Portada » Filosofía » La Transición Filosófica del Renacimiento a la Ilustración: Descartes, Hume y el Conocimiento
Este período de la Historia se puede dividir en tres grandes etapas:
Entramos en un nuevo período histórico que trae consigo una multitud de acontecimientos que van a desembocar en una nueva visión del mundo, del ser humano, de la ciencia y de la filosofía. Después de la oscura Edad Media, llega el Renacimiento, un período de recuperación del Mundo Clásico, lleno de luz y caracterizado por un acontecimiento sin precedentes: la Revolución Científica Moderna.
La Revolución Científica comienza con la publicación del De Revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de los orbes celestes) de Copérnico (1473-1543) y acaba con los Principia (Principios matemáticos de filosofía natural) de Newton (1643-1727).
Esta revolución supone un cambio de cosmovisión: del universo geocéntrico aristotélico pasamos al universo heliocéntrico copernicano, con las consecuencias e implicaciones filosóficas que ello conlleva.
La llamada ciencia moderna surge a partir de esta revolución científica, impregnando de nuevos paradigmas los siglos posteriores, incluida la Ilustración. Expliquemos algunas de sus implicaciones:
¿Por qué y para qué Descartes elabora un método? El avance que supone para la ciencia el método de Galileo pone de manifiesto que el uso de un método conlleva alcanzar certezas. Ese es el porqué: Descartes, obsesionado con la búsqueda de certezas, se pone manos a la obra en la elaboración de un método que va a ser la herramienta para la construcción de esa ciencia universal (mathesis universalis) que tiene como ideal y objetivo último.
El método cartesiano es un conjunto de reglas cuyo fin es alcanzar el verdadero conocimiento. Como racionalista, cree que la razón y no los sentidos deben ser el fundamento del conocimiento, así que el modelo de método que elige para desarrollar el suyo es el método deductivo (matemático), ya que no tiene como objeto la experiencia. Así va a elaborar unos pasos que tienen dos instrumentos de conocimiento: la intuición y la deducción:
En esta primera regla, Descartes solo establece un criterio para distinguir lo evidente de lo que no lo es. Nos dice que «lo claro y distinto es evidente, y se da en la intuición». Así pues, solo podemos considerar evidente lo que se nos muestre de manera clara y distinta (no confusa) a través de una intuición intelectual. El resto, hay que desecharlo.
La evidencia se produce en un acto puramente racional por el que nuestra mente capta o «ve» de modo inmediato y simple una idea. La intuición es la captación intelectual inmediata de una idea. Inmediato implica que no hay una cadena deductiva de por medio y, por otra parte, que no hay mezcla con nada sensible (no median los sentidos o la experiencia para captar esa idea).
Si lo que es evidente es lo que es intuido, ¿qué es lo que la mente intuye? Ideas claras y distintas. Una idea es clara cuando podemos advertir todos sus elementos sin la menor duda (se opone a oscura). La idea será distinta cuando aparezca claramente diferenciada, separada y recortada de las demás, de tal manera que no podamos confundirla con ninguna otra idea (se opone a idea confusa). Las ideas simples son ideas innatas, es decir, ideas que están potencialmente en la mente y surgen con ocasión de determinadas experiencias.
Para llevar a cabo este proceso, Descartes decide poner en marcha un proceso de duda. Le llama la Duda Metódica, porque no es una duda real, es solo un artificio para ver si hay algo que puede escapar de la duda, y mantener su certeza. Es decir, se trata en realidad de un método de búsqueda de certezas. Si ponemos todo en duda, podremos observar si hay algo de lo que no se puede dudar, y ahí tendríamos una primera certeza, un primer principio evidente sobre el que comenzar a edificar el conocimiento. El objetivo del análisis es llegar a una idea simple, una idea innata que captemos por intuición. Veamos cómo pone en práctica la duda metódica:
Descartes obtiene del análisis: dudo, es decir, pienso (la duda es un proceso mental, una forma de pensamiento). Y si pienso, es que existo.
