Portada » Lengua y literatura » Literatura Española de Posguerra: Poesía (1939-1970) y La Casa de Bernarda Alba
La poesía española de la posguerra muestra la gran división social y política que dejó la Guerra Civil. La cultura se vio afectada por la salida al exilio de muchos escritores republicanos, el asesinato de Federico García Lorca y la prisión de Miguel Hernández, lo que dejó a las nuevas generaciones casi sin referentes literarios. Los que permanecieron en España tuvieron que enfrentar la censura y vivieron un “exilio interior” que marcó sus obras.
En los años 40, la lírica se dividió principalmente en dos tendencias. Por un lado, la poesía arraigada, relacionada con el régimen franquista y difundida a través de la revista Garcilaso, defendía valores tradicionales como la patria, la familia y la religión, con un estilo clásico y tranquilo. Poetas como Luis Rosales y Leopoldo Panero destacaron en esta corriente. En contraste, la poesía desarraigada, promovida por la revista Espadaña, reflejaba el caos y la angustia tras la guerra, con un enfoque existencialista y un tono trágico. Autores como Dámaso Alonso, con Hijos de la ira (1944), y Gabriel Celaya fueron figuras clave en esta línea. Fuera de estos grupos, la revista Cántico apostó por la belleza estética, mientras que el Postismo, liderado por Carlos Edmundo de Ory, defendió la libertad creativa y un arte más libre y lúdico.
En los años 50, la poesía evolucionó hacia una vertiente social, que buscaba denunciar las injusticias de la época con un lenguaje claro y accesible. El poeta asumió el papel de portavoz del pueblo, reclamando cambios políticos y sociales. Obras como Cantos Íberos de Gabriel Celaya, Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Quinta del 42 de José Hierro son ejemplos de este compromiso y de la denuncia que caracterizó la época.
A finales de los 50, muchos poetas empezaron a rechazar el tono panfletario de la poesía social, considerándolo excesivamente directo y propagandístico. Los llamados “niños de la guerra”, como Jaime Gil de Biedma, Ángel González y Antonio Gamoneda, adoptaron un enfoque más personal y reflexivo. Esta nueva poesía, conocida como “poesía de la experiencia”, recuperó temas íntimos como la infancia, la amistad y el amor, utilizando un lenguaje conversacional pero cuidado. Aunque no abandonaron por completo el compromiso social, se centraron más en la reflexión individual y en la exploración de la realidad desde lo personal.
En resumen, la poesía de la posguerra pasó de la reflexión existencial y la angustia de los años 40, a la denuncia y el compromiso social de los 50, para terminar, hacia finales de la década, en una lírica más personal y artística, siempre como espejo de los cambios sociales y políticos que vivía España.
Federico García Lorca, autor de La casa de Bernarda Alba, formó parte de la Generación del 27, un grupo de escritores, poetas y artistas españoles que buscaban modernizar la literatura uniendo la tradición con las nuevas corrientes artísticas de Europa. Este grupo se caracterizó por experimentar con la forma, interesarse por lo popular y tratar temas universales. Junto a Lorca, destacaron otros autores como Rafael Alberti, conocido por su poesía con compromiso social; Luis Cernuda, que abordó temas como el amor, el deseo y la soledad con gran sensibilidad; y Pedro Salinas, que exploró las emociones humanas, especialmente las relacionadas con el amor, desde un punto de vista intelectual. Todos ellos compartieron inquietudes artísticas y sociales, y sus vidas y obras se vieron marcadas por la Guerra Civil.
En La casa de Bernarda Alba, Lorca utiliza varios símbolos con significados profundos. El bastón de Bernarda representa su autoridad y el control absoluto que ejerce sobre su familia. La búsqueda del amor o el deseo masculino está simbolizado por la figura de Pepe el Romano, cuya presencia, aunque nunca aparece directamente en escena, provoca rivalidades y celos entre las hermanas, reflejando la represión de sus deseos. La hipocresía social es otro símbolo clave: Bernarda está más preocupada por lo que dirán los vecinos que por la felicidad de sus hijas, lo que muestra la importancia que se le da a las apariencias y el miedo a las críticas, ocultando la realidad tras una fachada de honor y respeto.
El mensaje moral de La casa de Bernarda Alba es una crítica a la represión y a las estrictas normas sociales que limitan la libertad de las personas, especialmente de las mujeres. La obra muestra cómo la preocupación excesiva por las apariencias y la obediencia ciega a las tradiciones pueden causar mucho sufrimiento. Bernarda representa una sociedad que impone normas muy duras, sin considerar los sentimientos de los demás. Sus hijas sufren por no poder expresar sus deseos ni vivir con libertad. Al final, la tragedia que ocurre demuestra las consecuencias de ignorar las necesidades y emociones de las personas. Lorca nos advierte sobre los peligros de vivir según reglas injustas y de no permitir que cada uno elija su propio camino.
En La casa de Bernarda Alba, la mujer aparece retratada como alguien que vive bajo la opresión y el control de las normas sociales de la época. Las hijas de Bernarda están encerradas en casa y no pueden hacer lo que desean porque su madre considera que lo más importante es mantener la buena reputación familiar. Su única opción para cambiar de vida es casarse, pero eso no garantiza su felicidad. Adela, la hija menor, se rebela porque quiere ser libre y seguir sus propios sentimientos, pero su desobediencia termina de forma trágica. Lorca muestra cómo las mujeres están atrapadas en una vida impuesta por otros, sin poder elegir por sí mismas. La obra denuncia la falta de libertad femenina y la poca importancia que la sociedad da a sus deseos y emociones.
Aunque La casa de Bernarda Alba fue escrita en 1936, sigue siendo actual porque aborda temas que todavía preocupan hoy en día. La obra habla de la falta de libertad, la lucha contra las normas injustas y la importancia de ser fiel a uno mismo, situaciones que aún se viven en muchas partes del mundo. La posición de las mujeres, que no pueden decidir sobre sus vidas, refleja desigualdades que persisten. También critica la obsesión por la opinión de los demás y la hipocresía social. El conflicto entre Bernarda, que representa lo tradicional, y Adela, que simboliza el deseo de cambio, muestra una lucha generacional que sigue siendo común. Además, la represión de los sentimientos y la falta de diálogo son temas que continúan presentes en la sociedad actual. Por estas razones, la obra de Lorca sigue siendo relevante para el público moderno.