Portada » Filosofía » El Vitalismo Radical de Nietzsche: De la Crítica Occidental a la Creación del Superhombre
Friedrich Nietzsche, autor fundamental del siglo XIX, enmarca su filosofía dentro de la corriente del Vitalismo, la cual postula que la vida humana es el valor supremo y esencial de la existencia.
Nietzsche criticó profundamente su época y, en contraste, admiró la antigüedad clásica. La cultura grecorromana dejó una huella imborrable en su pensamiento, siendo su conocimiento de griegos y latinos vastísimo. Dentro de la cultura griega, mostró una clara preferencia por los presocráticos, cuyo pensamiento consideraba puro, libre y centrado en ideas importantes sobre la naturaleza.
Nietzsche desarrolló su filosofía a partir de una doble influencia y una doble crítica:
El pensamiento de Nietzsche no es sistemático; sus ideas aparecen dispersas en sus obras, a menudo complementándose y, en ocasiones, contradiciéndose. Esta forma de escribir se relaciona con su forma de ser y vivir. Su enfermedad le impedía trabajar de manera continua, lo que contribuye a que una parte de su obra sea compleja de interpretar.
Para Nietzsche, la cultura griega ofreció un gran modelo de vida a través del dios Dionisos, la deidad del desenfreno, la fiesta, la alegría y el exceso, el dios de la vida. Nietzsche reivindica lo que Dionisos representa y lo opone a lo que simboliza el dios Apolo: el orden, la razón y la prudencia. Estas últimas cualidades son criticadas por Nietzsche, ya que las considera opuestas a la vida auténtica.
Nietzsche estudia la cultura occidental desde los griegos. En la época de los presocráticos, se apreciaba el valor de la naturaleza y de la vida. En cambio, Sócrates y Platón se centraron en la razón humana y en un mundo ideal que aleja al ser humano de la vida y de la naturaleza.
Para Nietzsche, la tragedia griega representa la existencia en su realidad: la unión de contrarios. Lo trágico de la vida no se comprende con el pensamiento racional, sino que se capta a través del arte, tal como lo hicieron los griegos. La tragedia reúne lo dionisíaco (irracionalidad, pasión, fiesta) con lo apolíneo (razón, prudencia, armonía). Nietzsche valora más lo dionisíaco, por considerarlo más cercano a la realidad y a la vida.
La cultura occidental comenzó a decaer con Platón, quien prefirió buscar otra realidad, y el cristianismo siguió este camino. Según Nietzsche, esto ha provocado que vivamos infelices y engañados.
Nietzsche, en su filosofía vitalista, considera que lo más importante es la vida humana. Aquello que permite vivirla con intensidad es bueno y deseable, mientras que lo que la oculta es malo y rechazable. La vida no es como la han mostrado la religión cristiana ni la filosofía occidental.
Nietzsche sostiene que las verdades absolutas son fantasías e invenciones. La verdad es perspectiva; depende de cada individuo. No existe una verdad única para todos.
En cuanto a la religión, afirma que se origina a partir del miedo y las angustias humanas. El cristianismo es erróneo porque valora conceptos opuestos a la vida. Las religiones han inventado el pecado, y la necesidad de acudir al sacerdote para obtener el perdón es absurda, ya que el ser humano no debe sentirse culpable, sino inocente en todo lo que haga.
Nietzsche anuncia la Muerte de Dios, declarando que es hora de que la humanidad sepa que Dios era una invención. Esto significa que ya no tiene sentido creer en él ni en los valores religiosos asociados. La humanidad debe enfrentarse a la vida sin elaborar fantasías. Ya no hay que amar a Dios, sino a la realidad.
Tras la Muerte de Dios, surge el Nihilismo, la tentación de creer que no hay nada en qué creer y que la existencia humana carece de sentido. Nietzsche, sin embargo, ve en este vacío una oportunidad: empezar desde la nada es bueno para crear nuevos valores.
Los nuevos valores vendrán del Nihilismo Activo, irán a favor de la vida y de la tierra, y rechazarán a Dios. A este cambio radical de ideas lo llamará la Transmutación de los Valores.
Este cambio de valores afectará directamente a la moral. La moral occidental le parece a Nietzsche decadente. Él distingue dos tipos de moral:
Es la moral de los guerreros y las élites. El individuo es arrogante, altivo y se cree superior al resto. Sus valores son la jerarquía, el orgullo y la soberbia. Su concepto de bien está relacionado con lo que afirma la vida, y el mal será aquello que la desprecia o la vuelve monótona.
Es la moral propia de la masa, del rebaño. No tienen aspiraciones propias, por eso defienden la igualdad y la solidaridad. Tienen un instinto de venganza, y sus valores son la pobreza, la humildad y la resignación. Su fuerza reside en la unión de muchos. Su enemigo son los que destacan, los independientes y la gente valiente.
Occidente dio más importancia a la moral de los esclavos, difundida principalmente por la religión, que ha convertido en malo lo que la moral de los señores considera bueno. Esto es un error, según Nietzsche, y es necesario acabar con esta inversión, poniendo en primer plano la moral de los señores.
Nietzsche postula que el espíritu humano debe sufrir tres transformaciones para llegar a convertirse en el Superhombre, liberándose de la situación de opresión en la que vive. Las transformaciones son: el camello, el león y, finalmente, el niño.
El camello es la primera transformación del espíritu humano. Consiste en cargar con toda la tradición de elementos que nos oprimen. El espíritu paciente quiere que se la carguen bien: es el momento de la toma de conciencia, de ser conscientes de toda la carga que llevamos encima y darnos cuenta de lo que nos oprime, sintiendo ese peso para poder liberarnos.
El león representa la segunda transformación del espíritu en su liberación hacia el Superhombre. Es el momento en el que el individuo es capaz de enfrentar esos valores y quitárselos de encima (Nihilismo Activo). Se enfrenta al Gran Dragón, que simboliza todos los valores creados, la religión y la filosofía que han cargado sobre nosotros.
Esta es la última transformación del ser humano en su camino hacia la liberación. Es cuando, ya libre de todo lo que oprime, el individuo es capaz de crear su propia forma de vida.