Esta es la primera evidencia: Je pense, donc je suis; cogito ergo sum; pienso, luego existo. A esta expresión se le suele denominar simplemente «el cógito». Es una verdad obtenida por intuición, una verdad clara y distinta y, por tanto, evidente.
Sobre esta evidencia Descartes va ahora a reconstruir todos los conocimientos descartados anteriormente, en el proceso deductivo que es la síntesis.
El cógito supone la existencia como pensamiento, no de manera física o material, y además implica que el pensamiento queda encerrado en sí mismo (a esto se denomina Solipsismo). Cuando llegamos al «pienso, luego existo», la única certeza es que hay pensamiento, y en cuanto hay pensamiento hay alguien que lo piensa. Pero la realidad externa sigue estando en suspenso, así que el cuerpo no forma parte de esa existencia, que es solo intelectual. Tenemos por tanto el pensamiento como certeza, a partir de la cual hay que deducir los elementos que anteriormente hemos puesto en duda. Como inicialmente solo contamos con el pensamiento, Descartes analiza cuáles son los contenidos del pensamiento, y encuentra 3 tipos de ideas:
Descartes indica que el cógito es una idea innata, la primera que descubrimos, y precisamente la que nos va a servir de base para fundamentar el conocimiento. El siguiente paso va a ser restaurar la certeza de todo aquello que se había puesto en duda en el análisis: el conocimiento matemático, el intelectual y el sensible, por este orden. Ese va a ser un proceso deductivo, siguiendo el modelo del método matemático deductivo.
Descartes tiene que tomar como punto de partida su propio pensamiento, pues es la única evidencia que tiene. Esa es la base del método, la primera evidencia a partir de la cual va a deducir otras.
Para restaurar las verdades matemáticas, Descartes considera que tiene que demostrar la existencia de Dios, ya que si Dios existe, entonces no puede existir un genio maligno engañador, son figuras incompatibles.
Presenta dos pruebas de la existencia de Dios:
De aquí concluye que Dios existe y no me engaña. Es importante puntualizar que, aunque la idea de Dios se obtiene por deducción y no por intuición, igualmente se trata de una idea evidente. Arnauld realiza una objeción a este argumento. Afirma que Descartes cae en un círculo vicioso al establecer que Dios ha de garantizar el criterio de certeza, y utilizar ese criterio para demostrar la existencia de Dios.
Ahora Descartes tiene que restaurar el conocimiento sensible, es decir, la misma existencia del mundo. Lo hace con el siguiente argumento: Vuelve a tomar como punto de partida el pensamiento, y examinándolo, se da cuenta de que tiene ideas de las cosas, por ejemplo, la idea de una mesa. Y se pregunta ¿de dónde proceden esas ideas? Hay dos opciones: o proceden de las cosas, o alguien ha puesto en mí esas ideas y las cosas no existen. En el segundo caso, solo Dios podría hacer algo así, pero si lo hiciera, me estaría engañando. Y Descartes ya ha demostrado que Dios existe y no me engaña, así que esta opción es imposible. Por tanto, las ideas proceden de las cosas. Por deducción, ha obtenido la tercera idea innata: el mundo. En resumen, Descartes ha descubierto 3 ideas innatas: el cógito (obtenido por evidencia), Dios y el mundo (obtenidas por deducción).
Para Descartes, hay dos tipos de sustancias:
Para Descartes, el cuerpo es una máquina sometida a las leyes de la Física, mientras que el alma es el ámbito de la decisión y la voluntad. El problema de la incomunicación de las sustancias surge de su dualismo antropológico: cuerpo y alma son sustancias distintas, así que ¿cómo se relacionan? Según Descartes, a través de la glándula pineal, el punto físico de interacción entre ambos.
