amnistía, el control de la Alta Navarra por parte del emperador y la renuncia a la Baja Navarra.
Los artesanos de Valencia poseían el privilegio de poder formar unas milicias en caso de necesidad de lucha contra las flotas berberiscas, medida concedida por Fernando el Católico y respetada por Carlos V en 1519. Cuando se produjo una epidemia de peste en Valencia y los nobles abandonaron la zona, las milicias se hicieron con el poder desobedeciendo la orden de Adriano de Utrecht de su inmediata disolución. Los rebeldes exigían la abolición de la jurisdicción señorial y de los impuestos feudales, y reivindicaban para los gremios el dominio de los municipios, amenazando con el reparto de tierras. Estaban formados por artesanos, campesinos, trabajadores y miembros del bajo clero. La rebelión fue dominada por las tropas reales y nobiliarias, y las ciudades como Játiva y Valencia fueron duramente castigadas. En el reino de Mallorca se enfrentaron los nobles y mercaderes contra campesinos y artesanos.
Carlos V tenía como objetivo defender su herencia dinástica utilizando una eficaz red de embajadores y un poderoso ejército (los Tercios), con la financiación del oro y la plata de las Indias.
Con Francia, Carlos V tuvo que contener los anhelos expansionistas de Francisco I y Enrique II. Las consecuencias de esta rivalidad en Italia fueron:
El Imperio Turco, gobernado por el sultán Solimán el Magnífico, se expandía por Europa Oriental. Los turcos ocuparon Belgrado y Hungría, llegando a sitiar Viena. En el Mediterráneo, se apoderaron de la Isla de Rodas, aliándose con los piratas Barbarroja y Dragut. Carlos V se limitó a realizar algunas acciones espectaculares de éxito muy limitado, como la toma de Túnez.
La difusión del protestantismo por el norte de Europa se debió al deseo de los príncipes alemanes de aumentar sus posesiones y sus rentas, y de independizarse aún más del emperador. Carlos V, intentando un compromiso entre luteranos y católicos, solicitó un concilio para acercar ambas posturas, celebrándose en Trento. Sin embargo, fracasó por la ausencia de los protestantes, iniciándose la contienda y creándose la Liga de Esmalcalda.
A Carlos V solo le quedó la guerra contra estos príncipes, a los que derrotó en Mühlberg, pero finalmente tuvo que firmar la Paz de Augsburgo en 1555 con los rebeldes, estableciendo el principio de cuius regio, eius religio (la religión del príncipe es la religión del territorio).
Mediante las Abdicaciones de Bruselas en 1556, Carlos V renunció a la corona, otorgando sus dominios hispanos (incluyendo los Países Bajos, el Franco Condado y los territorios italianos) a su hijo Felipe II, y sus derechos imperiales y dominios austriacos a su hermano Fernando.
Retirado en su casa palacio construida junto al monasterio de Yuste (Extremadura), alejado de la vida política, falleció por paludismo tras un mes de agonía y fiebres, causado por la picadura de un mosquito. En su testamento reconoció a Juan de Austria como hijo suyo, nacido de la relación extramatrimonial que tuvo con Bárbara Blomberg.
