Portada » Historia » Fernando VII y la España del Siglo XIX: Absolutismo, Liberalismo y la Independencia Americana
Los sucesivos gobiernos de Fernando VII tuvieron que hacer frente al bandolerismo, protagonizado por militares que abandonaron el ejército, guerrilleros y campesinos que encontraron en el contrabando una vía de escape a su situación. Martín de Garay, nombrado ministro de Hacienda, planteó la reducción del gasto público y una reforma fiscal. Esta proponía el pago de impuestos sobre el producto real, lo que redujo la producción y originó protestas de los labriegos. El Sexenio Absolutista se caracterizó por la crisis económica y la reorganización de los liberales en torno al ejército.
Los pronunciamientos militares fueron una constante en los seis años posteriores al regreso de Fernando VII. En 1814 se sublevó Espoz y Mina en Navarra. En 1818, Van Halen en Murcia. Finalmente, el 1 de enero de 1820, Rafael Riego, al frente del movimiento expedicionario, se pronunció en Sevilla, apoyado por Alcalá Galiano. Este pronunciamiento, cuando parecía fracasar en su camino a Madrid, fue apoyado por batallones de La Coruña, Zaragoza, Barcelona y Pamplona, además de levantamientos campesinos.
Fernando VII juró la Constitución de 1812, lo que tuvo una gran repercusión en Europa. En Madrid, los liberales, desde la Junta Provisional, facilitaron la formación del gobierno, donde destacaban los doceañistas. El primer objetivo de este gobierno fue la reimplantación del marco constitucional, pero con algunos cambios que garantizaban la seguridad a los sectores conservadores (como una segunda cámara y garantías a los grandes propietarios de tierras). Con esta política reformista, el liberalismo español se dividió en dos corrientes: la moderada y la exaltada.
Los liberales pretendían reformar el Antiguo Régimen desde la acción del gobierno. En 1820 se suprimieron los mayorazgos, se disolvió el Tribunal de la Inquisición, se proclamó la libertad de imprenta, se expulsó a los jesuitas y se derogó el fuero eclesiástico. Entre las reformas sociales destacaron la reducción del diezmo a la mitad, la libertad de contratación, la desamortización de tierras de propios y baldíos, y la reglamentación de la industria pública y privada. Para hacer frente a la deuda de la Hacienda Pública, los liberales pidieron ayuda al exterior y aplicaron medidas que afectaban a los activos económicos de la Iglesia.
El ambiente fue hostil tanto en el interior como en el exterior. En el interior, las malas cosechas originaron un profundo malestar en el campesinado, agobiado por los impuestos. La oposición realista crecía; los absolutistas crearon la Junta Absolutista en Bayona. En el exterior, la Santa Alianza decidió el restablecimiento del orden absolutista en España y otorgó a Francia la misión de reponer de nuevo a Fernando VII como monarca absoluto. El 7 de abril de 1823 entraron en España los Cien Mil Hijos de San Luis, comandados por Luis Antonio de Borbón, el duque de Angulema. Este cercó a los liberales y llegó a un acuerdo para liberar a Fernando VII. Numerosos hombres ilustres abandonaron España.
En diciembre de 1829, Fernando VII se casó con María Cristina de Nápoles. La nueva reina, ante el enfrentamiento dinástico con Carlos María Isidro, procuró establecer lazos con los liberales moderados para ampliar sus apoyos. En abril de 1830 se publicó la Pragmática Sanción, que permitía la sucesión femenina al trono. Nació la hija de Fernando VII, la futura Isabel II, lo que originó las aspiraciones a la corona del hermano del rey.
Durante los últimos años, los liberales españoles encontraron un nuevo impulso conspirador. Espoz y Mina y José María de Torrijos intentaron sendos pronunciamientos que fueron duramente reprimidos. En 1832, y con el rey enfermo, Carlos, su hermano, preparó el Motín de la Granja contra la reina. Esto presionó a su marido y se derogó la Pragmática Sanción. Los liberales moderados no tardaron en reaccionar. El monarca se recuperó y reimplantó la Pragmática Sanción en diciembre de ese mismo año.
De esta forma, tras la muerte del rey el 29 de septiembre de 1833, las estructuras del Estado se hallaban bajo el control de María Cristina. Carlos María, exiliado a Portugal, reponía sus fuerzas para la Primera Guerra Carlista.
La política de los ilustrados españoles impedía el crecimiento de la burguesía criolla. Esta clase social controlaba las riquezas del suelo y del subsuelo, pero estaba apartada de los centros de decisión política y administrativa. La burguesía criolla asumió el poder cuando las tropas españolas abandonaron el continente. Los antecedentes de esta independencia se encuentran en las rebeliones campesinas de Juan Santos.
Con la Paz de París de 1783 y el reconocimiento internacional de la independencia de Estados Unidos, el proceso halló un ejemplo cercano que les sirvió de modelo. El comienzo de la Guerra de la Independencia en España, el vacío de poder de Fernando VII y la falta de respuesta de los organismos tradicionales españoles tuvieron su reflejo en América Española. Se proclamaron juntas revolucionarias, las cuales no reconocían la Junta Central de España e iniciaron el proceso de independencia.
La monarquía de Fernando VII no pudo con la segunda oleada independentista. La situación económica y de Hacienda era extremadamente grave. La falta de apoyo de otras potencias y los apoyos a los insurrectos sirvieron de estímulo a los independentistas.
Simón Bolívar, a la vuelta del exilio, obtuvo el apoyo de la población indígena, logrando victorias importantes como las de Boyacá (1819), Carabobo y Pichincha. Estas lograron liberar Venezuela, Ecuador y Colombia. En el sur, la actividad de los independentistas fue audaz. En 1816 se convocó el Congreso de Tucumán que, tras la declaración de independencia de las Provincias Unidas, concluyó con la creación de Argentina. San Martín inició la marcha sobre Chile y, con la colaboración de O’Higgins, logró la independencia en 1818.
Se inició la conquista del norte andino, donde el ejército español quedó estrangulado por la acción de Bolívar por el norte y de San Martín por el sur. En México, Agustín de Iturbide logró fácilmente la independencia y se proclamó emperador en 1822. En 1824, en la Batalla de Ayacucho, Sucre diezmó las tropas españolas, lo que proporcionó una rápida independencia a Perú y Bolivia, marcando así el fin de 300 años de dominación española. Las islas de Puerto Rico y Cuba se mantuvieron hasta 1898.