El mecanicismo es una concepción del universo que viene a sustituir al organicismo:
Descartes establece 3 principios de la Física:
Baruch Spinoza es un filósofo holandés, racionalista, del siglo XVII. Su obra más importante es la Ética demostrada según el orden geométrico. Presentamos los rasgos más destacables de su filosofía:
Gottfried Leibniz fue un niño prodigio, que destacó no solo en filosofía, sino también en matemáticas. De nacionalidad alemana, descubrió el cálculo infinitesimal, y fue considerado un genio por sus contemporáneos modernos, pues dominaba todas las ciencias de la época. Rasgos de su pensamiento:
Verdades de Razón | Verdades de Hecho |
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Corresponden a enunciados lógico-matemáticos. | Corresponden a enunciados empíricos. |
Son necesarias e innatas. | Son posibles, no necesarias. |
Se rigen por los principios de No Contradicción (PNC) y de Identidad (PI). | Se rigen por el Principio de Razón Suficiente. |
El escocés David Hume expone sus ideas principales en la Investigación sobre el entendimiento humano (Enquiry concerning human understanding).
Hume, como empirista, afirma que la experiencia es el origen y el límite del conocimiento, y que no hay ideas innatas. Ahora bien: Lo que conocemos directamente son ideas, no cosas. Hume denomina «percepciones» a los contenidos de la conciencia, que son de dos tipos: impresiones e ideas, y se distinguen por el grado de vivacidad. Las impresiones son más intensas que las ideas, aunque las ideas son copias de las impresiones, por lo que no es posible pensar en algo que no hemos sentido previamente. En base a este principio construye el criterio de discriminación: si una idea no procede de una impresión, carece de significado. Así desecha las ideas de Dios y sustancia.
Esta distinción se conoce como el Tenedor de Hume (que hace pareja con la Navaja de Ockham), y se basa en la diferencia entre verdades de razón y verdades de hecho de Leibniz. Será la base de la distinción de Kant entre juicios a priori y a posteriori, y se corresponde a lo que hoy llamamos proposiciones analíticas y sintéticas, respectivamente. Según Hume, los objetos de la razón se dividen en dos tipos:
Hume investiga la certeza en las cuestiones de hecho. Concede que podemos estar seguros de las cuestiones de hecho que se refieren al presente y al pasado. El problema está en el futuro, pues sobre él no podemos tener impresiones. Pero hay acontecimientos futuros que parecen seguros (si mañana meto la mano en el fuego, me quemaré). ¿En qué se basa esa seguridad? Hume responde así:
Todos los razonamientos acerca de cuestiones de hecho que vayan más allá de las impresiones de nuestros sentidos (es decir, que se refieran al futuro) están fundadas en la relación causa-efecto (si acerco la mano al fuego, me quemaré, porque el fuego causa quemaduras). Pero, ¿cómo tenemos la seguridad de que una causa X provoca un efecto Y? Hume argumenta que la asociación de causas y efectos en el futuro no tiene fundamento racional.
Hume explica esto diciendo que si he experimentado repetidas veces que un fenómeno produce un determinado efecto, todo me induce a creer que en una situación semejante volverá a suceder lo mismo, es decir, que creemos que el futuro será como ha sido el pasado. Pero este presupuesto es indemostrable, pues se trata de cuestiones de hecho. No obstante, es el hábito y la costumbre la que nos induce a la creencia de que volverá a repetirse el mismo acontecimiento.
En conclusión, para Hume, no hay posibilidad alguna de predecir lo que sucederá en el futuro con certeza absoluta. Nuestra creencia en ello es solo probable, aunque suficiente para guiar nuestra vida cotidiana.
El Escepticismo de Hume tiene como consecuencia:
Locke será el gran teórico del liberalismo político. En su Segundo Tratado sobre el gobierno civil, critica la filosofía de Hobbes, y expone una teoría contractualista sobre el origen de la sociedad y el Estado. Recordemos que el contractualismo afirma que la sociedad y el Estado son fruto de un pacto o acuerdo entre los ciudadanos, por tanto, es una teoría opuesta a las clásicas, que defienden el origen natural de la sociedad (Platón/Aristóteles). Normalmente, las teorías contractualistas establecen la existencia de tres fases necesarias para la constitución del Estado. Veamos cómo lo explica Locke: